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No pueden esperar a mañana

Fuentes: SOS Racismo de Araba

En materia de racismo y xenofobia, las cosas no marchan bien. Los últimos años van demostrando que la llegada de inmigrantes produce una serie de equívocos sociales para los que no estamos preparados. Las fuertes regulaciones legales a que está sometido el acceso de personas extranjeras imposibilita de hecho una llegada organizada y racional. Estas […]

En materia de racismo y xenofobia, las cosas no marchan bien. Los últimos años van demostrando que la llegada de inmigrantes produce una serie de equívocos sociales para los que no estamos preparados.

Las fuertes regulaciones legales a que está sometido el acceso de personas extranjeras imposibilita de hecho una llegada organizada y racional. Estas duras políticas gubernamentales de marcaje y control tienen efectos visibles que nos muestran la cara más bárbara e insolidaria de las sociedades occidentales. Miles de muertos y desaparecidos en los últimos años. Primero, en el Estrecho de Gibraltar, ahora en la línea Mauritania-Las Canarias. Inversiones millonarias en seguridad: alambradas, vigilancia marítima, aérea y de otros tipos desconocidos en torno a Ceuta y Melilla y la costa sur de Cádiz, han desplazado hacia más al sur las líneas de acceso irregular de miles de ciudadanos subsaharianos.

Se habla de nuevas oleadas de inmigrantes, con una alegría fuera de toda duda, porque esas manifestaciones siembran inquietud social y dejan un poso de preocupación que sirve para que nuestros gobiernos se blinden en sus políticas reaccionarias. Son ya más de veinte años desde que en tiempos de UCD se aprobó la llamada Ley de Extranjería en 1985. Sucesivas y contradictorias reformas y contrarreformas, al dictado de los vaivenes electorales, han dado como resultado un cuadro legislativo en materia de extranjería restrictivo, complejo y contradictorio, que viene a sancionar la discriminación y la desigualdad entre nacionales y foráneos; limitando, cuando no impidiendo, el acceso de personas demandantes de asilo y refugio, negando una tarjeta de residencia, porque los interesados no se encuentran en sus países de origen, impidiendo que se renueven los permisos de trabajo, porque no se cotizó en el año anterior por lo menos seis meses, o porque se encontraba de baja por enfermedad. Así son las cosas.

Otros graves problemas como el empadronamiento, acceso a la vivienda, realización de trabajos de bajo reconocimiento social, el respeto intercultural, la islamofobia, la educación, la negación del derecho a votar… siguen sobre la mesa de los poderes públicos en el montón de los expedientes que se resolverán el día de mañana. Pero cuatro millones de inmigrantes no pueden esperar hasta mañana. Son parte importante de nuestras sociedades, llevan años aquí. Sus prioridades son distintas, tienen hijos nacidos aquí… La in- serción social gradual no traumática ha de ser el paradigma que nos guíe. Conocimiento y respeto de las pautas culturales de los otros y, en justa contrapartida, conocimiento y respeto de las bases culturales propias por parte del mundo migratorio. Todo esto adobado con paciencia, inversión económica y previsión política para mantener estructuradas unas sociedades en peligro perma- nente de escoramiento hacia el conservadurismo y la derechización.

No es fácil dar soluciones a problemas estructurales cuyas raíces se extienden a través de largos procesos históricos. Muchos inmigrantes, especialmente latinos, llegan con la maleta llena de esperanzas, porque se apellidan Agirre, Etxebarria o López de Langarica. Son la resaca de movimientos migratorios de ida. Son los herederos de quienes se vieron forzados a emigrar de Euskal Herria hacia horizontes favorables, por razones económicas, sociales y políticas. El acogimiento en general en esos países fue favorable. Las autoridades y gobiernos locales no frenaron ni impidieron la llegada de millones de inmigrantes hasta prácticamente la década de los cincuenta del siglo pasado.

Al contrario, los inmigrantes de vuelta se encuentran con una horma del zapato social mezquina y negativa. La inflexibilidad legal, la arrogancia administrativa, la soberbia gubernamental, el rechazo social… son factores que conjuntamente dan sostén a la tupida red que frena, cuando no impide, el acceso con normalidad de estas personas a una inserción social sin sobresaltos ni dificultades casi insalvables.

Así son las cosas. Año tras año se van cerrando las vías de acceso normalizadas para la inmigración económica. Se restringe el acceso desde el país de origen, dado que se ha generalizado la exigencia de visado a casi la totalidad de los países latinos, salvo en un par de excepciones. Se refuerza la militarización de la frontera Sur con medios y métodos de la edad de piedra.

Hay que aceptar que no hay soluciones mágicas para resolver situaciones de desigualdad social, técnica, comercial y económica que nacen de siglos de explotación y marginación. Los poderes económicos y comerciales sólo entienden de beneficios, al margen del coste humano, que supone mantener en la línea verde sus cuentas de resultados.

Estas reflexiones no pretenden más que recordar algunas claves de la presencia de la inmigración, en un día especial como el de hoy. Sus problemas, las dificultades a que se enfrentan y, también, nuestras propias responsabilidades. Tenemos que implicarnos mucho más en todos los órdenes: todos, sociedad y gobiernos, personas e instituciones, a fin de lograr en lo posible un futuro social más solidario y justo para todos, propios y ajenos, locales y foráneos. –