La activista feminista, periodista y directora general de Igualdad del Principado de Asturias analiza la situación de las mujeres en la España del siglo XXI y recuerda que «las mujeres ni se compran, ni se vende, ni se alquilan».
Nuria Varela (Turón, 1967) lleva décadas siendo una de las voces –y plumas– más relevantes del feminismo en nuestro país. A sus espaldas deja libros tan reconocidos como Íbamos a ser reinas. Mentiras y complicidades que sustentan la violencia contra las mujeres (2002, Ediciones), Feminismo para principiantes (2005, Ediciones B), La voz ignorada (2012, Debate), Cansadas (2017, Ediciones B) o Feminismo 4.0 (2019, Ediciones B).
Después de liderar el gabinete del Ministerio de Igualdad creado por José Luis Rodríguez Zapatero en 2008 y dar clases de Comunicación, Políticas de Igualdad, Historia de la Teoría Feminista y Violencia de Género en la Universidad Complutense de Madrid, decidió volver a su tierra natal, Asturias.
Desde finales de 2019 ha tomado las riendas del Instituto Asturiano de la Mujer y de la Dirección General de Igualdad del Principado. Allí, el 25 de noviembre de 2020, creó el Centro de crisis para víctimas de agresiones sexuales, el primero en nuestro país en abrir sus puertas con atención 24 horas al día y 365 días al año.
Alguna vez ha dicho que se considera una mujer rebelde, pero ¿qué significa?
Ser rebelde significa analizar el mundo en el que vives, detectar lo que es injusto, detectar las mentiras que te cuentan y enfrentarte a ellas y remangarse para cambiarlas. Eso es ser una mujer rebelde. Es decir, ser feminista, básicamente.
¿Qué se siente siendo un referente del feminismo en este país? Porque, sabe, lo es para muchas.
Es complicado hasta que me hagan la pregunta. Pero siento mucho orgullo de ser feminista y me siento muy orgullosa de pertenecer a una larguísima genealogía de mujeres. Para mí la genealogía es muy importante y por eso cito tanto en mis libros y soy tan pesada con las mujeres jóvenes de que no empiecen por el final, sino por el principio. Creo que ahí está nuestra fortaleza y nuestra mayor rebeldía.
Frente al patriarcado, que siempre ha querido enfrentarnos, separarnos, pelearnos y rompernos, ha estado el feminismo, que siempre ha querido unirnos, trabajar juntas y sacar proyectos juntas. Me siento muy orgullosa de haber tenido la suerte de ser feminista y de todo el trabajo desarrollado, tanto por las mujeres que nos abrieron las puertas como por mi generación, como por todas las jóvenes.
«Ser una mujer rebelde es ser feminista, básicamente»
¿Están las generaciones más jóvenes a la altura de sus maestras en la lucha feminista?
Siempre he confiado absolutamente en las generaciones jóvenes y creo que, además, cada generación tiene sus retos y tiene sus dificultades y tiene sus preguntas a las que dar respuesta y, por supuesto, sus dificultades. El 8 de marzo de 2018 no hubiese sido posible si las generaciones jóvenes. Es un orgullo de las que ya tenemos un largo recorrido ver cómo empezaba en esos años previos al 2018 a surgir grupos feministas en los institutos de mujeres tan jóvenes con tanta conciencia de la profundísima desigualdad en la que vivimos, a pesar de todo el bombardeo que tienen, de mensajes que les dicen lo contrario, de tantas mentiras como les cuenta, de lo hipersexualizada que pretenden que estén desde las propuestas de ropa hasta las de ocio… y a pesar de todo eso, ver esos millones de mujeres jóvenes en España, miles de mujeres jóvenes en Asturias, concienciadas, juntas, saliendo a la calle, trabajando, peleando, proponiendo…
Por supuesto que están a la altura y han cogido el relevo. Pero del feminismo no se va nadie, porque ahí tenemos a nuestras mayores. Se han ido sumando todas las generaciones.
A finales del año pasado se hablaba de que se producen seis violaciones al día en España. ¿Realmente ha aumentado la violencia sexual o es que se está visibilizando más?
