En Colombia los trabajadores, campesinos pobres y clases medias en proceso de empobrecimiento tienen todas las condiciones para dar un salto cualitativo en sus luchas. No se trata sólo de llegar a ser gobierno en alianza con otros sectores de la sociedad (fracciones de la burguesía y de la pequeña-burguesía) sino de luchar en verdad […]
En Colombia los trabajadores, campesinos pobres y clases medias en proceso de empobrecimiento tienen todas las condiciones para dar un salto cualitativo en sus luchas. No se trata sólo de llegar a ser gobierno en alianza con otros sectores de la sociedad (fracciones de la burguesía y de la pequeña-burguesía) sino de luchar en verdad por el poder político y construir nuevas formas de organización social que incidan de manera determinante en la vida de nuestro pueblo y los trabajadores del mundo entero.
Hemos visto cómo en América Latina esos sectores sociales eternamente marginados y excluidos del poder político y económico, han accedido de diversas maneras a los gobiernos en diferentes países. Así ha sucedido en Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Chile, Ecuador, Bolivia y Guyana. Igualmente, han accedido a poderes locales y regionales de importantes ciudades y departamentos (estados, provincias).
Sin embargo, después de protagonizar las principales luchas, movilizaciones y levantamientos sociales y políticos, después de realizar sacrificios y ser los artífices de las revoluciones que han hecho posible el derrocamiento o debilitamiento político de las clases dominantes, a la hora de «ejercer el poder», los trabajadores y campesinos pobres se ven relegados nuevamente y se tienen que enfrentar al mismo Estado contra el que lucharon, claro, ahora en manos de quienes dicen representarlos desde la burocracia.
En aquellos países como en Ecuador y Bolivia, en donde las masas populares organizadas lograron derrocar a los gobernantes neoliberales (Mahuad, Bucaram y Gutiérrez en Ecuador, Lozada en Bolivia), existieron situaciones inéditas en donde el efectivo poder fue ejercido temporalmente por el pueblo insurrectado. Sin embargo, no existía la organización política que fuera capaz de avanzar en la construcción de Democracia Directa. Rápidamente se entrega el poder a sectores medios de la sociedad e incluso a fracciones burguesas, para iniciar el supuesto camino de «utilizar el Estado heredado», «transformar las instituciones democráticas (burguesas, representativas)» y «crear los Estados plurinacionales».
Al perder la oportunidad de profundizar en la construcción de un verdadero poder popular, los trabajadores y campesinos pobres, sin dirección política independiente y autónoma, no son conscientes de la trampa en que se meten a partir de ese momento. Todas sus reivindicaciones anti-neoliberales – soberanía sobre los recursos naturales, reforma agraria democrática, desprivatización de las empresas de servicios públicos, industrialización de las materias primas, re-invención de la legislación laboral para acabar con la tercerización, educación y salud públicas y universales, etc. – son tramitadas al interior del Estado (heredado) y sus organizaciones populares se ven obligadas a esperar ese trámite.
Así ocurrió por ejemplo en el Cauca durante el gobierno de Floro Tunubalá entre 2001-2003. Las organizaciones campesinas e indígenas, que fueron protagonistas de importantes luchas sociales durante las décadas anteriores, se paralizaron, no realizaron ninguna movilización durante ese período de gobierno, sus principales cuadros se dedicaron a la «gestión gubernamental», y ante el bloqueo de los partidos tradicionales desde el gobierno central (nacional), no se plantearon la movilización popular sino que buscaron financiar su «Plan de Desarrollo Alternativo» por medio de la cooperación internacional. Renunciaron voluntariamente a la lucha directa para supuestamente no crearle problemas al «gobierno alternativo».
En Colombia nos estamos acercando al momento en que fuerzas diferentes a los partidos burgueses accedan al gobierno central (nacional). Si las fuerzas independientes, alternativas, progresistas y de izquierda, se unifican durante este período, si consiguen construir un programa político pedagógico y movilizador, no sólo frente al tema de la salida política al conflicto armado sino frente al modelo de desarrollo neoliberal, van a ser gobierno en el año 2018. Seguramente tengan que hacer alianzas para dividir el bloque hegemónico, posiblemente tengan que ceder en algunas metas para poder contar con aliados temporales, pero todo apunta a que el «Partido del Pueblo» que ya se expresa como movimiento democrático, llegue al Palacio de Nariño en las próximas elecciones (2018).
Sin embargo, paralelamente se vienen dando las condiciones para que el movimiento popular también se unifique en el terreno de la lucha directa y se proponga, en medio del «Nuevo Proceso Constituyente», la construcción de un nuevo poder alterno, la Democracia Directa, que unifique a las organizaciones sociales y las lleve al encuentro con los ciudadanos del común, para crear, por lo menos en cada cabecera municipal y departamental, organismos populares (Cabildos Ciudadanos), que contribuyan con el ejercicio electoral pero que no se diluyan cuando sus movimientos y dirigentes consigan llegar a los gobiernos locales y regionales. Pueden y deben constituirse en órganos de poder alternativo.
