En su página Web el BBVA alerta a las pequeñas y medianas empresas que operen con el banco sobre los despidos «mal gestionados». Señala errores como no guardar las formas, basarse en hechos no probados, tomarse la rescisión del contrato como algo personal, presionar al trabajador que abandona la empresa con «malas artes», el uso […]
En su página Web el BBVA alerta a las pequeñas y medianas empresas que operen con el banco sobre los despidos «mal gestionados». Señala errores como no guardar las formas, basarse en hechos no probados, tomarse la rescisión del contrato como algo personal, presionar al trabajador que abandona la empresa con «malas artes», el uso de una enfermedad como excusa, no respetar a los asesores legales y no informar primero al trabajador. Es la ética de los negocios. El 23 de marzo nueve sindicatos -Comisiones Obreras, UGT, CGT, ACB, CIC, ELA, LAB, SCAT y SEC- convocaron concentraciones ante las siete delegaciones territoriales de la entidad financiera, con la consigna «No más despidos. No hay razones». Denuncian hasta 50 despidos -en forma de «goteo»- en los últimos meses, por lo que el banco considera «baja productividad, intencionada y voluntaria». Señalan asimismo estrategias de presión y amedrentamiento, mientras se allana el camino a la banca digital.
En octubre de 2016 el consejero delegado del BBVA, Carlos Torres Vila, quien percibió ese año una suma de 4,4 millones de euros (un 16% más que en 2015) marcó la senda. Recordó que el banco había clausurado 436 oficinas en Cataluña, a lo que se agregaría otro centenar en el estado español. Además, con jerga alambicada anunció recortes de plantilla: la «salida» de unas 2.000 personas de la «Actividad Bancaria España» del BBVA (entidad en la que trabajan más de 27.000 empleados), de las que 1.556 corresponden a un «plan de eficiencia» tras la compra de Catalunya Caixa en abril de 2015. Es lo que Torres Vila denominó «prioridad estratégica en el control de costes». El BBVA logró en 2016 unos beneficios netos de 3.475 millones de euros, un 31,5% superiores a los de 2015. Los ingresos del presidente de la entidad, Francisco González, ascendieron a 4,9 millones de euros, según la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV).
En las sedes centrales del banco en Madrid, Bilbao, A Coruña, Terrassa, Sevilla, Las Palmas y Valencia se desplegaron ayer acciones reivindicativas. LMJ, de 47 años, trabaja de gestor comercial en una sucursal del BBVA en la provincia de Valencia. Lleva 17 años en la entidad. Además de manifestarse contra los despidos, «la plantilla está atemorizada porque los objetivos son inalcanzables; y por los objetivos nos miden, es la carta de presentación de los comerciales», afirma. Por ejemplo el banco fomenta actualmente las plataformas digitales y las quiere «para ya», sin apenas maduración, de manera que los clientes adquieran el máximo de productos financieros mediante las nuevas herramientas. Si a las 14,30 horas (cuando el banco cierra las puertas al público), LMJ no ha vendido seguros, fondos de inversión o cuentas de ahorro, es como si no hubiera trabajado ese día. Así piensa su jefe, el director de sucursal. Otra cuestión son las horas extraordinarias no remuneradas, muy habituales en el sector. LMJ trabaja dos tardes a la semana sin que debiera hacerlo, «y soy de los que menos se queda».
Cuatro sindicatos -Comisiones Obreras, CGT, UGT y ACB- consensuaron una intervención en la junta general de accionistas celebrada el pasado 17 de marzo. Destacaron la magnitud del tajo en las plantillas: entre enero y septiembre de 2016, cerca de 120 despidos. Uno de los hitos podría marcarse en junio, cuando -«para amedrentar y ejemplarizar», critican los sindicatos- se procedió al despido de 14 empleados (dos de cada dirección territorial); a finales del pasado año la lista se amplió con otros 28 despedidos en los Servicios Centrales de Madrid. Y después ocho más entre Madrid, Barcelona, Andalucía y Navarra. Es lo que los sindicalistas denominan la estrategia del «goteo». Como fórmula para presionar y extender el miedo, el banco utiliza un extranjerismo: el «engagement» o rankings de productividad, en los que según los sindicatos podrían figurar unos 600 trabajadores. El diseño de las listas corre a cargo del departamento de Talento & Cultura (nombre con el BBVA designa a la sección de Recursos Humanos), con la colaboración de los directores de zona y de CBC (directores de cabecera de oficina).
