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Nuclenor, Garoña y la irresponsabilidad atómico-crematística

Fuentes: Rebelión

Preámbulo: Garoña es idéntica tecnológicamente al reactor número 1 de la central de Fukushima. A demás, como ha sido denunciado desde hace tiempo, está en pésimas condiciones y su hipotética puesta en marcha supone un riesgo de alta tensión inasumible por una ciudadanía y unas instituciones que no hayan perdido el juicio y la prudencia. […]

Preámbulo: Garoña es idéntica tecnológicamente al reactor número 1 de la central de Fukushima. A demás, como ha sido denunciado desde hace tiempo, está en pésimas condiciones y su hipotética puesta en marcha supone un riesgo de alta tensión inasumible por una ciudadanía y unas instituciones que no hayan perdido el juicio y la prudencia.

Con algo más de detalle.

Hace unos cinco años, antes de la hecatombe atómica de Fukushima, preguntaba al gran científico antinuclear Eduard Rodríguez Farré por la situación nuclear española. ¿Se había cerrado alguna central nuclear en España en aquel entonces? La de Vandellós, en Tarragona, me respondía, «fue la primera central que se cerró en España. Fue allí donde el 19 de octubre de 1989 se produjo un accidente en un reactor de tipo grafito-gas. El 30 de abril de 2006 se cerró Zorita» [1].

Parece que Garoña, añadía, pronto seguirá sus pasos. «Se está hablando del año 2009. El gobierno del PSOE, en teoría, prevé abandonar la energía nuclear en los próximos años, aunque algunos sectores, vinculados o representados políticamente por destacados miembros del partido, como el presente comisario de economía de la UE, Joaquín Almunia Amann, y también por José Montilla Aguilera, actual presidente de la Generalidad de Cataluña, presionan para relanzar la energía nuclear». Estarían además, recordaba, las declaraciones del ex presidente, y entonces asesor internacional, Felipe González.

ERF trazaba una breve historia de la energía nuclear en España. En los siguientes términos:

A comienzos de 1947 se creó en España una Comisión en el seno del CSIC «con el fin de dictaminar, en palabras de aquella época, «sobre temas de Física Técnica de mayor interés para el país»». A mediados de ese mismo año, es decir, ocho años después de la guerra civil española y dos años después del fin de la segunda guerra mundial (ERF nació en el campo de concentración de Argelès-Sur-Mer en 1940), «el Agregado Naval de la Embajada de los Estados Unidos en España donó al laboratorio y taller de Investigación del Estado Mayor de la Armada una amplia colección de publicaciones especializadas en temas de fisión nuclear y sus aplicaciones civiles y militares».

La vinculación USA-España franquista, fue como se recuerda, esencial, siempre lo fue, desde finales de los cuarenta o incluso antes. «Tras la clasificación de este material bibliográfico, y después de este primer contacto con el mundo exterior, surgió la posibilidad de iniciar una colaboración internacional». Con este fin se creó como comisión de estudio la Junta de Investigaciones Atómicas.

El primer Plan energético español es muy posterior. La crisis energética de 1973 de alcance mundial tuvo también una enorme repercusión sobre la economía española: «llevó a la elaboración del primer plan integrado de todo el sector energético. Dos años más tarde, el Plan Nacional de 1975 se planteó como objetivo fundamental una drástica reducción de la dependencia del petróleo, a costa sobre todo de un ambicioso desarrollo de la energía nuclear que debía satisfacer el 22,8% de la energía primaria de ese año y el 56% de la producción de energía eléctrica». Nada menos, una locura irresponsable. El Plan, con una duración prevista de diez años (1975-1985), «trataba de dar un fuerte impulso a todas las fases del ciclo del combustible nuclear, encomendando su realización a la Empresa Nacional de Uranio y a la Junta de Energía Nuclear.»

En 1977, muy poco después de que se celebraran las primeras elecciones legislativas no constituyentes, transformadas en ello, tras la muerte del dictador golpista, se redactó un nuevo Plan Energético: «a pesar de que no llegó a aprobarse, sirvió de base al Plan de 1978. Este plan abarcó el período 1978-1987 y supuso una reducción importante del programa nuclear». En el balance energético que se preveía para 1987 la energía atómica «pasaba a representar el 14,8% de la producción total de energía primaria y el 37,2% de la producción eléctrica, frente al antiguo 56%.».