Es que esos titulares son falsos. ¿Y por qué son falsos? Porque no lo sabemos y quien diga que lo sabe, miente. No lo sabemos. Por un lado, se confunde –que no entiendo como a estas alturas se sigue confundiendo– la violencia denunciada con la violencia real. Que haya más o menos denuncias, en principio no es ni un buen ni un mal indicador. Porque que haya más o menos denuncias… ¿dónde se está hablando de que hay más o menos violencia? Por ejemplo, Asturias ha sido la comunidad autónoma donde más han aumentado las denuncias en el último año. No puede ser casualidad que sea la única que tiene un centro de crisis. ¿Eso significa que es donde más aumenta la vida sexual? Ya lo dudo.
¿Diría, entonces que tal vez que la labor de acompañamiento del centro de crisis produzca un incremento de denuncias?
En cualquier caso es lo que yo quiero pensar, pero tampoco lo sabemos. El mayor déficit que tenemos es en datos. O sea, una violencia tan poco denunciada, tan poco estudiada y tomada con tan poca preocupación socialmente y académicamente, es muy difícil saberlo. La lógica, el sentido común y la experiencia en el estudio de la violencia de género nos hacen pensar que cuando una violencia no se denuncia –partimos de una situación tan mala como un 8% de denuncias en toda España– y vemos un aumento de denuncias acompañado de un nuevo recurso, queremos pensar que es que ese nuevo recurso está dando confianza a las mujeres para denunciarlo más.
Pero todo esto hay que seguir estudiándolo y tenemos que seguir viéndolo. Ahora, lo que no hay que estudiar y lo que tenemos que evitar es confundir las denuncias con la violencia.
«Que haya más o menos denuncias, en principio no es ni un buen ni un mal indicador»
Entonces, ¿tenemos la intuición de que está aumentando la violencia sexual en los últimos años?
Tenemos esa intuición, pero es una intuición porque no lo sabemos realmente. Sí que vemos que está bajando la edad de la violencia. Vemos que está bajando la edad en el inicio de las relaciones sexuales. Vemos que se ha disparado el consumo de la pornografía en internet. Es decir, vemos una serie de indicadores, pero como no tenemos cifras con las que comparar, yo sería muy prudente. Lo que está claro es que tenemos mucha violencia sexual y tenemos mucha violencia sin denunciar. Eso es lo que me dice entre las estimaciones y la experiencia de un año en marcha del Centro de Crisis nos dice que incluso hay más necesidad de la que detectábamos cuando lo pusimos en marcha.
Otro tipo de violencia es la que ejercen los grupos antiaborto, que saltaban al foco mediático también el año pasado.
Eso lleva pasando muchos años, otra cosa es que en 2021 lo hemos visto porque se ha llevado al Congreso. Los grupos que no reconocen los derechos y la libertad de las mujeres, y los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres llevan oponiéndose desde siempre. No quiero ni acordarme de lo que fue la redacción de la actual Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. ¡Teníamos manifestaciones con los obispos en la calle!
¿A qué responden estas situaciones?
Tiene que ver con una sociedad que parece que da retrocesos no sólo en igualdad, sino en respeto, que creo que al final es la base de esta. El auge de la ultraderecha es el auge del negacionismo y de la falta de respeto a los derechos y las libertades, a cosas y ámbitos que, si bien sabíamos perfectamente que no estaban completamente desarrollados, sí que pensamos que había un mínimo de juego democrático común. Es decir, que las reglas del juego democrático estaban claras, que pasan por el respeto y los derechos humanos.
Las sociedades más sólidas democráticamente, con un sistema de justicia y económico más sólidos también son las sociedades más igualitarias, que más respetan los derechos de las mujeres. O sea que la vida de las mujeres, el respeto a las mujeres y la igualdad entre mujeres y hombres es la prueba del algodón de las democracias.
Esto me recuerda a la nueva misoginia de la que habla en Cansadas. ¿En qué se diferencia de la del siglo XX?
Cuando escribí ese libro, la diferencia fundamental era lo sutil. La misoginia anterior era mucho más evidente, se presumía de esa misoginia. Y cuando escribí Cansadas, a lo que nos enfrentábamos era a una misoginia más sutil, en la que no daba prestigio ser misógino, pero se seguía siendo. Y tenía mucho que ver con que apruebes leyes estupendas, pero no hagas los procedimientos adecuados para que se cumplan, por ejemplo. O que hagas grandes planes de igualdad en la universidad, pero no pongas asignaturas, no cambies el conocimiento.
