Está el ambiente político alterado por las declaraciones de la jerarquía eclesiástica, que prácticamente ha pedido el voto para el Partido Popular. Se les acusa de dedicarse indebidamente a la política y adscribirse como argumento ser los portavoces exclusivos de la voluntad de Dios. Yo ambas cosas las veo perfectamente lógicas, las materias sobre […]
Está el ambiente político alterado por las declaraciones de la jerarquía eclesiástica, que prácticamente ha pedido el voto para el Partido Popular. Se les acusa de dedicarse indebidamente a la política y adscribirse como argumento ser los portavoces exclusivos de la voluntad de Dios. Yo ambas cosas las veo perfectamente lógicas, las materias sobre las que se pronuncia la Iglesia -aborto, divorcio, eutanasia o anticoncepción- son asuntos regulados por leyes elaboradas por los políticos; y en cuanto a su portavocía celestial, eso no es nuevo, forma parte de su principio de existencia. Es normal que pidan el voto para el Partido Popular, pues ambos son herederos del régimen nacionalcatólico que nos esclavizó durante cuarenta años y fusilaba a quienes no lo compartían.
Lo preocupante y cínico es que el gobierno y el partido socialista se dediquen a gimotear y escandalizarse mientras sigan financiando a la Iglesia mediante el Concordato, aumenten el porcentaje de IRPF destinado a ella, concierten y financien sus colegios católicos, paguen a sus profesores de religión, destinen fondos públicos al mantenimiento y rehabilitación de sus edificios, eximan a éstos de pagar impuestos municipales, construyan y mantengan capillas en hospitales públicos y cuarteles y celebren sus patronos religiosos en municipios, desfiles e instituciones. El problema no es, por lo tanto, una jerarquía eclesiástica que haga política y se pronuncie por un partido, qué más da, como si lo hace la peña taurina de mi pueblo. Lo absurdo es que el gobierno sea tan estúpido -o nos tome por estúpidos a nosotros- como para seguir destinando a esa gente el dinero de nuestros impuestos. De forma que no nos indignemos con los pronunciamientos de los obispos, indignémonos más bien con los estúpidos que los financian. Que se note el día 9 de marzo.