Cuando Hetaira decide empezar esta aventura de autoorganizar y defender los derechos de las prostitutas, en marzo de 1995, hablar de prostitución abiertamente y desde las propias prostitutas era impensable. Se trataba de un tema bochornoso, cargado de prejuicios sociales. Actualmente, nosotras, las putas, hemos conseguido ponernos voz y rostro y unirnos al resto de […]
Cuando Hetaira decide empezar esta aventura de autoorganizar y defender los derechos de las prostitutas, en marzo de 1995, hablar de prostitución abiertamente y desde las propias prostitutas era impensable. Se trataba de un tema bochornoso, cargado de prejuicios sociales. Actualmente, nosotras, las putas, hemos conseguido ponernos voz y rostro y unirnos al resto de mujeres para reivindicar nuestros derechos. Decía una compañera, de las que empezó, que no creía que fuera posible llegar hasta aquí. Creo que esto ha sido posible gracias a las ganas y el entusiasmo que no nos han abandonado, ni siquiera en las situaciones más desalentadoras. Dar la cara es extremadamente difícil, pero merece la pena arriesgarse y es un paso imprescindible para que se escuche nuestra voz.
Conocí Hetaira a través de La Libertina, la unidad móvil con la que nos visitaban en la Casa de Campo. Me llamó la atención la alegría que sabían transmitirnos y también el que se preocuparan por nosotras. Por eso decidí un día que yo también quería ser una «hetaira», sin saber que también, un día, llegaría a ser «princesa» en una película. Siempre deseé que mis amigas, mis compañeras, participaran de la experiencia, así que empecé a explicarles que había un lugar donde nos ayudaban, un lugar donde se luchaba por nuestros derechos. Algunas de ellas decidieron sumarse al proyecto. En el año 2002, cuando las cosas empezaron a ponerse feas en la calle, nos armamos de valentía y coraje y decidimos realizar la primera manifestación de prostitutas en nuestro país. Salimos a manifestarnos a la calle de la Montera. Una de las líderes de esta calle, Heidi Rueda, fue una pieza fundamental para movilizar a las chicas. Teníamos miedo pero no dejamos que nos acobardara.
Durante estos años hemos vivido momentos inolvidables de alegría y también grandes sinsabores, pero hemos hecho todo lo posible para que la voz de las prostitutas se escuchase y se tuviera en cuenta. Yo misma he participado en las mesas del Congreso y el Senado y a los señores políticos no les ha quedado otro remedio que escucharnos, porque nosotras también sabemos expresarnos como ellos.
Hemos participado en encuentros internacionales de prostitutas. Nunca imaginé que yo, una trabajadora del sexo, estuviera sentada en el Parlamento Europeo, en la conferencia que se celebró en octubre de 2005 en Bruselas. También hemos luchado para dignificar nuestra imagen en los medios de comunicación, para romper con los estereotipos y las ideas prejuiciadas con las que se refieren a nosotras, donde tampoco les interesa nuestra palabra y nuestro discurso sino sólo el morbo que puedan vender.
A los políticos se les llena la boca diciendo que somos «esclavas sexuales» y que van a «ayudarnos», pero, por el contrario, todo lo que ponen en marcha nos perjudica enormemente y jamás tienen en cuenta nuestra opinión. Pero no nos hemos quedado quietas y hemos seguido protestando por todas las medidas absurdas que ponen en funcionamiento y que van contra nosotras.
Lo peor que pudo ocurrirnos han sido las conclusiones a las que llegó el Congreso de los Diputados, en 2007, unas conclusiones que nos llenan de dolor. El feminismo abolicionista nos borra de un plumazo y no admite que hayamos «decidido» ser prostitutas.
Pero no todo han sido cosas desagradables. Nunca imaginamos que, un día, sentadas en nuestra mesa de reuniones, alguien tocara el timbre y que esa persona fuera Fernando León de Aranoa, el director de cine. Traía una propuesta importante para todas, quería que le ayudáramos en la documentación de su película, Princesas, y todas nos pusimos manos a la obra. Ver a Fernando entregado, en nuestro mundo, fue divertido y emocionante. Le regalamos nuestras vivencias personales cotidianas. Él nos regaló la posibilidad de ser figurantes en su película. Y nosotras, las prostitutas, nos convertimos en princesas. Participar en la película, conocer a toda la gente de producción, compartir esos momentos, es algo que jamás vamos a olvidar. Candela Peña y Micaela Nevárez, desde su aprecio y ternura, nos pedían que le enseñásemos cómo lo hacíamos para poder aprender de nosotras.
Fuimos invitadas al estreno y posamos en la alfombra roja para la prensa. Después, para alegría de Fernando y nuestra, la película fue nominada a los premios Goya. El premio a la mejor canción original fue para Me llaman calle, de Manu Chao, quien prefirió que fuera en su lugar una de las chicas de la calle a recoger el premio, Margarita Carreras. En ese tiempo yo estaba en mi país, pero cuando vi las imágenes en televisión, ¡con esa presentadora nombrándonos! Fue realmente emocionante e importante para todas. Mil gracias a Fernando León de Aranoa y a Manu Chao por regalarnos ese Goya, que no sólo se encuentra en la oficina de Hetaira, sino que lo llevamos en nuestros corazones.
Además, siguieron las alegrías y ambos volvieron a contar con nosotras en la realización del videoclip de la canción. Fueron bonitos los días que pasamos juntos otra vez. Es difícil explicar con palabras lo que sentí y viví, pero ver a mis compañeras entregadas, de nuevo, en un proyecto tan gratificante es algo que nunca olvidaré. Los amargos momentos que hemos vivido han sido recompensados con estos momentos de felicidad, de trabajar unidas para conseguir todos los derechos que aún nos niegan.
Carolina Hernandez es trabajadora del sexo y miembro de Hetaira.