El espectro de cosas que son posibles e imposibles es un marco rígido en el cual desarrollamos las posibilidades de la acción política, igual que muchos otros aspectos de nuestra vida. Sin embargo, hay momentos en el que ese marco se rompe y el espectro se amplia. Esto puede ser muy frecuente en ciertas coyunturas […]
El espectro de cosas que son posibles e imposibles es un marco rígido en el cual desarrollamos las posibilidades de la acción política, igual que muchos otros aspectos de nuestra vida. Sin embargo, hay momentos en el que ese marco se rompe y el espectro se amplia. Esto puede ser muy frecuente en ciertas coyunturas y más bien excepcional en otras. Por suerte, he tenido la oportunidad de vivir muchos de esos momentos. De hecho he visto como se han multiplicado desde 2011, al menos en relación a la política. Atrás en el tiempo, un par de esos momentos, a una escala y con una repercusión infinitamente más limitada, están vinculados al Centro Social Okupado y Autogestionado Casas Viejas de Sevilla. Concretamente los acontecimientos de su nacimiento y su desalojo.
La ocupación de este centro social supuso una primera ruptura con lo que se pensaba en un determinado ámbito como factible. El escenario era el de un grupo de chavales, alrededor de los veinte, de tendencia libertaria, que rondaban los espacios organizados más o menos autónomos de la ciudad, diciendo que iban a ocupar y pidiendo ayuda sin que nadie llegara a creérselo mucho. Existía entonces la idea de que en Sevilla no se podía okupar. Que eso era algo de Madrid y Barcelona. Que la hispalense era una ciudad conservadora, donde ese tipo de iniciativas no tenían apoyos y donde la represión de la policía era inmediata y brutal. Creo que la idea generalizada en los «mayores», era que si en algún momento llegábamos a ocupar, el sito sería desalojado en menos de una semana.
Esta idea no estaba carente de fundamento. La okupación tuvo su momento en Sevilla en el primer lustro de la década de los noventa, coincidiendo con un primer auge de la misma en todo el Estado. Fueron varios los espacios que se abrieron en aquel periodo, con un carácter diverso, recogiendo en gran parte los errores que luego repetiríamos: sectarismo, tribalización, automarginación, etcétera. Pero también el interés suficiente como para buscar repetir la experiencia: la capacidad de crear espacios sociales vivos e insurgentes, mientras los lugares públicos y privatizados de la ciudad se convertían en espacios pasivos y alienados que solo podían movilizarse en torno al consumo de masas. En 1995, en torno a la fecha de aprobación del nuevo código que penalizaba la ocupación, la práctica totalidad de los espacios okupados fueron desalojados en la ciudad. Los intentos posteriores de abrir nuevos centros sociales, se saldaron con rápidos desalojos. La represión funciona, precisamente a la hora de delimitar lo imaginable y lo impensable.
No obstante, el CSOA Casas Viejas duró algo más de 7 años. Durante ese tiempo aparecieron otros centros sociales ocupados sobre solares y edificios de manos muertas, en un contexto en el que una economía basada en la especulación todavía no había mostrado todas sus devastadoras consecuencias. Varias ocupaciones se organizaron con el apoyo directo y la experiencia del grupo militante en torno a Casas Viejas. Para otras, con un carácter radicalmente diferente, abrió simplemente la posibilidad de utilizar estratégicamente la toma de instalaciones abandonadas, en el marco de un discurso contra el abuso inmobiliario. También surgieron comunidades militantes, o al menos ideológicas, en torno a ocupaciones de edificios de viviendas, de igual forma, con un carácter radicalmente variado.
Decía que en Casas Viejas, como en otras ocupaciones relacionadas, se repitieron los mismos vicios de la década de los noventa. No obstante, un elemento realmente positivo del centro fue la apertura hacia otros movimientos, otras iniciativas y otras subjetividades. Apertura conflictiva, en ningún caso fácil, pero que entre otras cosas sirvió a la mencionada difusión de la ocupación como instrumento de lucha social en la ciudad, sin pretender haberla inventado. Volcarse sobre el grupo, cerrarse, fue algo que tuvo toda su lógica en los noventa. Por diversas razones, en la primera década del siglo XXI, parte del radicalismo anterior estaba resquebrajándose ya y dando lugar a algo ligeramente diferente.
La segunda ruptura vino con el desalojo del centro social. La ocupación es una acción de desobediencia, sin embargo, la oposición directa a la acción de los cuerpos de seguridad del estado, la resistencia física no había sido algo presente en Sevilla hasta el momento. La defensa de estos espacios había tomado el cauce de la argumentación legal y la legitimación a través de la actividad social. Nadie hubiera pensado que se pudiese prolongar una resistencia durante dos días frente al desproporcionado despliegue de policía que se realizó. No solo se ejecutó una enrevesada resistencia interior, con el túnel y los encadenamientos. En la calle, el entorno social generado durante años, ocupó la calle, la plaza y el centro cívico durante todo el tiempo que duró la resistencia.
El castigo fue importante y esperable. La demolición del centro, siete años después todavía solar, la difamación en los medios de comunicación, las detenciones aleatorias y las denuncias sin base. A pesar de esto, creo que el entorno social se mostró con un bloque bastante sólido. Durante el tiempo que estuvimos ocupando en el centro histórico vimos la especulación, los edificios abandonados, los corrales de vecinos desahuciados, la gentrificación… Resistir con todos los medios a nuestro alcance estaba legitimado en sí mismo. Sin embargo, creo que la enorme capacidad táctica que habíamos ganado con los años nos hizo olvidarnos de la estrategia. Ante s y después del 2007, en los movimientos sociales sevillanos hemos tendido a confundir la política con la ideología y a plantear la acción en base a motivos exclusivamente éticos. Olvidar la necesidad de conseguir pequeñas victorias, pero sobretodo la falta de unos objetivos claros más allá del discurso ideológico, hicieron que muchos acabaran con mal sabor de boca.
Sin caer en tópicos, es un hecho que Casas Viejas vive en una mayor o menor parte en todos los centros sociales ocupados de la ciudad desde entonces. La capacidad táctica, la experiencia e incluso puede que todavía alguna vieja herramienta, han estado presentes también en Las Corralas, con sus aciertos y sus errores. A nivel político, es una experiencia de la que debemos aprender. En primer lugar, no debemos dejar de intentar ir más allá de lo que la supuesta experiencia nos impone como posible, la resignación no crea nuevos procesos políticos, sin olvidar que las coyunturas y los marcos de oportunidades cuentan y mucho. En segundo lugar, sin estrategia y sin organización, estamos condenados a repetir ciclos sin dirigirnos a un sitio claro. El momento actual demanda mucho más de nosotros.
[Nota: Durante el mes de septiembre se celebra un juicio por desobediencia y desordenes contra diez miembros del CSOA Casas Viejas (Sevilla). Durante el desalojo del mismo, en 2007, se realizó una resistencia consistente en la construcción de un túnel donde dos activistas permanecieron anclados durante cerca de 48 horas.]
Más información: https://juiciocasasviejas.
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