Pamplona soporta desde hace demasiados años que, bajo la coartada de que se exhiben pancartas alusivas a los presos, la alcaldesa Barcina (UPN), de proverbial dentera ante todo cuanto suene a vasco, prohíba por bando municipal que «Olentzero», Carbonero mitológico y ubicuo, salga a la calle a recibir por carta o en susurro las peticiones […]
Pamplona soporta desde hace demasiados años que, bajo la coartada de que se exhiben pancartas alusivas a los presos, la alcaldesa Barcina (UPN), de proverbial dentera ante todo cuanto suene a vasco, prohíba por bando municipal que «Olentzero», Carbonero mitológico y ubicuo, salga a la calle a recibir por carta o en susurro las peticiones de regalos navideños que la chiquillada de toda Euskal Herria le plantea. En este 2010 ha quedado detenido sin fianza el del barrio pamplonica de La Milagrosa. En cuanto a los de San Jorge, Chantrea y Rochapea, la primera edil les permite llevar a cabo su cometido bajo palabra y rúbrica de que no politizarán su comitiva. Es de Berlanga.
Fue Beda, alias «El Venerable» (Wearmouth, Durham/ 673-Jarrow, Durham, 735) un benedictino erudito y políglota. Sus escritos trazados tanto en lengua anglosajona como latina se consideran de carácter enciclopédico: compiló los conocimientos de la ciencia antigua en temas como astronomía, matemáticas, geografía, música y otras materias terrenales. Sólo que, dada la época en que le tocó existir y su condición de devotísimo tonsurado, Beda analizaba dichos progresos e inventos laicos sirviéndose taxativamente de las Sagradas Escrituras y de lo que en ellas se asevera como dogma infalible. León XIII declararía a «El Venerable» Doctor de la Iglesia. El Nobel de sus días.
Si aquí le pongo datas de nacimiento y defunción es para entendernos, porque la verdad es que nadie, ni siquiera nosotros, que hemos llegado a la Luna y nos comunicamos por sistemas complejos de computación, sabemos en qué año concreto vivimos. Tampoco nuestra edad exacta, pues no suele tenerse en cuenta que los astros, además de sus impulsos rotativos y translativos, disponen de una oscilación sobre su eje. Y, los ígneos, de todo menos de termostato. A Einstein, Russel y Hawking les dejamos el resto de argumentos escépticos.
«El Venerable», pues, dado su prestigio como fuente absolutamente fiable y como investigador urbi et orbi (llegó a ser santo) impuso el cálculo de los años a partir de la Encarnación de Jesús. Concepto en sí mismo digno de un sínodo, ya que encarnarse no es lo mismo que nacer, tanto desde la perspectiva clínica como la canónica. Lo cual nos deja nueve meses, siete si fue sietemesino, añadidos a otras dudas que aquí no vamos a reiterar.
La fábula milenarista
Apunta un concienzudo investigador, Pedro Voltes, que las convulsiones y pánicos del año 1000 (como el milenarismo del 2000, que ése sí que nos trajo, entre otras catástrofes, la incorporación monetaria al euro, y además regocijándonos de ello) «han sido muy populares y estimadas (…) como cualesquiera otras que dan colorido a la Historia y ayudan al negocio de cineastas y pintores de grandes lienzos». Estocada directa a Ieronimus Bosch y a Ingmar Bergman. Prosigue Voltes, catedrático de Historia Económica de la Universidad de Barcelona desde 1967: «La mayoría de las gentes no sabía en qué fecha exacta vivía, ni tenía medio alguno de prever un suceso fijo». Mucho menos, agrega con sofoco, era posible que aquel Apocalipsis a destiempo pudiera transmitirse «con carácter global».
De modo que el método aludido de contar los años y siglos a partir de esa de por sí dudosa Encarnación de Cristo, con el bizantinismo añadido de si hay que comenzar las cuentas desde el revoloteo de la Divina Paloma o el parto en el Pesebre, sólo estaba al alcance en el siglo X de algunos intelectuales monásticos. Aun así, añade el citado estudioso, y no cito el libro porque se lo bajarían de la red los nuevos freelósofos de la cultura gratis; dice: «Aun así les daba trabajo andar todos de acuerdo, porque según los países y centros salían cuentas diferentes, con la consiguiente polémica, lo cual acababa de oscurecer la noticia exacta del día en que se encontraba la gente».
