Cuestiones del querer, nos veíamos a menudo en su despacho-camarote marxiano de la Uneac en 17 y H donde arreglábamos el norte, el sur (también el mundo) y dibujábamos las producciones pendientes entre llamadas, té a deshoras y bromas con Illiana o Santiago. Ahora, lo cantaba Amaury, regresan esas noticias que nos sorprenden riendo una […]
Cuestiones del querer, nos veíamos a menudo en su despacho-camarote marxiano de la Uneac en 17 y H donde arreglábamos el norte, el sur (también el mundo) y dibujábamos las producciones pendientes entre llamadas, té a deshoras y bromas con Illiana o Santiago. Ahora, lo cantaba Amaury, regresan esas noticias que nos sorprenden riendo una tarde y ha sido Belkis Vega en torno a un café bilbaíno quien me ha confirmado que sí, que es verdad, que Octavio ha muerto en Madrid, cambio de trama y ya. Hace unas semanas nos despedíamos por teléfono mientras andábamos tejiendo algún que otro proyecto académico común o hablábamos del obispo Espada, su nueva propuesta documental. Me da que esta vez sí, que ahora podrá realizar una investigación empírica, directa y sin distancias espaciotemporales con ese personaje vasco que tanto le atraía y que le volvía a remitir a unas raíces que ya había tanteado en su último trabajo, «El último maestro», prospección de semillas en el Otxandio de sus antepasados.
Octavio Cortázar, compañero del alma, se ha ido de repente en Madrid, quiero decir fuera de su centro de gravedad. Como tantos otros hombres y mujeres que he conocido nacidos en esa Isla-denominación de origen, exhalaba cubanidad por todos sus poros, en su caso fotogramas insulares. Más allá de obras magistralmente imperfectas, lo diría Julio, como «Por primera vez» o «El brigadista» que han forjado el imaginario colectivo de miles y miles de cubanos-as a lo largo de estas últimas e intensas décadas, su obra ha sido la consecuencia directa de la interiorización artística de ese proceso vital y conmovedor que se iniciaba en 1959 y que hoy, rigurosamente hoy, sigue creando y recreando el tiempo y el espacio en cintas de video. A lo largo de estos últimos años compartimos docencia, tertulias y muchas veces apartamento en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, veíamos por las noches los trabajos de nuestros alumnos-as hoy esparcidos por el mundo o hablábamos sin prisas sobre el cine pendiente (siempre pendiente) o los proyectos a deshoras que son, es así, los más atractivos y apasionantes…. En estas últimas secuencias, inquieto divulgador eterno, Octavio dirigía en la televisión cubana un maravilloso programa dedicado al cine documental en el que, semana a semana, difundía en ese horario que en claves de mercado se llama «prime time» las mejores producciones de no ficción en la historia de la fábrica de sueños. Un trabajo apasionante que contaba, claro está (hablamos de Cuba) con miles y miles de seguidores…
Ahora, me lo cuenta Belkis en un café bilbaíno, Octavio nos ha dejado y a estas horas habrá vuelto ya a casa. Nos queda pendiente un encuentro en el Arenal o una cena en ese Otxandio frío e íntimo que recorrimos juntos meses atrás. Pero puestos a establecer citas y a ajustar agendas, se me ocurre que podríamos encontrarnos a la mayor brevedad posible, no sé es una idea, en ese último piso del edificio de Línea y Paseo con más Memorias que ninguno para observar el Malecón y el horizonte-por este orden- mientras Sergio (que también se ha ido en estos días) nos recuerda los agridulces momentos de las sensaciones verdaderas. Y el plano final, creedme, funde a blanco de optimismo.
Joseba Macías
(Sociólogo y periodista vasco. Profesor de la Universidad del País Vasco y de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños)