Entrevista a Octavio Salazar, Profesor de Derecho Constitucional y experto en género y masculinidades, con motivo de la presentación de su último libro: «El Hombre que No deberíamos ser».
-¿De verdad qué hace falta escribir un libro como éste?
–Sí, porque cuando estás en clase, en la universidad o trabajando con jóvenes en talleres te das cuenta de que existe una serie de paradigmas que deberían estar superados pero que no lo están. Hace falta una pedagogía muy fuerte para que se den cuenta de lo que realmente significa el feminismo. En las redes sociales y en los medios de comunicación se habla constantemente de este tema y a veces es verdad que falta un poco de información sobre lo que implican ciertos conceptos como la reivindicación feminista o el papel de los hombres.
-El libro se lee como una cebolla a la que le vas quitando capas y al final quedan conceptos y realidades muy duras.
-La idea era esa, la de quitar toda esa máscara que los hombres nos vamos colocando a lo largo de nuestra trayectoria personal sin ser conscientes de que estamos reproduciendo unos comportamientos que se perpetúan. El objetivo era que se mantienen actitudes que son partes de mecanismos y roles de los que somos también víctimas. Todo para jugar sobre esa idea, que el hombre se vaya desenmascarando en un proceso casi doloroso, porque es enfrentarse a uno mismo y a sus propias miserias.
-Es muy difícil también para las mujeres creerse que pueden hacer cualquier cosa cuando desde pequeñas te indican que hay cosas de chicas y otras cosas de chicos.
-Claro, porque la referencia siempre es masculina. Una chica que ve que los hombres hacen todas las cosas, no puede construir en su imaginario ninguna referencia. Es decir, si no ven nunca a una presidenta del Gobierno difícilmente podrá pensar que alguna vez ella puede serlo. Es muy importante que los hombres hagamos la inversión de roles para tratar de ponernos en el papel de ellas y entender qué es el acoso o la violencia que sufren en el espacio público donde la agraden con el lenguaje, la devalúan en su ámbito profesional o simplemente siente miedo de noche cuando vuelve a su casa. Debemos ponernos en el papel de ellas para entender situaciones injustas.
-Cada día hay más violaciones grupales y ya se ha asimilado el término «manada». ¿Esto es algo puntual o ha sucedido siempre?
-Creo que siempre ha existido, pero una de las claves del orden patriarcal es el silencio en muchas situaciones. En general era el de los hombres, porque en muchas ocasiones hemos presenciado hechos, a lo mejor no de violencia extrema, pero sí de actitudes machistas y comportamientos vejatorios hacia las mujeres. En muchos casos, hemos guardado silencio o no se nos ha ocurrido llamarle la atención a ese compañero que en un momento dado hacía un comentario o gesto de mal gusto. Ha habido un silencio cómplice y permanente, pero ahora estamos rompiendo ese silencio porque hay mujeres que se atreven a denunciar cosas que antes no sucedían pero también hombres que no quieren ser vistos como acosadores.
-¿Los hombres tienen miedo?
-Sí, porque ven que pueden perder una situación privilegiada y cómoda. Tampoco quieren enfrentarse a su propia subjetividad y a cómo han construido su propia masculinidad. Ahora tienen que compartir el poder, la responsabilidad, los hombres tienen miedo de perder sus privilegios.
-Me gustaría que me hablara de Inés Arrimadas. Para un sector representa a una mujer conservadora que asume roles machistas y que no es más que una marioneta de Albert Rivera, pero a la vez también es vista como una líder feminista que recibe insultos machistas.
-Mire, lo que siempre he aprendido de las mujeres líderes feministas es que en la medida de lo posible no deberíamos culpar a las mujeres de determinados comportamientos, porque parece que es como echarle más tierra encima. Sobre todo en el caso de Inés Arrimadas, que es de las pocas políticas que está construyendo un liderazgo muy potente en un mundo tremendamente masculino. Creo que ellas están en un contexto donde no tienen más remedio que reproducir determinadas pautas, porque la política funciona con unos determinados roles. Hechos por y para los hombres. Entonces, la mayoría de las mujeres debe asumir ese modelo.