Esta Comisión de Estudio de la que hablábamos realizó diversas tareas. Durante el trienio 1948-1950, se centró en dos grandes tareas. «Por un lado, en la formación de los primeros especialistas españoles en temas nucleares en Universidades y en centros especializados. Por otro lado, se iniciaron las prospecciones en nuestro país con el fin de encontrar uranio que sirviera de materia prima para el desarrollo de las primeras investigaciones». Como resultado de los trabajos realizados se creó, por Decreto Ley de 22 de octubre de 1951, la Junta de Energía Nuclear. Su finalidad: «aportar nuevos conocimientos en el proceso de producción de energía».

En 1963 se produjeron dos hechos decisivos prosigue ERF: «la promulgación de la Ley sobre la Energía Nuclear y la concesión de la autorización previa a la que será la primera central española, la de Almonacid de Zorita (Guadalajara), posteriormente llamada «José Cabrera», como homenaje al que fuera presidente del consejo de administración de la compañía constructora de la central Unión Eléctrica Madrileña». En julio de 1965, se puso la primera piedra; el 14 de julio de 1968 (cuatro días antes, no por causalidad, del entonces celebradísimo 18 de julio, el día del levantamiento fascista), «la central se sincronizó y suministró energía por vez primera a la red». Era la central, propiedad finalmente de Unión Fenosa, que, tras unos 40 años de funcionamiento, se cerró el 30 de abril de 2006.

Tres años más tarde de la inauguración de Zorita, en 1971 (hace pues ahora 43 años), fue conectada a la red la central de Santa María de Garoña (Burgos), con una potencia de 460 Mw. En 1972 entró en funcionamiento la central hispano-francesa de Vandellós I (Tarragona, al lado del Mediterráneo) con potencia de 500 Mw. Es esta última la primera central que se cerró en España. «En octubre de 1989 un incendio destruyó parte de sus instalaciones. Al año siguiente, una vez evaluada la viabilidad técnica y económica de proceder a su reparación, se decidió su clausura definitiva. Funcionó durante unos 18 años». Estas tres centrales -Zorita, Garoña, Vandellós I-, denominadas de primera generación, representaban una potencia conjunta de 1.220 MW.

Primera generación es un término que se suele usar para hacer referencia a «las primeras centrales proyectadas en la década de los 60 y cuya construcción se concluyó a finales de esa década o comienzos de la siguiente.»

Como consecuencia de la necesidad creciente de energía, se decidió en los años setenta del pasado siglo «la construcción de siete nuevos grupos, en cuatro centrales, de mucha mayor capacidad de generación, que significarían una potencia nuclear adicional de 6.500 Mw». A comienzos de 1981 empezó a producir electricidad «el primer grupo de la central de Almaraz, en Cáceres, con una potencia de 930 Mw; en 1983 lo hace el primer reactor de la central de Ascó, en Tarragona, a orillas del Ebro, con 930 Mw de potencia. Igualmente, ese mismo año, se pone en servicio el segundo grupo de la central de Almaraz con 930 Mw de potencia. En 1984 se inaugura la central nuclear de Cofrentes, en Valencia, a orillas del Júcar, con una potencia de 975 Mw. En 1985 se conecta a la red el segundo reactor de la central de Ascó, de 930 Mw de potencia. En diciembre de 1987 entra en período de pruebas la central de Vandellós II, que alcanza su plena potencia durante 1988 con un total de 1.004 MW de potencia. Por último, en 1989 se pone en servicio la central de Trillo I, en Guadalajara, junto al río Tajo, con 1.066 Mw.»

Resumiendo: el conjunto de centrales que en la actualidad se encuentran en fase de explotación, cierre o moratoria en España, corresponden a tres generaciones diferenciadas. La primera generación son las centrales proyectadas en la década de los 60 y cuya construcción se concluyó a finales de esa década o comienzos de los 70. Corresponden a esta generación las centrales «José Cabrera» , ya cerrada, que inició su explotación en 1968; «Santa María de Garoña» , de 1971, y «Vandellós I» , de 1972 (que sigue en desmantelamiento).

