Sin perdón, sin compasión, sin piedad, sin temblor en el pulso, con la complicidad de algunos sectores sindicales y obreros, así ha actuado la empresa Panrico y sus propietarios y gestores actuales. Como diría la diputada Fabra: ¡que les den por saco, que coman mierda si llega el caso! ¡A por ellos, a por ellas! […]
Sin perdón, sin compasión, sin piedad, sin temblor en el pulso, con la complicidad de algunos sectores sindicales y obreros, así ha actuado la empresa Panrico y sus propietarios y gestores actuales. Como diría la diputada Fabra: ¡que les den por saco, que coman mierda si llega el caso! ¡A por ellos, a por ellas!
Las y los trabajadoras de Panrico de la planta de Santa Perpètua de Mogoda (Barcelona) decidieron en una asamblea de más de dos horas de duración celebrada la semana pasada finalizar por el momento la huelga indefinida iniciada hace aproximadamente ocho meses, el 13 de octubre de 2013, un combate iniciado para reclamar los salarios que, más que ilegalmente, la empresa se negaba a pagar, una huelga -que ha sido mucho más que una huelga- contra el expediente de Regulación de Empleo (ERO, en catalán, «ocupació») presentado por la empresa (la Audiencia Nacional avaló el grueso del ERE, no los despidos previstos para 2015 y 2016).
El expediente afecta a 215 trabajadores. La decisión fue tomada con 98 o 99 votos a favor (las informaciones no coinciden en la cifra), 45 por seguir adelante con la huelga y 3 votos nulos.
Los trabajadores han convocado una rueda de prensa a las 10 de la mañana de próximo martes a la entrada de la fábrica. Proseguirán las negociaciones entre los directivos de la empresa y trabajadores sobre cómo será la reincorporación al trabajo. La empresa lleva mucho tiempo cerrada
Los trabajadores han decidido también no aceptar ni la mediación del gobierno de la Generalitat de Catalunya (le reprochan no escuchar y estar siempre a favor de la empresa) ni los acuerdos que la dirección de Panrico puso sobre la mesa. Sigue vigente el objetivo de no permitir ningún despido. Son palabras del portavoz del colectivo, Félix Yela. Por si hubiera alguna duda ha añadido: «Seguiremos luchando porque estamos convencidos que Santa Perpètua tiene futuro y hoy día no sobra nadie.»
Un ejemplo de la actuación de los mediadores de la Generalitat, en este caso de don Jordi Miró, el director general de Relaciones Laborales: esta semana apoyó la decisión empresarial de no dejar entrar al comité de huelga en una visita a la fábrica (sólo se permitió la entrada del comité de empresa). No eran de fiar, no eran de los suyos.
La empresa, recuérdese, decidió que de los 745 despidos previstos en todo el grupo empresarial una parte importante se produjera en esta planta del Vallès. ¡Contra los rebeldes y no sumisos, todo vale! Los trabajadores denunciaron un caso obvio de persecución sindical. Desde entonces, los trabajadores de Panrico han protagonizado una huelga histórica (que ha generado toneladas de solidaridad y apoyo): 237 días, la más larga en las últimas décadas, en Catalunya y en España.
Han dado una batalla que parecía perdida. Y no han perdido. En absoluto.
Una lección posible: la necesidad de sumar muchos más esfuerzos, sin dispersarnos en mil combates, en determinadas causas. Panrico, ganar no era fácil, nada fácil, merecía y merece esfuerzos de todos y todas, incluso el abandono momentáneo de otras luchas o frentes de intervención.
Coca-Cola es otra experiencia a tener también muy en cuenta. La Audiencia Nacional ha declarado nulos los 821 despidos. ¡Nulos! La sentencia obliga a readmitir los trabajadores despedidos. Los jueces creen que la gran corporación desalmada, la del enjoy it! y estúpidos mensajes similares, vulneró el derecho de huelga.
La empresa, por supuesto, recurrirá la sentencia.
Dos comentarios que vale la pena recoger. El primero de Leandro Pulido, un trabajador miembro del comité de empresa de Coca.-Cola: «Ellos son los verdaderos terroristas [refiriéndose a la empresa], que han querido dejar sin trabajo a unos empleados que se han unido ante ellos con mucha fuerza y que han recibido muchos apoyos. Somos un símbolo y un precedente.»
Lo son. ¡Verdaderos terroristas! ¿Exagera el compañero Leandro?
El segundo comentario, entre lágrimas, es de María Teresa Chaparro, hija de un ex trabajador de la compañía (trabajó durante 30 años en la fábrica de Fuenlabrada), esposa-compañera de un trabajador afectado que lleva ya 28 años en platilla: «Lo he pasado fatal. Padezco ansiedad y este tiempo he tenido que aumentar la medicación porque no sabia cómo íbamos a salir de esto. Era una gran injusticia.»
¿Se puede? La respuesta la sabemos: se puede.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.