El banco afirma que el «engagement» tiene como fin motivar a los empleados y recuperar talentos, en síntesis, una herramienta de mejora y oportunidad para el cambio. Pero se trata, según las denuncias sindicales, de listados para controlar el trabajo por objetivos, de un «arma malévola» para atemorizar a los trabajadores con el despido. Aunque en realidad, los despedidos que figuraban en estas listas tampoco eran los últimos del ranking, sino que se situaban, en palabras de la empresa, «por debajo de la media» en los índices de productividad. En la junta de accionistas los sindicatos informaron de lo ocurrido en algunas sucursales catalanas, visitadas por gestores del departamento de Talento & Cultura para señalar a algunos empleados porque supuestamente «no encajaban» en la entidad; y para decirles que el banco no contaba con ellos, de manera que se les planteaba la siguiente disyuntiva: la excedencia o el despido. Pusieron otra nota crítica a la máxima reunión de accionistas los portavoces de la campaña «Banca Armada», quienes airearon la relación del BBVA con empresas del entramado militar como el grupo Airbus y Finmeccanica; además de los 2.700 millones de euros invertidos por el banco durante 2016 en el sector.
En la movilización convocada en Valencia han participado un centenar de trabajadores y delegados sindicales. FSJ, de 45 años y con 14 de antigüedad en el BBVA, vende seguros, préstamos y fondos de inversión, entre otros productos. «Cuesta mucho, estamos algo demonizados por los efectos de la crisis, pero creo que tampoco habría que generalizar». Como gestor comercial de una sucursal de Valencia, atiende clientes sin pausa y asume tareas administrativas entre las 8 y las 3, periodo en que debería realizar las ventas diarias. No llega a todo, reconoce, y además tiene que pechar con las presiones del director de sucursal y de CBC. Además, FSJ es otro de los empleados que se ve obligado a ampliar la jornada laboral. ¿Cómo se convive diariamente con el «engagement» en la oficina? «Supone trabajar con la ‘espada de damocles’ del despido, que puede llegar si el empleado no mejora la ficha de resultados y ventas», explica. El trabajador pone un ejemplo del mecanismo coactivo: «En las listas han incluido a gente que cumplía con los objetivos de la empresa, y sólo porque rechazaban una ampliación de la jornada». Julio Ros, delegado sindical de Comisiones Obreras en el BBVA, resalta que el estrés y las crisis de ansiedad se ceban especialmente con la red de comerciales. Destaca además el efecto negativo que la doble jornada forzosa tiene sobre las mujeres.
Algunos testimonios permiten echar la vista atrás y comprender la evolución de la entidad financiera. Pilar García, de 56 años, se prejubiló hace seis. Laboró durante 32 años en diferentes departamentos del banco. Como delegada sindical de CGT en el BBVA sufrió acoso por parte de la dirección, lo que se tradujo en un traslado de oficina y zona. Además la relegaron a las funciones de cajera, por debajo de su cualificación. «Hace quince años había más solidaridad, compañerismo y los trabajadores se afiliaban en mayor número a los sindicatos; a partir de los años 90 se precarizaron cada vez más las condiciones laborales: los convenios hoy no tienen la misma fuerza, una parte de las condiciones las pacta el banco con cada trabajador; y te tienen pillado».
Ilustra el argumento con una experiencia que vivió en Madrid, en la agencia bancaria donde trabajaba en 1980. La empresa tenía en el punto de mira a un empleado, al que pensaba despedir; sin importar razones, los compañeros se plantaron en la sección de Recursos Humanos; la empresa les llamó después, uno por uno, y todos se ratificaron en su posición. «Finalmente no despidieron al compañero; hoy en cambio el individualismo y la precariedad hacen que la gente mire para otro lado», explica la sindicalista. Después de concebir a su segunda hija, el banco ofreció a Pilar García un contrato de jornada a tiempo parcial. «Me negué y ahí empezaron las represalias», señala cuando termina la concentración frente a la Territorial valenciana del BBVA. La experiencia le llevó a dar un paso al frente, como delegada sindical. Otro veterano, Vicent Soler, trabajó durante 28 años -hasta 2003- en la entidad financiera y fue el primer delegado de CGT en el BBVA de Valencia. «Entonces no veíamos tanto los suelos de los directivos y sus planes dorados de pensiones». «Hoy son la otra cara de la precariedad», remata.
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