Una juventud con una nueva actitud de lucha Durante la marcha-concierto realizada el pasado 8 de diciembre por la carrera 7ª de Bogotá se pudo apreciar el contenido y la forma del discurso de los y las jóvenes que protagonizan una parte de las protestas tanto en la capital de la república como en Medellín, […]
Una juventud con una nueva actitud de lucha
Durante la marcha-concierto realizada el pasado 8 de diciembre por la carrera 7ª de Bogotá se pudo apreciar el contenido y la forma del discurso de los y las jóvenes que protagonizan una parte de las protestas tanto en la capital de la república como en Medellín, Bucaramanga, Cali y otras ciudades. Escuchar a los artistas que convocaron y organizaron la marcha, a deportistas, académicos, estudiantes y activistas [1] que hacen parte de este conglomerado social, nos permite entender cómo piensa y actúa esta juventud que se ha convertido en el sector social movilizado más mediático y protagónico del paro nacional.
Ellos y ellas saben que pertenecen a un estrato social relativamente privilegiado en Colombia. Su mensaje es solidario con campesinos, indígenas, víctimas de la violencia y demás sectores sociales que aportan su esfuerzo a la riqueza nacional pero no disfrutan de los más mínimos niveles de vida digna. Por ello, su mensaje es netamente político, ya que plantean la necesidad de superar la enorme desigualdad e injusticia que sufre nuestra gente más humilde, y la urgencia de construir una verdadera democracia que incluya la voz de los excluidos y oprimidos, y expulse de los niveles de dirección del Estado y el gobierno a los políticos corruptos para poder resolver los problemas «entre todos».
En sus intervenciones han trazado las líneas generales que orientan su accionar: independencia política, actitud no violenta y cultura en movimiento. Se declaran independientes de cualquier partido o liderazgo político porque saben que es la única forma de ampliar y fortalecer el movimiento. Son conscientes que marcar una protesta social con siglas o discursos partidistas es un error garrafal. Tanto porque el gobierno y los enemigos de la protesta utilizan ese argumento para generar desconfianzas y engañar a la gente, pero además, porque se requiere una visión incluyente y profunda para unir a la mayoría de los colombianos sin ningún tipo de discriminación partidista, religiosa o identitaria.
Por otro lado, los y las jóvenes llaman a la población a participar en la protesta con una actitud no violenta y de encuentro solidario y fraternal entre las mayorías. A pesar que su discurso es directo, franco, beligerante, que reta a los poderosos y causantes de los problemas acumulados que vive la nación (lo cual les ha traído fuertes ataques en las redes sociales y en los medios de comunicación) no se han dejado llevar al terreno de la falsa polarización que enfrenta a personalidades o grupos de la política tradicional (incluida la izquierda) que se convierte -aún sin querer- en un estorbo para desarrollar la necesaria y nítida batalla de ideas.
Es por ello que no han caído en la trampa de creer que hay que «tumbar» a Duque o llamar a una Constituyente, y demás caminos que Medófilo Medina califica acertadamente como «delirios insurreccionales». Saben que hay que lograr compromisos y cambios inmediatos y mediatos pero son conscientes que » recién están comenzando » en la tarea de movilizar y organizar a las grandes mayorías de la nación. Esta juventud ha mostrado una confianza infinita en la gente y han tenido una mesura y un tino que sorprende por su madurez, comportamiento que es una lección para muchos líderes políticos que confunden la verticalidad de principios con la soberbia, la altisonancia y el protagonismo desmedido. No quieren cambiar solo un gobierno, quieren transformar la sociedad.
