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Cronopiando

Nostálgicos

Fuentes: Rebelión

Son los nostálgicos una especie de cretinos que anotan y celebran la fecha en que por primera vez hicieron el amor y comieron perdices, que guardan celosamente la matrícula del primer vehículo que estrellaron, los recortes de prensa de la boda y el divorcio, las felicitaciones de los cumpleaños, incluyendo esas espantosas tarjetas musicales, y […]

Son los nostálgicos una especie de cretinos que anotan y celebran la fecha en que por primera vez hicieron el amor y comieron perdices, que guardan celosamente la matrícula del primer vehículo que estrellaron, los recortes de prensa de la boda y el divorcio, las felicitaciones de los cumpleaños, incluyendo esas espantosas tarjetas musicales, y todas las cartas recibidas…

Cada vez que tienen que mudarse de casa, la mitad de las propiedades que cargan son nostalgias.
Pero para evitar ser víctima de las propias nostalgias hay un remedio infalible que, por si les sirve, aprovecho para proponérselo.

Si es usted de esa clase de personas que necesita vivir del pasado porque ha transformado su presente en un almacén de recuerdos, ya que no de vivencias, le animo a que se siga sumergiendo en su pasado a la caza y captura de nostalgias, que se ponga a recordar, pero a recordarlo todo, absolutamente todo, y a recordarlo bien.

Vaya restándose años, conforme avanza en sus recuerdos, para seguir buceando en su pasado y rescatando para la nostalgia todas las grandes y simples estupideces que prodigó en su vida de casado, de soltero, de joven, de niño, de bebé…hasta desaparecer en el útero de su madre, con aquel llamado primer día y primer llanto, y siga entonces recordando aquel noveno mes definitivo y el octavo y el séptimo y llegue, finalmente, al primer día de su concepción y aún más atrás, siga recordando, hasta encontrar el espermatozoide que dio comienzo a todo y el óvulo que sirvió de cómplice, hasta encontrarse con su padre y con su madre y con los abuelos y con la última y más lejana generación de su árbol familiar y seguir, aún más allá, hasta toparse con el mono, con el huevo, y ni siquiera entonces conformarse, y seguir recordando, en aras de la nostalgia, más profundamente, mucho más allá, hasta llegar a Dios, si es que cree en él, o remontarse a la primera explosión cósmica y seguir ahondando sus recuerdos hasta que se le fundan las escasas neuronas que le resten, hasta que ya no pueda recordar nada más.

Considere entonces que la memoria no sólo es inútil sino peligrosa, y que por su culpa, muchos desdichados seres humanos todavía se empeñan en ser coherentes, así que, cuando haya recordado todo, lleve su pesada memoria hasta el primer basurero que encuentre y deshágase de ella, pero eso sí, tenga mucho cuidado de no ir a anotar en su diario la fecha en que perdió su memoria.