Luego estarían las de segunda generación, «que son las centrales proyectadas a comienzo de la década de los 70, cuya construcción se inició en la misma época con el objetivo de entrar en explotación a finales de la década, aunque los retrasos en el proceso de construcción hicieran que los planes se demoraran hasta los años 80». Son las centrales de Almaraz I y II , Ascó I y II , Cofrentes , y Lemóniz (eta última en moratoria, como es sabido). No se llegó a finalizar su construcción después del asesinato del ingeniero de la central por ETA. «Las de tercera generación son aquellas cuya construcción se autorizó con posterioridad a la aprobación del Plan Energético de Julio de 1979. Son las centrales de Vandellós II , Trillo I y Valdecaballeros I y II , estas dos últimas también en moratoria.

La mayoría de las centrales españolas, tanto las de primera como las de segunda generación, como se observa, «se localizan en la mitad septentrional de España». ¿Por qué? Porque es «el área con menor incidencia sísmica y donde la presencia de los ríos Tajo y Ebro posibilitan la satisfacción de sus necesidades de abastecimiento de agua para la refrigeración. Sólo Vandellós, implantada en la costa, se refrigera con agua de mar». En general, las centrales se encuentran en provincias o comarcas con baja densidad poblacional (no están en las cercanías de Sevilla o Zaragoza por ejemplo), «pero limítrofes a las que cuentan con grandes centros consumidores de electricidad como las áreas urbanas e industriales de Madrid y Barcelona, y las del Levante.»

El desarrollo de la producción de energía nuclear en España desde 1968 ha sido el siguiente: «de los 57 millones de kilovatios/hora que se generan con la entrada en servicio de la central «José Cabrera» se pasó a los 62.206 millones en el año 2000. En apenas tres décadas la producción de electricidad en las centrales españolas se ha multiplicado por 1.050. Las centrales españolas, además, registran un factor de carga del 87,1%, uno de los más altos del mundo. «Están trabajando casi a pleno rendimiento: este indicador relaciona la energía media bruta producida y la que hubiera generado la central funcionando a la totalidad de su potencia nominal.»

La contribución de las centrales a la producción eléctrica total es importante a partir de 1984. «Desde entonces la contribución de la energía nucleoeléctrica a la producción general de electricidad gira en torno al 25%. En cuanto al consumo de energía primaria en España hemos pasado del 15,4% en 1990 al 10,3% en 2005». Se prevé, señalaba entonces ERF, que en 2011 el porcentaje gire en torno al 9%.

¿Y la propiedad? Lo esperable: «las centrales españolas son propiedad de las grandes compañías eléctricas que operan en el país: Unión Eléctrica, Iberdrola, Unión Fenosa, Gas Natural.»

En España se realizaron dos estudios de mortalidad por cáncer desde 1975 a 1993 en poblaciones vecinas a 8 instalaciones nucleares, de 283 y 489 localidades respectivamente, situadas a 30 Kms. «Los resultados del estudio, del grupo dirigido por López-Abente, no evidenciaron un exceso de riesgo por cáncer en la mitad de ellas -Zorita, Garoña, Vandellós y Almaraz-, aunque en conjunto se encontró un exceso de mortalidad debida al cáncer de pulmón y riñón, y a leucemias». Se observó un exceso de riesgo de cáncer en las siguientes localizaciones: «cáncer de estómago en el área de la central nuclear de Garoña, leucemia en Andújar y Ciudad Rodrigo, cáncer óseo en el área de Vandellós, tumores de tejidos conectivos, mieloma múltiple en el área de la central nuclear de Zorita y en la de Almaraz, cáncer de mama en mujeres en el área de El Cabril y cánceres de colon y tiroides en el área de La Haba, en Cáceres.»

Creía él, le pregunté finalmente a nuestro científico republicano, que los trabajadores podrían implicarse más en la seguridad de las centrales. Su respuesta: «Sin duda. Los trabajadores españoles de las centrales no pueden pero deberían poder denunciar de forma anónima, como ocurre en otros países, las violaciones de los protocolos de seguridad, los accidentes, por insignificantes que parezcan, que están siendo ocultados, las múltiples trasgresiones que se puedan cometer y que de hecho se cometen…No quiero idealizar, ya sabemos la diferencia entre lo permitido y lo realizable, es posible, es muy probable si quieres, que los trabajadores reciban muchas presiones para que permanezcan en silencio. Lo admito. Pero como mínimo ahí hay una vía de crítica, de intervención ciudadana, de control obrero, para hablar más claramente, y para recordar de paso los viejos y buenos tiempos donde todas estas cosas no sonaban a aspiraciones quiméricas sino a finalidades razonables y justas por las que merecía la pena luchar.