Otra actitud ejemplarizante mostrada por esta juventud es no involucrarse en asuntos que manejan otros sectores comprometidos con la lucha social. Respetan la dirección del movimiento (Comité de Paro) pero seguramente saben de las fricciones y tensiones que existen a su interior entre dirigentes y tendencias políticas, y por ello, no se involucran en la dirección formal de este proceso. Saben que su ejemplo y acción (marchas periféricas, cacerolazos, plantones, actividades culturales, etc.) de una u otra manera influyen en todo el movimiento y no les interesa instrumentalizar nada. Un ejemplo a mencionar fue la forma elegante y respetuosa como resolvieron un pequeño debate sobre el papel de la guardia indígena dentro de las marchas; organizaron un emotivo homenaje y los invitaron a participar en la marcha del 8D como representantes de sus pueblos indígenas pero no como «guardias». Para ellos, la ciudadanía en su actitud de no-violencia es la garante de su propio control y seguridad.
Finalmente, en esta corta descripción se debe resaltar algo que ha pasado desapercibido. Los y las jóvenes de Bogotá han decidido realizar sus marchas llenas de creatividad y arte dirigiéndolas hacia sus propias localidades y barrios donde viven (conjuntos residenciales y edificios de apartamentos) con el fin de animar a su propia gente para garantizar la plena participación de familias enteras. Pero también, con sus marchas periféricas rechazan la «falsa centralidad del poder» que pareciera estar representado en la Plaza de Bolívar (Capitolio, Casa de Nariño, Corte Suprema, Alcaldía y Catedral) y al dejar ese «centro» de lado, muestran sutilmente en dónde está el efectivo poder. Por ello arrancaron la marcha-concierto al frente de Corficolombiana y Colpatria, núcleo del poder financiero de este país. Quieren desfetichizar a los «mandaderos» políticos y enviar un mensaje que desnude y ponga en la mira el lugar donde en verdad se toman las decisiones en Colombia.
La dimensión del paro y de la protesta en Colombia
Habíamos planteado que el Comité de Paro no se ha sintonizado todavía con la dinámica de lucha que le impusieron los nuevos sectores sociales citadinos, que han sido el soporte de una protesta continuada a lo largo de casi tres semanas. Algo realmente histórico en Colombia. Esas fuerzas citadinas incluyen tanto a los sectores sociales que siempre han participado en las movilizaciones y protestas (estudiantes, trabajadores, habitantes de barrios, sectores informales), generalmente influidos por organizaciones de izquierda, como a las «clases medias» movilizadas («profesionales precariados») que por primera vez se manifiestan en este tipo de ejercicios. Este último sector ha evolucionado en el tiempo, pasó por militancias políticas de carácter personal (Mockus/2010) a manifestarse en solidaridad con el paro agrario (agosto/2013), y luego, a marchar masivamente días después del plebiscito por la paz (marchas de octubre de 2016). El gran ausente en este paro -por ahora- es el sector rural, a excepción del movimiento indígena que se ha movido parcialmente.
El Comité de Paro acostumbrado a hacer jornadas de un día que llevaban al gobierno a entablar diálogos y llegar a acuerdos desmovilizadores, no ha podido acomodarse todavía ante la nueva realidad. Vacila entre aceptar condiciones de negociación tradicionales que siempre han estado al servicio de la desmovilización de las bases que protestan o lanzarse abiertamente a retar al gobierno y preparar seriamente en las regiones las fuerzas sociales y ciudadanas para obligar al presidente Duque a negociar en serio unas medidas urgentes y a concertar una hoja de ruta para enfrentar la complejidad de problemas acumulados. En vez de replantear su práctica tradicionalmente reivindicativa y alimentarse del discurso político de la juventud movilizada, decidieron ampliar los puntos del pliego de exigencias creyendo que con ese «gancho» podría fortalecer el movimiento y obligar al gobierno a negociar. Pero, lo evidente es que con la fuerza movilizada actual, así sea muy importante, todavía no se está en condiciones de obtener resultados tangibles, y sobre todo, de lograr un acumulado «espiritual» y organizativo (político), que sea un respaldo actuante, expectante y de presión social única garantía de la continuidad del proceso. Que, en últimas, es lo más importante.
