Soy de esa parte de la población vasca que vive unos momentos de emoción. Es un sentimiento común aunque no sea tan común la razón que cada cual tenemos para sentirnos así. La violencia y sus consecuencias no comenzaron con ETA y no van a desaparecer si un día ETA desaparece. La violencia, el uso […]
Soy de esa parte de la población vasca que vive unos momentos de emoción. Es un sentimiento común aunque no sea tan común la razón que cada cual tenemos para sentirnos así.
La violencia y sus consecuencias no comenzaron con ETA y no van a desaparecer si un día ETA desaparece. La violencia, el uso de la fuerza con todas sus formas y métodos tiene sus máximos valedores en los entresijos de los estados y de los acúmulos de los diferentes poderes. Esa violencia lejos de desaparecer va aumentando, aquí y en todo el Mundo.
A pesar de esto el anuncio de alto el fuego permanente de ETA supone un avance en la dignificación de los métodos de lucha, una oportunidad para desarrollar unas formas de organización más participativas, unos métodos de acción exentos de las lacras que genera siempre y en cualquier momento y lugar la actividad armada, por mucha legitimidad que pudiera tener.
Se habla de una ETA pero su trayectoria, la de sus muchos años de actividad, evidencian múltiples y variadas formas, objetivos, estrategias, tácticas y también diferentes actitudes ante el uso de la violencia como forma de lucha.
En estos momentos quisiera contraponer a lo expuesto la experiencia histórica de la lucha de la población trebiñesa por el reconocimiento «legal» de estar en el lugar donde siempre ha estado, le corresponde y anhela.
La población trebiñesa, ha lo largo de los siglos ha mantenido una lucha tenaz, persistente, casi parsimoniosa. Se puede aducir que no ha conseguido nada. Yo no diría eso. Ha conseguido el respeto a sus formas de hacer y con ello la dignificación y legitimación de su lucha.
Claro que en los últimos años hemos asistido a una ofensiva descalificadora de la lucha trebiñesa. Desde unos muy determinadas posiciones políticas se nos acusó veladamente de posibilitar la persecución y acoso violento hacia quienes en Trebiñu defendían la imposición de las instituciones castellanas. Fue una acusación falsa y cruel que hizo mucho daño a nuestra lucha y a sus métodos absolutamente racionales.
En la anterior situación de alto el fuego de ETA un colectivo trebiñés se «mojó» respaldando el acuerdo de Lizarra. Ni a ese colectivo ni a otros movimientos sociales se les tuvo en consideración a la hora de tomar decisiones de calado.
Ahora tenemos una nueva oportunidad de poner a cada cual en su lugar con sus correspondientes propuestas de futuro. Trebiñu debe ocupar un lugar predominante por que ejemplifica unos métodos de resolución de conflictos llevados a sus anteúltimas consecuencias. Además Trebiñu, su contencioso, es el mejor índice de lo que vaya a suceder con el reconocimiento del derecho de autodeterminación. Si no se soluciona un contencioso territorial, identitario, ejemplificador como el de Trebiñu, difícilmente podamos avanzar en concepciones democráticas abiertas y dinámicas que solucionen el conflicto vasco, el derecho a decidir de Euskal Herria como una nación que es.
* Javi Ruiz es miembro de la Iniciativa Trebiñu batu