Un año más, el inicio de la declaración de la renta viene acompañado con una propuesta para quienes no quieran financiar la maquinaria de guerra con su bolsillo. Cada año por estas fechas, tenemos la opción de ser un poco rebeldes -con causa-, gracias a nuestra declaración de la renta. Me refiero a la objeción […]
Un año más, el inicio de la declaración de la renta viene acompañado con una propuesta para quienes no quieran financiar la maquinaria de guerra con su bolsillo.
Cada año por estas fechas, tenemos la opción de ser un poco rebeldes -con causa-, gracias a nuestra declaración de la renta. Me refiero a la objeción fiscal a los gastos militares que cada año cerca de mil ciudadanos de este país hacen, en protesta por el gasto en armamento y militarización de nuestra sociedad. El año pasado se contabilizaron 874 objetores, que desviaron 84.253,86 euros a proyectos sociales propuestos por las entidades que promueven este acto de desobediencia, la mayoría vinculadas a los otrora movimientos de objeción de conciencia.
La objeción fiscal a los gastos militares consiste en, que una vez expuestos todos nuestros ingresos y de aplicarles el porcentaje que por legislación nos corresponde, le restamos además de los pagos a cuenta realizados -retenciones principalmente- el porcentaje destinado a gastos militares en los presupuestos.
Sin embargo, no debemos caer en la trampa del gasto militar, ya que éste tiene muchas formas de ser calculado. Si tenemos en cuenta lo que dice el Ministerio de Defensa (gastos de su propio funcionamiento más el Centro Nacional de Inteligencia), nos quedaríamos en la mitad del gasto militar anual real. Porque incluso la OTAN incluye como gastos militares las pensiones que reciben las clases pasivas militares, los gastos de la Guardia Civil -cuerpo incluido en el presupuesto de Interior- o en I+D militar, entre otros. Si además le añadimos el porcentaje de los intereses de la deuda pública que corresponden a asuntos militares, en España alcanzamos la cifra para 2009 de 18.609,60 millones de euros de gasto militar. Aún es más, si quisiéramos hilar realmente fino, esta cifra la deberíamos aumentar en un 15% aproximadamente, ya que es la variación habitual entre el presupuesto militar inicial y el finalmente liquidado. Con estas cifras, podemos decir que el gasto militar español en 2009 es del 5,11% sobre los Presupuestos Generales del Estado. Porcentaje que aplicaremos para calcular a cuánto ascenderá nuestra objeción a los gastos militares de este año. Otros colectivos hacen objeción fiscal no solo a los gastos militares sino también a los gastos que se dedican a lo que denominan control social. Añaden por ejemplo el gasto en la policía. En caso de optar por esta opción, el porcentaje a desviar sería mayor.
Hacer la objeción fiscal no significa que Hacienda nos deba devolver más. Como buenos desobedientes civiles, que pretendemos con nuestro acto mejorar la sociedad y no evadir impuestos sin más, no dejamos de gastarnos este dinero, sino que lo ingresamos en la cuenta de alguna organización que pensemos que trabaje por algo mejor que la militarización de la sociedad. Este año, los colectivos antimilitaristas han propuesto la Red Noviolenta La’Onf de Iraq.
Consecuencias
Las consecuencias de hacer la objeción fiscal pueden ser que nos exijan rehacer nuestra declaración sin la objeción fiscal a los gastos militares, lo que por olvido, por desconocimiento o por complicidad, no suele pasar muy a menudo. Y si pasa, como buenos ciudadanos desobedientes pero responsables de nuestros actos, seguiremos el curso de los acontecimientos, bien continuando con la protesta, recurriendo tal requerimiento hasta agotar todas las vías legales, o volviendo a hacer la declaración de la renta tal y como nos indican, pagando el interés de demora correspondiente. Pero sin dejar en ningún momento de hacer publicidad de este acto de ciudadanía responsable, que es desobedecer las normas que en conciencia nos parecen injustas, que nos obligan a dedicar más de 400 euros anuales de nuestros impuestos a gastos militares cuando existen tantas otras necesidades por cubrir.
Jordi Calvo Rufanges (del Centre d’Estudis per a la Pau JM Delàs de Justícia i Pau)