Esta semana se debe resolver ese asunto. Los y las jóvenes le enviaron el domingo 8D un mensaje tanto al gobierno como a los dirigentes del paro. Ambos lo saben. Pero, cualquiera que sea el parcial desenlace, la juventud va a seguir hacia adelante. El dilema es el cómo y para qué.
Las perspectivas hacia el futuro
Lo que ha sucedido en otros países donde se han producido estallidos similares de la juventud, aún más fuertes que el nuestro, a partir de la llamada «primavera árabe» y la movilización de los «indignados» en España en 2011, y lo que viene ocurriendo en Chile, nos puede dar pistas sobre el desarrollo de las luchas ciudadanas y populares en Colombia y en el mundo.
En los países árabes la Hermandad Musulmana y otros partidos políticos canalizaron ese despertar hacia la institucionalidad existente. En lo fundamental, el movimiento transformador fue derrotado. Lo mismo pasó con Podemos, partido político que surgió desde los sectores más inconformes de la sociedad española, que terminó a la cola del establecimiento dominante, limitando su acción a lo que les permite hacer dentro de la institucionalidad el poder financiero español y europeo.
Sabemos que esta juventud precariada («proletarios» con título universitario o con emprendimiento) no se puede organizar fácilmente en sindicatos, por cuanto sus condiciones de trabajo no se lo permiten. Por ello, necesariamente enfrentan, primero, a los gobiernos y, después, directamente al Estado y al Sistema. Poco a poco han ido descubriendo que el gran poder financiero global es su verdadero enemigo, y por ello, han empezado a desarrollar nuevas formas de resistencia y de organización. Y es un proceso mundial, globalizado y en desarrollo.
En Chile, a lo largo de 50 días de protestas han aparecido nuevas formas de organización no-partidistas que se han denominado » asambleas auto-convocadas «, «cabildos abiertos» y «asambleas territoriales». Dichas formas de organización portan el espíritu de los y las jóvenes bogotanos que hemos detallado arriba: no se alinean con ningún partido político, promueven la participación y organización permanente de la población, y se postulan como «otro-poder», paralelo y diferente en su esencia, al que representan los partidos políticos (sean del color que sean) y de las instituciones existentes. Y no quieren tanto cambiar un gobierno sino transformar la sociedad.
Ese » poder paralelo «, amorfo y fluido, «líquido», aparentemente desorganizado, sin cabeza visible para negociar con el establecimiento oligárquico y capitalista, ha logrado un éxito impensable en ese país. El presidente Piñera ha cedido unilateralmente en puntos relacionado con pensiones, salarios, reglamentaciones laborales, y además, concertó con los partidos políticos la realización de un plebiscito para oficializar la convocatoria a una asamblea constituyente. Es decir, ese «poder paralelo», ese «contrapoder», que tiene millones de cabezas anónimas, sin necesidad de involucrarse en negociaciones y acuerdos con el gobierno, ha demostrado ser más efectivo que el tradicional comportamiento de los sindicatos y partidos políticos de oposición que desgastan su fuerza en arreglos burocráticos y concertación de leyes, que por lo general, tienen una función desmovilizadora y engañosa.
Es por esa circunstancia que en Chile existe actualmente un fuerte debate y una lucha política abierta en torno al futuro de las » asambleas auto-convocadas «. Veamos:
1. Unos sectores quieren convertirlas solo en herramientas de la convocatoria a la Constituyente, o sea, cooptarlas hacia la institucionalidad heredada. Si eso se impone, los partidos políticos se apoderarán de todo el proceso y se abortará el proceso de construcción y consolidación de un «contra-poder» paralelo y alterno que sea el portador de la lucha anti-sistema.