El flujo de la savia
Y mientras los estudiosos conventuales debatían asunto tan trascendental como el calendario crístico exacto, los paganos observaban las sombras de Stonehenge o de los menhires. Los menos ilustrados controlaban el flujo de la savia del muérdago que los druidas cortaban con hoz de oro. Específicamente, el que se aposenta en el roble. Desdeñaban los hechiceros el del sauce, el olmo, el pino silvestre y el manzano.
Se le concedían a esta planta arborícola — siempre existe una conexión clínico-religiosa — propiedades medicinales diversas. Entre otros prodigios, y la doctora en Farmacia Yolanda Barcina bien lo sabe, resulta antiespasmódico y tranquilizante (añadido a una fuerte dosis de vino blanco). En la Edad Media se difundieron sus virtudes veterinarias: propiciaba la fecundidad de los sementales de rebaños, manadas, yeguadas y demás sectores pecuarios.
La migura (‘viscum album’); en francés ‘gui’, en inglés ‘mistletoe’, es arbusto parásito que conecta su savia, como en transfusión, con la de algunos árboles. Sobre todo, ya se citaron, el manzano y el pino silvestre. La relación entre el muérdago y las ramas huéspedes es simbiótica. En lo más crudo del invierno, esa migura, en su acepción vasca, impide que el árbol se seque porque, al ser planta verde perenne, ejecuta generosamente para ambos la fotosíntesis que a su anfitrión le es negada. De todos modos, subrayo, es planta misteriosa que vegeta a su aire y sin reglas cronológicas, incluidas las de «El Venerable», de aparición de sus brotes. No sólo conserva, además, su verdor en las tinieblas, sino que su estructura crece como si desafiara a la gravedad.
El pino totémico
Su proceso de floración, pues, escapa a todo cálculo agronómico. Sabe el montañero que donde vea tordos hallará dicha lorantácea, ya que estos pájaros son golosos de sus bayas. De ahí que los desaprensivos los cacen con liga del propio muérdago. En sus cagadas, el tordo transporta y disemina el germen de esta migura. Apellido navarro donde los haya, como el del ganadero que iniciara la vacada más distinguida y temida por los diestros: Mihura.
Más deducciones. Donde más abunda el muérdago, ya dijimos, es en sauces, olmos y, sobre todo, pinos aislados. El árbol totémico que en estos días se adorna.
En Catalunya y países nórdicos sigue simbolizando el muérdago el cambio de ciclo, con tradiciones añadidas a lo largo de los años: el beso, la buena suerte, la inmunidad frente a la brujería.
Cuando la savia renovada ya circula dentro del árbol, el muérdago se arranca, como un catéter, y se distribuye como signo de que ya no se le necesita para labores de nodriza.
Decían en la Francia medieval pagana y ajena a las elucubraciones de Beda «El Venerable» y sus discípulos acerca del big-bang de Belén: «Au gui l’an neuf».
Cuando el muérdago, insistimos, deja de cobijarse en un árbol con quien ha compartido savia año tras año, es señal de que el tronco y las raíces han muerto. De eso sabe mucho un incansable e imaginativo escultor, José Ramón Anda Goikoetxea, que además de otros materiales ha esculpido en troncos ya difuntos de monte comunal. Yendo al caso, ¿para cuándo un Anda-Leku en Bakaiku?
De todos estos elementos folklóricos, en tiempos de San Beda sometidos a valoración algebraica, derivan personajes solsticiales como este «Olentzero» vascón. Mucho más cercano, culturalmente hablando, que los Santa Klaus y Papa Noëles que nos son tan ajenos como la Acción de Gracias y que nos colonizan desde los telefilmes, ya sean éstos del Salvaje Oeste, lacrimógenos o policiacos.
Detenido año tras año
Total, que este fetiche, alias «Olentzero», que la película «Tasio» dio a conocer como entidad actualizada, viene siendo detenido año tras año en barrios pamplonicas donde su latría es tradición ancestral: Chantrea, San Juan, Milagrosa y Rochapea.
La alcaldesa, que desde hace un par de lustros practica esta retención cautelar de «Olentzero» por alcaldada caciquil, este año ha enviado el conflicto a la Delegación del Gobierno. Cosa de lavarse las manos y pasar sus arbitrariedades por el tamiz de lo jurídico. Allí le han dicho a Yolanda Barcina Angulo, así se llama la primera edil de Iruña-Pamplona, burgalesa de nacimiento pero cuya adolescencia transcurrió en Portugalete, no están para esos trámites grotescos.