Viene todo esto a cuento, como señalé, de Nuclenor, de la posible… ¡reapertura de Garoña! ¡Otro enorme disparate que muestra algunas de las manos y actuaciones que dominan y dirigen el país!

Nuclenor, participada como es sabido por Endesa e Iberdrola, es la empresa propietaria de la central de Garoña. La corporación presentó el pasado martes, salvo error por mi parte, ante el Ministerio de Industria, «la solicitud para renovar el permiso de funcionamiento de la planta» [2]. La empresa, no es una locura del que suscribe, «pretende ampliar la vida útil de la instalación hasta el 2 de marzo de 2031», ¡17 años más! ¡Nunca se había solicitado en España una prórroga de esta duración! En esa fecha, en 2031, se cumplirían los 60 años de su explotación comercial.

Nuclenor-qué-horror ha señalado en una nota de prensa: «Este periodo de explotación es consistente con la práctica regulatoria existente en Estados Unidos, país origen de la tecnología de la planta, que ha sido utilizada como referencia en las evaluaciones técnicas de operación a largo plazo por parte del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN). Un marco temporal de estas características es necesario para hacer viable el proyecto y proporcionaría la estabilidad y certidumbre adecuada para acometer las inversiones precisas». ¿Viable entonces el proyecto? ¿Certidumbre para invertir en seguridad? Una barbaridad que intentará luego negociar (con bloqueo), a la aparente baja, un período de 10 o 12 años. Beneficios sin fin.

El gobierno atómico-servil ha puesto lo suyo: real decreto de febrero de 2014, hecho a la medida de Garoña y Nuclenor, que establece que el cierre de las centrales será definitivo cuando se produzca motivos de seguridad. ¿Motivos de seguridad? Entonces: ¡que se cierren todas! El presidente de Endesa, Borja Prado (vale la pena mirar sus antecedentes familiares y sus conexiones Real-borbónicas) ya anunció que iban a solicitar la reapertura tras el cambio legislativo.

La planta paró en diciembre de 2012 por cuestiones económicas. ¿Por qué? «Antes de que el 1 de enero entraran en vigor nuevos tributos que, según la empresa, comprometían su rentabilidad.» Es decir, menos beneficios, no ausencia de ellos.

El CSN tiene que emitir un informe que señale las condiciones que debería cumplir la central en caso de que se conceda la prórroga. Veremos las condiciones. El ministro de Industria, José Manuel Soria, un atómico con gomina servil a todas las corporaciones del sector, ha señalado que el informe del CSN podría tardar «varios meses» y que «probablemente» no estaría terminado antes de un año.

Vale la pena no olvidar que fue el primer gobierno Zapatero -¡no nos falles!- quien extendió el permiso en 2009, cuatro años más. El cierre se fijó, en principio, para el 6 de julio de 2013. Don Mariano visitó la planta y afirmó que el PP no permitiría su clausura. ¡Viva la España atómica! A lo dicho, en este ámbito, hechos. En julio de 2012 el Gobierno modificó el decreto de cierre: concedió a Nuclenor un plazo de dos meses para solicitar la prórroga de actividad hasta 2019.

La empresa propietaria dejó pasar el plazo, no presentó la solicitud. ¿Por qué? Incertidumbre sobre los impuestos y el elevado coste de las inversiones (unos 100 millones de euros). Más presión, queremos más pasta, transmitirían por las cloacas corporativas.

Ecologistas en Acción y Greenpeace han criticado la «delirante» petición. Con razón. Punto básico: los principales componentes y estructuras de la central se diseñaron bajo la hipótesis de 40 años de vida. ¡40 años, no 60 ni 50! ¿Importa algo todo esto? No, desde luego. Lo que les importa es otra cosa muy distinta, que nada tiene que ver con la seguridad, con la salud de las personas y con el medio ambiente.

Y a nosotros, incluidos en el «nosotros» los trabajadores de la central y los ciudadanos que viven o no en las cercanías, ¿a nosotros que nos importa realmente?

 

Notas:

[1] ERF y SLA, Casi todo lo que usted deseaba saber algún día sobre los efectos de la energía nuclear en la salud y el medio ambiente. Barcelona, El Viejo Tipo, 2008

[2] http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/05/27/actualidad/1401201725

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.