2. Otros sectores las conciben como formas de auto-gobierno permanente, propio, auto-gestionario, pero totalmente aisladas de la institucionalidad existente (al estilo de los zapatistas mexicanos). Ello lleva a ausentarse y perderse del escenario nacional, mediático y político, negándose a hacer una amplia pedagogía o Gran Política (como la que están haciendo en Colombia los jóvenes que llamo «posmodernos»).
3. Y unos más, plantean que es posible y necesario combinar ambas acciones pero dándole prioridad a la auto-organización permanente. Ello, para poder jugar dentro de la institucionalidad con verdadera y efectiva autonomía e independencia, con la fuerza de la gente organizada pero también con la sapiencia e inteligencia táctica para apoyar a aliados, neutralizar a los sectores vacilantes y derrotar y aislar a los contrarios. Esta posición requiere mucha claridad y cuidado.
En Colombia se ha impulsado la organización de «asambleas populares» por parte de algunas organizaciones políticas pero solo con la intención de obtener representación en el Comité de Paro, lo cual está muy lejos de la concepción con que se han organizado las «asambleas auto-convocadas» en Chile. El Comité de Paro en su última declaración política ha llamado a organizar en las regiones «comités de paro» en municipios y departamentos para fortalecer el paro y la protesta hacia el año entrante (2020), lo cual es muy importante, pero está dentro de la lógica tradicional, absolutamente reivindicativa y al servicio de la negociación con el gobierno.
Los y las jóvenes que representan a las nuevas fuerzas citadinas movilizadas y los integrantes de las organizaciones sociales y políticas existentes pueden aprender de la experiencia chilena y plantearse nuevas miradas y otras formas de organización ciudadana y popular, tanto al servicio del paro y de la movilización como de una lucha más permanente, anti-sistémica y de mayor proyección, que se corresponda con sus anhelos de cambio y la consigna de que quieren «no tanto cambiar un gobierno sino transformar la sociedad».
Notas
Acuña A., M. (2019). Esencia de la revolución chilena de octubre. Rebelion.org: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=262442
Arce, G. (2019). La ciudadanía se organiza: crean mapa para localizar cabildos y asambleas auto-convocadas en todo Chile. Chile Despertó: https://www.chiledesperto.cl/2019/11/03/la-ciudadania-se-organiza-crean-mapa-para-localizar-cabildos-y-asambleas-autoconvocadas-en-todo-chile/
Comité Nacional de Paro (2019). Declaración política – Encuentro nacional sindical, social, étnico y popular. Comisión Intereclesial de Justicia y Paz: https://www.justiciaypazcolombia.com/declaracion-politica-encuentro-nacional-sindical-social-etnico-y-popular/
Dorado, F. (2019). «Recién estamos comenzando»: jóvenes marchantes del 8D. Las2Orillas. https://www.las2orillas.co/recien-estamos-comenzando-jovenes-marchantes-del-8d/
Dorado, F. (2019). ¿Qué es el precariado y por qué está protestando? Rebelion.org: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=263303
Zibechi, R. (2019). Asambleas Territoriales: poder popular en formación. Periódico DesdeAbajo: https://www.desdeabajo.info/sociedad/item/38382-asambleas-territoriales-poder-popular-en-formacion.html
[1] En este proceso de despertar e insurgencia juvenil en Colombia se debe destacar la actitud de deportistas como Egan Bernal, campeón del Tour de Francia, quien no aceptó un homenaje del gobierno nacional y organizó una rueda de prensa en su pueblo natal (Zipaquirá) para reconocer a su gente, hacer visible el sacrificio individual de viejas glorias del ciclismo y del periodismo deportivo. Esa actitud se ha venido expresando más abiertamente en artistas como Catalina García de la banda Monsieur Periné, Mario Muños de Dr. Krápula, Cesar López, Santiago Cruz, Adriana Lucía, Marta Gómez, Santiago Alarcón y muchos más actores y cantantes, que representan a una juventud que rompe progresivamente con el servilismo y el cortesanismo que ha sido predominante entre los sectores medios de la sociedad colombiana.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.