Barack Obama llega a España el día 9 de julio. Sabe que visita un país cliente, donde todos los gobiernos que se han sucedido desde el final de la dictadura franquista han sido complacientes en extremo con el amigo americano, han aceptado siempre sus imposiciones, y se han mostrado firmes en mantener las invisibles cadenas […]
Barack Obama llega a España el día 9 de julio. Sabe que visita un país cliente, donde todos los gobiernos que se han sucedido desde el final de la dictadura franquista han sido complacientes en extremo con el amigo americano, han aceptado siempre sus imposiciones, y se han mostrado firmes en mantener las invisibles cadenas de la sumisión defendiendo la doctrina fatigosa de la soberanía limitada, que llega al punto de que los responsables del gobierno de Rajoy, y buena parte de la prensa, consideran la visita presidencial un premio por el buen comportamiento de España, además de un honor para el país, a la manera del proceder de los capataces de fincas ante la llegada del amo latifundista.
El presidente norteamericano llega procedente de Varsovia, donde los días 8 y 9 de julio se habrá celebrado la reunión de la OTAN convocada para supervisar el rearme de la alianza occidental en las fronteras rusas, para aprobar el establecimiento de nuevos cuarteles generales en el Este de Europa, y para definir los siguientes pasos en su política de acoso a Rusia. Obama ofreció a Moscú el inicio de un tiempo nuevo, mensaje que fue verbalizado por Hillary Clinton, pero sus pasos no han ido en la dirección anunciada, sino en el progresivo reforzamiento del dispositivo militar de la OTAN cerca de las fronteras rusas, evidencia que, en un mundo sujeto a la hipocresía, Washington pretende negar. Para eso llega también a España: el país alberga una parte del escudo antimisiles desarrollado con la excusa de la «amenaza iraní», y que, en realidad, busca desactivar las fuerzas nucleares estratégicas rusas.
Obama hablará con Rajoy, y también con Sánchez, Iglesias y Rivera, pero es muy poco probable que alguno de ellos se atreva siquiera a censurar la criminal política norteamericana en Oriente Medio, la peligrosa carrera armamentista iniciada en el Este de Europa, el agresivo despliegue del escudo antimisiles, y mucho menos el apoyo norteamericano al terrorismo (por ejemplo, en Siria), ni su ayuda para la planificación del golpe de Estado en Ucrania en 2014. Tampoco se espera que ninguno de los políticos españoles haga referencia al clamoroso incumplimiento de las condiciones de entrada de España en la OTAN, planteadas en el referéndum de 1986, que ganó por escasa ventaja el gobierno de Felipe González en una sucia campaña que mostró al mundo la cercenada soberanía española. Porque, según aquel referéndum, España no debía formar parte de la estructura militar de la OTAN, ni aceptar el paso de armas nucleares, y, mucho menos, su almacenamiento en el país, y, además, el gobierno se comprometía a la progresiva reducción de la presencia militar norteamericana en España. Nada de ello se cumplió. Hasta hoy. Serán protocolarias e inútiles entrevistas que apenas servirán para que políticos recién llegados al escenario se sientan honrados por la mano del emperador.
Con el gobierno, Obama abordará asuntos como la firma del TTIP (Transatlantic Trade and Investment Partnership, área de libre comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea), que Washington quiere poner en marcha cuanto antes, pero el principal interés del gabinete estadounidense reside en seguir contando con España como gran portaaviones militar para sus operaciones en África y en Oriente Medio. Hay otras cuestiones que trae Obama en sus carpetas, como el futuro de la Unión Europea, el Brexit, y la amenaza terrorista, pero éstas apenas ocuparán tiempo en las discusiones.
Obama visitará Madrid, y también Rota, la base militar de la vergüenza, utilizada (junto con la otra base, en Morón de la Frontera) por el ejército norteamericano para sus operaciones de agresión en África y Oriente Medio. Porque Estados Unidos está inmerso en una titánica tarea: detener su relativa decadencia, cerrar el paso a China (ahí está el nuevo foco de crisis creado en el Mar de China meridional), manteniendo a Rusia en una posición secundaria por el procedimiento de sabotear el proyecto de Unión Euroasiática alimentando al mismo tiempo focos de crisis y guerra en sus fronteras, desde Ucrania y el Cáucaso hasta las repúblicas de Asia central. Los escenarios del enfrentamiento son muchos, y África se vigila desde España. Morón de la Frontera se ha convertido en la base más importante del USAFRICOM, el mando militar estadounidense para África que tiene su sede en Stuttgart, Alemania, y Washington incluso está considerando la posibilidad de trasladar el mando central a Morón, abandonando Stuttgart. Y, en Rota, se encuentran cuatro destructores de la U.S. Navy ( USS Donald Cook , USS Ross , USS Porter y el USS Carney) que forman parte del escudo antimisiles. Rota tiene ahora 3.400 norteamericanos; la mayoría, militares. También utiliza Estados Unidos la base militar de Zaragoza, una de las cuatro que le cedió el franquismo, que, aunque devuelta al ejército español, sigue operativa para los estadounidenses en caso de necesidad.
Morón es el destino 2.200 militares y 500 civiles norteamericanos, expertos en intervenciones militares y en letales operaciones de castigo. Para hacer posible todo ello, el gobierno de Rajoy aprobó cambios en el Convenio Bilateral de Defensa con EE.UU. (que sigue en vigor y cuyo contenido fue aprobado por el gobierno de Felipe González y Narcís Serra). Para justificar los cambios, el gobierno de Rajoy recurrió al «patriotismo», y anunció que la «inversión» norteamericana crearía puestos de trabajo, ocultando que el Pentágono se había negado a comprometerse en ese terreno. En esas circunstancias, no dejaban de ser candorosas y torpes las palabras de Rodríguez, la responsable de Podemos en Andalucía, reclamando que «las bases norteamericanas debían crear empleo».
En Sevilla y en Madrid, se preparan manifestaciones contra Obama, contra la OTAN y las bases militares de la vergüenza, en un gesto de dignidad que, sin embargo, será apoyado sólo por algunos partidos políticos, porque la mayoría se ofrecerán sumisos al protocolo ante el presidente norteamericano, se prestarán a la escenificación de una amistad despótica, peligrosa, que parece indiferente al caos, la degollina y la destrucción que la irresponsable política norteamericana está causando en Oriente Medio; aunque no hay duda de que Cody Keenan, el responsable de la oficina que le escribe los discursos a Obama, habrá incluido algunas frases brillantes para la ocasión, para que la prensa y la televisión puedan ocultar los gritos en las calles de OTAN, no; bases, fuera.
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