«La vida de las mujeres, el respeto y la igualdad entre mujeres y hombres es la prueba del algodón de las democracias»
Y ahora, ¿qué tipo de misoginia nos encontramos?
Lo que podemos ver en los ultimísimos años es que estamos pagando muy caro el éxito del feminismo del 8 de marzo de 2018. La demostración de fortaleza, de seriedad, de agenda política y de compromiso que se visibilizó en todo el mundo el 8 de marzo de 2018 ha provocado una reacción patriarcal fortísima y no sólo por la ultraderecha, sino por muchos otros agentes, también de izquierda.
Hay dos procesos que habría que estudiar. Por un lado, cómo hay demasiada gente queriendo coger el potencial político del feminismo demostrado en las calles. Por otro, la cantidad de gente que está tremendamente asustada con ese potencial político.
Cómo ya escribió Susan Faludi en Reacción (2006, Anagrama), no es que el feminismo hubiese conseguido la igualdad, es que por primera vez pareció que la podíamos conseguir. La reacción patriarcal, la misoginia, está siendo insoportable también desde ámbitos que nunca esperábamos.
¿Como cuáles?
Desde una izquierda curiosamente mucho más apegada a las identidades que a la agenda de la igualdad, a ámbitos económicos que nunca se habían pronunciado, pero que ahora están beligerantemente en contra de la igualdad, porque están haciendo muchísimo negocio tanto de la capacidad reproductiva de las mujeres como de los cuidados gratuitos que hacen las mujeres. También la industria farmacológica… Hay muchísimos ámbitos, incluso algunos que a lo largo de historia habían sido aliados y de pronto están siendo beligerantes en contra de los derechos de las mujeres, especialmente en contra de los derechos de las mujeres pobres, que son las que sacan más rendimiento económico.
«La demostración de fortaleza, de seriedad, de agenda política y de compromiso que se visibilizó el 8-M de 2018 ha provocado una reacción patriarcal fortísima»
¿Se refiere a maternidad subrogada?
Y no sólo eso, también la donación de óvulos. Es que no es sólo un fenómeno, es toda una industria.
Parece que hay un debate abierto en materia de gestación subrogada en nuestro país.
No hay gestación subrogada. La gestación no se puede subrogar. La misma expresión es vergonzosa. Es que ni siquiera son vientres de alquiler, porque un vientre no es independiente. Un vientre no gesta sólo, son madres de alquiler. Yo lo tengo muy claro, y el Gobierno de Asturias siempre se ha pronunciado al respecto, las mujeres ni se compran y ni se venden, ni se alquilan. Son cosas muy básicas.
Ocurre lo mismo con la prostitución, ¿no?
Es que la prostitución es otra gran industria, es el patriarcado. Toda nuestra historia y nuestra cultura están construidas sobre la desigualdad y el abuso económico, social, político y reproductivo de las mujeres. Acabar con el patriarcado no sólo significa cambiar toda una cultura, sino un sistema económico. No son guerras culturales, son guerras económicas muy serias.
¿Qué les diría a los que dicen que la legalización de la prostitución mejoraría la vida de algunas mujeres?
No voy a entrar en ese debate. Ya lo he resumido: las mujeres ni se compran, ni se venden, ni se alquilan.
«No hay gestación subrogada. La gestación no se puede subrogar. La misma expresión es vergonzosa»
Otro gran debate que parece dividir el feminismo es el de las realidades trans. ¿Hay una brecha?
Eso nos llevaría un año tratarlo. Para resumirlo, el feminismo no es una teoría de la identidad; el feminismo es una teoría política. El feminismo siempre ha debatido, su fortaleza es el debate hasta el agotamiento. Todos los debates son bienvenidos y yo creo que nos fortalecen mucho, pero hay mucho falso debate.
Creo que el debate en el feminismo siempre ha sido bueno, siempre lo hemos hecho y, como digo, nuestra fortaleza es el ser capaces de hablar, de argumentar, de contraargumentar y de pensar, de escribir, de debatir y de hacer propuestas claras que han ido cambiando el mundo.
Ahora que nos encontramos con mucho falso debate, porque tampoco creo que haya mucho debate interno. Lo que hay es mucho ruido. Y desde luego, lo que está claro es que el feminismo no es una teoría de identidad. Se pretende abrir un debate sobre el feminismo como identidad, y eso es un falso debate. Vuelvo a decirlo: no es una guerra cultural, es una guerra económica.