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‘No+AFP’: Habló el pueblo otra vez

Fuentes: Rebelión

El pueblo, puro pueblo, estuvo en las calles, en manifestación multitudinaria construyendo lo común. Estuvo bregando por una pensión digna que le es negada por el orden neoliberal instalado para beneficio de los poderosos intereses que ocupan el país y cuyos representantes se sientan en La Moneda, sus ministerios y el Congreso. Y es que […]

El pueblo, puro pueblo, estuvo en las calles, en manifestación multitudinaria construyendo lo común. Estuvo bregando por una pensión digna que le es negada por el orden neoliberal instalado para beneficio de los poderosos intereses que ocupan el país y cuyos representantes se sientan en La Moneda, sus ministerios y el Congreso. Y es que el pueblo se constituyó y representó otra vez a sí mismo en la calle para denunciar el robo y la apropiación indebida de una parte del salario por el dispositivo más infame y aceitado del capitalismo neoliberal impuesto manu militari.

¡Qué herejía contra la sacrosanta institucionalidad republicana! (La «República» de ellos, por supuesto, la de la cosa privada y no la del común, del pueblo).

Recordemos que fue sin consultarle a ese pueblo del pasado, disperso entonces en individuos aterrados, que el robo de las AFP fructificó para algunos.

Fue con garra y pasión que más de un millón de trabajadores/as y clases medias asalariadas repitieron este domingo 21 de agosto la hazaña del 24 de Julio pasado y le pararon el carro al discurso de la clase dominante. Ésta cruzaba los dedos para que después de los «anuncios» de la Presidenta el movimiento se desinflara y se instalara la espera acompañada de pasividad. Que otra vez se le entregara el poder de resolverlo todo a los parlamentarios y a las comisiones de tecnócratas en nombre de los «ciudadanos» electores.

Como si fuera poco, ahora se rompe con la subjetividad individualista surgida del miedo y la precariedad de la existencia sumisa inculcada para formar «gente» condicionada -durante la «transición pactada»- que posibilitó que el neoliberalismo aparezca como una «verdad económica» con alcance antropológico. Aquella que dice que «cada uno debe rascarse con sus propias uñas» para ser «persona», que «así es la vida» y que «capitalizar para uno» es lo propio de la «naturaleza humana», puesto que hay que «trabajar siempre más» para cada día «tener más» y gozar de las delicias del consumo de la «modernidad capitalista» (dixit Carlos Peña que prefiere hablar de «masa» para no nombrar el pueblo). Como decía Sebastián Piñera: «nada es gratis», todo cuesta».

De esa serie de patrañas se desprende el clasista grito burgués que circula soterradamente desde el domingo rojo en los cenáculos del poder neoliberal: el «!y qué se han creído estos rotos de mierda!». Que declina en la fórmula más pausada y mediática del día después de los que creen poseer la certeza del dogma neoliberal: «Un sistema de reparto en Chile no es viable», tal como lo expresó Rodrigo Pérez Mackenna, ex ministro de Piñera y Presidente de la Asociación de AFP. Pero que si la analizamos en su contexto, es peor que la otra puesto que es un verdadero grito de guerra que expresa un tipo (o clase) de lucha entre clases sociales por el reparto del producto social que puede resumirse en el infantil gemido edipiano: «!No soltaremos la teta!» (¿Se han fijado que las castas burguesas tienen reflejos primarios?. No aceptan que los tiempos cambien, no quieren «crecer» diría un «coach ontológico» a la moda).

Junto con lo anterior el domingo pasado quedó claro que la Presidenta no es «sesentera» ni vive de «fantasías» como dice el inefable rector Peña de la UDP en su columna mercurial sino que al contrario, ésta no entiende las necesidades de su pueblo que en los sesenta también luchaba por condiciones dignas de existencia. Quedó claro que con sus vagos anuncios la mandataria quiere salvarle el negocio a los poderosos propietarios de las AFP; muchos capitales estadounidenses, y la sede de la ONU está en Nueva York.

Si las propuestas de Bachelet no fueran confusas adrede, el pueblo no estaría luchando en las calles por pensiones dignas y por el pan del futuro. Retomando las luchas del pasado por la justicia y la igualdad. Queda claro también que para el liberal Carlos Peña el horizonte neoliberal de la existencia es el único posible. Otro amante de la TINA (There is no alternative) de Margaret Thatcher.

Ahí están las fotos que recorrieron el mundo entero. Que van a contribuir a consolidar la idea de que «Otro mundo es posible». Como para recordar que pese a la aparente confusión y la fragmentación de la realidad que nos representan día a día los medios tradicionales, la lucha social reaparece siempre. Y puede mantenerse en una coyuntura larga, además de marcar la agenda política y generar hechos sobre los cuales los representantes políticos del poder neoliberal no tienen ningún control. Por eso se desesperan.

Porque ahora no vemos ni somos «gente» alienada por el consumo sino que pueblo movilizado que vive lo mismo; tiene afectos comunes, pensamos solidariamente, buscamos soluciones reales y ventajosas porque la sociedad no es una jungla … Y lo que más les molesta a los dueños del capital y a sus lacayos, es que los organizadores de la marcha NO+AFP son pragmáticos pues tienen una propuesta concreta, argumentada y realizable que no hay que bajar. Lo peor sería dejarse recuperar o cooptar. E incluso exigen que ésta sea plebiscitada; aún a sabiendas que el enorme poder mediático que detenta la casta neoliberal le permitirá desvirtuar la propuesta venida desde el pueblo porque ataca frontalmente la piedra angular del modelo de los Piñera y los Chicago boys.

Empero, bien sabemos, que si fuera posible que en el espacio público y mediático pudiera haber igualdad de condiciones en el debate (tiempo de antena, logística, foros abiertos, material impreso), la propuesta popular levantada por los dirigentes de No+AFP ganaría una vez plebiscitada en las urnas.

Y lo que ha quedado más que claro es que este pueblo se yergue aún más digno y voluntarioso cuanto más profunda es la crisis moral y política que sacude al país y la institucionalidad postdictadura. Que la potencia (potestas) o fuerza moral de una nación reside en el pueblo trabajador y precarizado que lucha por construir comunes.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.