Ya desde pequeño Shelton Jackson hacía gala de un fuerte carácter, por eso su madre comenzó a llamarle Spike («púa»). El cineasta afroestadounidense ha permanecido combativo y furioso hasta ahora, arremetiendo contra el trato diferenciado que reciben blancos y negros, ricos y pobres, fuertes y débiles. Con sus virtuosos ataques contra el racismo diario en […]
Ya desde pequeño Shelton Jackson hacía gala de un fuerte carácter, por eso su madre comenzó a llamarle Spike («púa»). El cineasta afroestadounidense ha permanecido combativo y furioso hasta ahora, arremetiendo contra el trato diferenciado que reciben blancos y negros, ricos y pobres, fuertes y débiles.
Con sus virtuosos ataques contra el racismo diario en Estados Unidos se convirtió en representante del ‘new black cinema’. Este martes 20 de marzo el cineasta, productor y actor cumple 50 años.
A Spike Lee no le gusta nada cuando le definen como «el Woody Allen negro», pero los paralelismos existen. También sus películas son cintas de autor, producidas de manera independiente, a veces protagonizadas por su director, y también son siempre una declaración de amor a Nueva York, aunque critique sin piedad sus injusticias y conflictos.
«Nunca creí en esa mierda del crisol de razas. Para eso hay que ser blanco», señaló al periódico alemán ‘Die Zeit’ en su característico estilo drástico.
Desde su tercer año de vida, este hombre nacido en el sur de Estados Unidos está unido a la ciudad multicultural. Sus padres -un conocido bajista de jazz y una maestra- se mudaron con sus cinco niños en 1959 a un barrio negro en Brooklyn.
Recibió el Oscar estudiantil por la cinta con la cual culminó sus estudios en la academia de arte de Nueva York, ‘Joe’s Bed-Stuy Barbershop: We Cut Heads’ (1983).
Primera producción ‘en familia’
Su abuela financió la divertida historia sobre la vida en el gueto negro en Nueva York, su compañero taiwanés Ang Lee (‘Sentido y sensibilidad’) realizó la asistencia de dirección y su padre hizo la banda sonora.
Spike Lee alcanzó el éxito en 1986, con la comedia ‘Nola Darling’ (‘She’s Gotta Have It’), una entretenida historia de una joven mujer negra que intenta en vano conciliar a sus tres diferentes amantes. La cinta, que costó 175.000 dólares, recaudó siete millones de dólares.
Para preservar su independencia de los estudios de Hollywood, el cineasta fundó con el dinero en Brooklyn su propia productora ’40 Acres & a Mule’ (’40 acres y una mula’), un nombre que pretende recordar una promesa frecuentemente no cumplida frente a esclavos liberados.
Siguieron las películas ‘Fiebre salvaje’ (‘Jungle Fever’), ‘Malcolm X’, el documental candidato al Oscar ‘4 Little Girls’ (1997) y el furioso drama sobre narcotraficantes ‘La última noche’ (’25th hour’, 2002). Otras obras como ‘Clockers: camellos’ o ‘La marcha del millón de hombres’ (‘Get on the Bus’) fueron acogidas de forma desigual por la crítica. Algunos lo acusaron de hacer «editoriales en forma de películas», con demasiadas palabras, pegajosas y con una visión en blanco y negro de las cosas.
También resultó políticamente controvertida la tragicomedia ‘Haz lo que debas’ (‘Do The Right Thing’, 1988), candidata al Oscar, por la cual fue acusado de provocar disturbios raciales con su discurso.
El relajo de la madurez
En su hasta ahora última película para el cine, ‘Plan oculto’ (‘Inside Man’, 2006), el ‘angry black man’ (hombre negro enfadado) se ha tranquilizado un poco. «Uno no puede enojarse ininterrumpidamente durante 30 años», afirma.
Por eso hizo una audaz película de suspense «más normal», sobre la toma de rehenes en un banco, a pesar de que se trasluce la firma políticamente polémica de Lee. «Puedes besar mi culo negro», le hace decir a su actor favorito Denzel Washington a una engreída ejecutiva bancaria blanca.
Pero se enfadó otra vez cuando el huracán ‘Katrina’ arrasó Nueva Orleans. Desde el principio, estuvo ahí con su cámara para registrarlo todo. El resultado fue el desgarrador documental de denuncia ‘When the Levees Broke: A Requiem in Four Acts’ (2006), emitido por televisión.
Este director adicto al trabajo, exitoso también en la publicidad, prefiere mantener a resguardo su vida privada.
Obviamente, para cumplir con la imagen de ‘outsider’ en su calidad de cineasta negro, Spike Lee no espera recibir en los próximos 50 años el máximo premio de la industria cinematográfica. «En todo caso, recibiré alguna vez uno (Oscar honorífico) como Robert Altman. Claro está, si antes me someto a un trasplante de corazón, riñón y cerebro».