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Conflicto Taxi vs. VTC

No son «plataformas», es el capitalismo

Fuentes: Viento Sur

En un debate televisivo el portavoz de Cabify en España, Mariano Silveyra, afirmó en varias ocasiones que ellos son «una plataforma que está preocupada por la movilidad de nuestras ciudades». No Mariano, no. Uber y Cabify no son «unas plataformas preocupadas», son empresas privadas intermediarias que ganan dinero por poner en contacto a conductores y […]

En un debate televisivo el portavoz de Cabify en España, Mariano Silveyra, afirmó en varias ocasiones que ellos son «una plataforma que está preocupada por la movilidad de nuestras ciudades». No Mariano, no. Uber y Cabify no son «unas plataformas preocupadas», son empresas privadas intermediarias que ganan dinero por poner en contacto a conductores y a ciudadanos que necesitan moverse en la ciudad. A vuestras empresas no os preocupa la movilidad de Madrid, Barcelona, Sevilla o Málaga, vosotros hacéis negocio con la movilidad.

El debate que vivimos estos meses por el conflicto entre TAXI y VTC ni es un debate tecnológico ni es un debate corporativo o sectorial, es un debate sobre el modelo de ciudad, sobre el modelo de sociedad. Tampoco es un problema de números, una licencia VTC frente a treinta licencias de TAXI. Esto podía ser parte de la solución en la situación anterior al surgimiento de estas empresas, incluso puede ser un elemento más para poner freno a esta ofensiva del capital que luego tributa en paraísos fiscales, pero difícilmente puede resolver por sí solo el problema que enfrentamos hoy, al menos en un sentido positivo para el empleo y para la movilidad urbana. Estamos ante un problema de una naturaleza mayor acerca del mundo en el que vivimos y de la forma en la que vivimos en él. Un problema que habla sobre la movilidad pero que también habla sobre el empleo.

Mariano, un chico de mediana edad, con un look moderno intenta explicar que su plataforma es un servicio más, complementario al TAXI, salvo que más moderno porque gracias a una aplicación de descarga gratuita puedes en apenas unos minutos a través de tu propio móvil contratar un servicio para desplazarte de un lugar a otro disfrutando de una experiencia distinta, ¿qué hay de malo en eso? Nada Mariano, lo que ocurre es que Uber y Cabify son mucho más que una app gratuita. Decía el filósofo R. Sennet en una reciente entrevista que «lo gratuito conlleva siempre una forma de dominación». Y ahí está la clave Mariano, la experiencia que ofrecéis no es más que la relación social que produce un beneficio para vuestras empresas y que varía con la demanda de las personas usuarias y la precariedad de las y los conductores. Es la experiencia sobre la cual tu discurso pretende convencernos de que debemos rendirnos y asumir que nuestro papel en la vida es el de ser trabajadores y trabajadoras sumisas y consumidores hambrientos.

Si hablamos de movilidad, quizás debamos hacernos una pregunta previa: ¿es la movilidad un derecho? Según el sociólogo urbano F. Ascher, la movilidad en las sociedades contemporáneas occidentales se ha convertido en un derecho genérico, es decir, un derecho para acceder a otros derechos. Por así decirlo, la población para satisfacer sus necesidades de trabajo, estudio, abastecimiento, diversión, cultura, etc. se ve obligada a multiplicar su movilidad y a hacer uso de todo el territorio. ¡Un derecho Mariano; antes que un negocio es un derecho! A vosotros no os preocupa cómo nos desplazamos a trabajar o buscar trabajo, a una revisión médica o a ver a la familia, vosotros buscáis ganar dinero y cuanto más mejor.

Pero es que si hablamos de empleo, ¿acaso no es lo mismo lo que está sufriendo las y los trabajadores del sector del TAXI que lo que sufren los y las trabajadoras de GLOVO y DELIVEROO que con la introducción de las app se ha avanzado en la desregulacionón de las condiciones laborales de las y los repartidores? Y un poco más allá, no tan lejos ¿acaso no es parecido a lo que están sufriendo los y las trabajadores de los comedores escolares, de los servicios de emergencias (061, 112), etc.? ¿Acaso empresas como ILUNION o CLECE (empresa de servicios externos de Florentino Pérez), no es el Uber y el Cabify de nuestros comedores escolares, de nuestros hospitales y centros de salud, de la ayuda a la dependencia de nuestros mayores, de atención telefónica de emergencias (061, 112, Salud Responde)? UBER, CABIFY, GLOVO, ILUNION, CLECE… son los mismos que precarizan el empleo, que pillan el contrato a mesa puesta y como intermediadores sacan sus beneficios a costa de nuestros derechos, laborales y sociales. ¿Acaso la llamada economía de plataforma y las ya conocidas contratas de servicios no guardan una misma lógica de acumulación dentro del paradigma neoliberal? No son plataformas, es el mercado amigos.

Solo pensando en la forma en la que vivimos y en el modelo de territorio que tenemos podemos comprender el debate sobre la movilidad, y no desde la tecnología. ¿Acaso no podría existir una plataforma pública cuyos beneficios repercutiesen directamente sobre el empleo y la calidad del servicio? No es la tecnología, es el capitalismo. Son nuestras necesidades para ir al trabajo, al médico o salir de fiesta lo que debería estar en el centro y no si nuestro Smartphone dispone la última app de las mal llamadas plataformas. Es la salida a la crisis energética que vivimos lo que debería hacernos replantear la movilidad, la relación entre transporte público y colectivo y el transporte privado motorizado. Mariano, es un representante del capitalismo que quiere ser verde defendiendo «soluciones a los problemas de movilidad urbana», rojo «creando empleo, complementando un servicio» y si los dejamos hasta violeta. Los y las trabajadoras del sector del taxi, son un sector de la clase trabajadora que conserva un convenio colectivo, unos días de descanso, un salario variable pero con derechos. UBER y CABIFY son hijos del capital.

Hace unas semanas al bajarme en Madrid Puerta de Atocha en plena huelga, me acerqué a la parada de Taxis, donde un pequeño grupo informativo de taxistas explicaban a una señora sus reivindicaciones, entre caras de cansancio, rabia, inquietud e incomprensión. Apenas unos metros antes, uno de ellos dirigió su mirada hacia mí para decirme «le pedimos disculpas…», a lo que contesté que lo que quería era daros las gracias. La señora paró su conversación sorprendida, como si no entendiese nada. En ese momento hubo una sonrisa de las que construyen complicidad, de las que hacen que uno no se sienta solo y empatice con los problemas del que tiene al lado. No pidáis disculpas, ellos no han pedido permiso.

Pablo Pérez Ganfornina, militante de Anticapitalistas Andalucía y responsable de la Secretaría política y de comunicacion de Podemos Andalucía

Fuente: http://vientosur.info/spip.php?article14597