Asegura el Instituto Nacional de Estadística (INE) que el salario medio en España está situado en los 22.600 euros anuales, datos que tergiversan intencionalmente la realidad laboral de nuestro país con alevosía más que manifiesta. Lo que hay detrás de esa «media» es la auténtica verdad que se quiere ocultar con esa cifra mágica de […]
Asegura el Instituto Nacional de Estadística (INE) que el salario medio en España está situado en los 22.600 euros anuales, datos que tergiversan intencionalmente la realidad laboral de nuestro país con alevosía más que manifiesta.
Lo que hay detrás de esa «media» es la auténtica verdad que se quiere ocultar con esa cifra mágica de sueldo ficticio. Según las estadísticas combinadas correspondientes a 2013 de la Agencia Tributaria, del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo en Europa (OCDE), uno de cada tres trabajadores en España cobra al mes un salario bruto con pagas extras prorrateadas de menos de 645 euros, lo que no alcanza la cantidad de 10.000 euros al año.
Si a esta franja le sumamos las personas trabajadoras que no ganan ni mil euros mensuales, la población laboral afectada llega a los 7,8 millones de asalariados, casi la mitad de la totalidad de población activa.
Recordemos otros números significativos para extraer conclusiones más próximas a la realidad social. Los cotizantes a la Seguridad Social rondan los 16,6 millones de personas. Hay más de 4 millones de parados y 9 millones en riesgo de visitar la pobreza en cualquier momento. Las empresas en alta son 3 millones. Y existen alrededor de 160.000 autónomos, la inmensa mayoría obligados por las circunstancias de la crisis económica, los despidos colectivos y los nuevos empleos emergentes de bajísima calidad laboral, eufemismo tras el que se esconde explotación al alza, emolumentos ínfimos y derechos sociales en retirada.
Ese es el panorama, a grandes rasgos, de la verdad laboral en el Estado español. Lo peor de todo es el sesgo de este tipo de estudios, que siempre adopta la perspectiva empresarial para contaminar el aire mediático con sus equívocos datos demoscópicos. Los trabajadores forman parte del epígrafe genérico «coste laboral», lo que da a entender sin mayores análisis cual es el punto de vista del INE y otros organismo similares.
El beneficio de los accionistas y los astronómicos salarios y jubilaciones de los directivos jamás son objeto de estudio pormenorizado por parte de instituciones capitalistas de diverso signo. La comparación regular con los sueldos de la masa trabajadora podría ofrecer datos y números excesivamente comprometedores con la denominada «paz social».
Otra distorsión histórica de la realidad laboral es la presentación de las negociaciones entre la patronal y los sindicatos como dispositivos equitativos al actuar cada agente en nombre de una «mitad» ideal de la población afectada por el diálogo entre ambas partes. Jamás es así. En España, los sindicatos representan la voz colectiva de más de 16 millones de personas mientras que la CEOE responde por una fuerza más de cinco veces menor, unos 3 millones de empresarios.
Lo que representa la patronal es el capital, es decir, las plusvalías robadas al trabajo efectivo en todo proceso productivo. Cabría señalar en pura lógica, que a la sociedad capitalista le cuesta muchísimo mantener a una elite financiera y empresarial que nada aporta en sentido estricto (ni bienes tangibles ni servicios reales) al acervo común de España.
La soterrada lucha de clases está más viva que nunca. Y la ideología de derechas velando la realidad a su antojo.
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