De alguna manera este proceso ya se vive, especialmente en el mundo indígena. Los Cabildos Indígenas cumplen el papel de la Democracia Directa (la asamblea popular, el control político de alcaldes, concejales, y de los mismos Gobernadores indígenas), pero sin embargo, desde 1991, con la aprobación de las Entidades Territoriales Indígenas ETIs y el manejo de las transferencias nacionales (recursos económicos), los cabildos han venido siendo absorbidos por la dinámica del Estado burgués y de la democracia representativa. La democracia directa ha venido siendo subsumida por la democracia representativa, lo cual ha generado una burocracia que se comporta en el mundo indígena como un nuevo poder por encima de las comunidades originarias.
Si en Colombia el Congreso de los Pueblos, Marcha Patriótica, la ONIC, los sindicatos, la ANUC en reconstrucción, y una gran cantidad de organizaciones sociales de carácter local y regional, acompañadas por lo más avanzado del Movimiento Democrático, consiguen diseñar una estrategia de unificación y constitución de organismos políticos permanentes, que vayan más allá de la negociación de reivindicaciones con los gobiernos, y se propongan la tarea de construir esa Democracia Directa como expresión de Poder Popular «desde abajo», podrán desarrollar una nueva experiencia política, que contribuya en la superación de los errores que se han cometido en los países vecinos.
Una estrategia de ese tipo llevaría a una situación de «dualidad de poderes». Una parte de dirigentes del Movimiento Democrático se pueden insertar en el «Estado heredado» – no para perfeccionarlo sino para socavarlo y destruirlo -, para reemplazarlo por una verdadera democracia, constituida por órganos de poder surgidos de la sociedad, de abajo hacia arriba, con funcionarios controlados por las bases, revocables, bajo el criterio «neo-zapatista» del «mandar obedeciendo», con salarios que promedien lo que gana un trabajador medio, con funciones legislativas y ejecutivas surgidas de asambleas comunitarias y cabildos ciudadanos, con formas participativas de toma de decisiones y socialización de las mismas utilizando los nuevos medios de comunicación. Deberán aparecer múltiples iniciativas creativas para desarrollar procedimientos democráticos que impidan el surgimiento de poderes burocráticos y/o dictatoriales como sucedió en los países donde se intentó construir el socialismo durante el siglo XX.
El reto que tenemos los trabajadores y campesinos pobres es grande pero las condiciones en Colombia dan para que este nuevo camino pueda desarrollarse. Congreso de Los Pueblos ya ha hecho diversos intentos de construcción de esas formas de poder, pero ha faltado una apertura hacia el conjunto de la sociedad. En la misma dirección van las Constituyentes por la Paz impulsadas por Marcha Patriótica, pero adolecen del mismo problema. Todavía son «órganos de poder» controlados por una sola organización y por tanto, su dinámica no es realmente democrática. Pero son experimentos que denotan que están en esa dirección y perspectiva.
Si al interior de las Convergencias por la Paz y Democracia que se están construyendo en las regiones como parte de la constitución del Frente Amplio por la Paz, se discute y aprueba esa estrategia de impulso de un Nuevo Tipo de Proceso Constituyente «Desde Abajo», estaríamos ad-portas de avanzar hacia un nuevo estadio de la lucha popular en Colombia y en Latinoamérica. Al lado de los Estados heredados de la Colonia y de las falsas republiquetas «de mentiras» que crearon las lumpen-burguesías latinoamericanas, se iría forjando un verdadero poder popular, revolucionario, transformador.
Si esa estrategia se aprueba, el ejercicio de participación de las fuerzas populares en las coaliciones y alianzas para acceder a los gobiernos (local, regional y nacional) se facilita. En ese terreno podremos ser muy flexibles, podemos apoyarnos en sectores medios de la sociedad, colocar cuadros tecnócratas en cargos burocráticos e ir desmontando el enorme aparato burocrático heredado del capitalismo lumpesco que se ha desarrollado en nuestros países, siempre alertas y con el máximo cuidado de no diluir el verdadero poder popular.
De esa manera no tendremos que dedicar a nuestros mejores dirigentes al desgaste de las negociaciones con el Estado o a ser Alcaldes y Gobernadores. Ellos tienen que colocarse al frente del nuevo tipo de administración que irá surgiendo de la organización popular. Se colocarán al frente de la Democracia Directa y no a la cola de la democracia representativa como actualmente ocurre.
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