En términos administrativos y procesales, la delegada Elma Sáiz insinúa (traduzco al cristiano) que hay que saber discernir entre espectáculos públicos y actividades recreativas. Entre las corridas de San Fermín y el Baile de la Era, vamos. Desde el PSN se asombran, ingenuos, de esta maniobra tan propia de Beda, el de los barómetros del Fraile, en cuyos trabajos se entrelazan las ciencias políticas, las científicas y las idolátricas. Se preguntan de qué le han servido los doce años de Alcaldía para ignorar cuáles son sus competencias y cuáles las de otras instancias. Olvidan señalar que la Audiencia Nacional ha confirmado su decisión, ya rancia, de no considerar como delito que se exhiban fotos en recuerdo de los presos. El PSN bien podía guardar silencio: es responsabilidad suya que UPN, Barcina incluida, siga campando a sus anchas en territorio navarro.
En cuanto a NaBai, a saber por qué, indica que estas actuaciones de doña Yolanda, dignas de un Stanislaw Lem, hay que adjudicárselas (este año) al electoralismo municipal. Pero si aquí no hay estrategia: hay gafancia y punto. Además, todo partido navarro de oposición debería meditar, pongamos que en Leire, que si el barcinianismo se eterniza es porque quienes se le oponen no se le enfrentan en coalición por un quítame allá esas pajas mentales. Siguen debatiendo al más puro estilo de Beda y sus monagos acerca del sexo de los unicornios y los basiliscos.
Lo más plausible es que la alcaldesa de Iruña y desde hace un año Presidenta de Unión del Pueblo Navarro, abomine del menú habitual de Olentzero: huevos rebosantes de colesterol del malo, pichones en ‘faisandage’ y vinazo de bota. Y por si fuera poco ¡fuma! Lo dice la canción que, con una de las estrofas cristianizadas durante el semifranquismo, se le dedica. Porque Yolanda Barcina es catedrática de Bromatología, ciencia que nos obliga a merendar boticas, y no bocatas.
Arcaísmo intruso
Navidad tras Navidad, palabra de honor y por éstas que son cruces, Barcina da la nota. Reparemos, sin sentimentalismos, en que nada hay más mezquino y deplorable que jugar con la cada vez más efímera ilusión de la chiquillería.
Ni que decir tiene que las autoridades que comandan el territorio la apoyan. Me refiero a los tentáculos de UPN, partido cenizo – viene a cuento – donde los haya y en cuya presidencia Yolanda sustituyó a Sanz. De ahí que en Iruña, pretextando intencionalidades solapadas, se intente nochebuena tras nochebuena que se le impida la presencia por determinadas calles a este grotesco espantajo navideño, carbonero desharrapado, borrachín, tragaldabas y generoso que baja por la chimenea el día 24 de diciembre – relación con las fechas de llamar al deshollinador — para dejar ante ella los regalos solicitados.
Aduce UPN de Iruña-Pamplona, en efecto, para que la justicia suspenda el festejo de «Olentzero» en La Milagrosa, que su presencia peca de connotaciones reivindicativas. Sic. En ello se basan para aguar la fiesta de dichos barrios. Quizás porque bajo el roble, árbol sagrado de Euskadi y evidente sincretismo céltico que también influyó en el Viejo Reyno, se reunían las Juntas desde hace muchos siglos para discutir los presupuestos, las nuevas leyes, la pecha de aparcamiento y las infraestructuras necesarias. Ah, y las multas. También, la censura de algunas zarabandas populacheras. A quienes mandan en Navarra les suena el «Olentzero», insisto, a vasco; cuando es más sajón y más vikingo que el sujetador de una walkiria.
Se considera, pues, a este mito, y anótenlo los peregrinos que investigan las rarezas del Reyno de España, una antigualla recién inventada por el imperialismo vascongado. O sea, un negacionista de las tesis de Beda «El Venerable» y sus muchos seguidores en asuntos exo/esotéricos. Para la Iglesia, hasta el siglo XVI, estos genios y elfos encarnados (sin Palomica) eran arcaísmos intrusos en el Culto. Así que los persiguieron con saña. Desde el siglo III fueron objeto de anatemas y condenaciones vaticanas.
Yolanda Barcina, al parecer, desea pertenecer al Santo Oficio (institución cuyo carácter político es innegable) sin pasar por el sacerdocio. Como la Papisa Juana. Lo malo es que se halla divorciada tras un mal rollo matrimonial referido a una mansión de lujo en Cantabria. O por lo que sea. Ya se ha definido en su día como «católica sin exagerar». Circunstancia que la Conferencia Episcopal, más reaccionaria que «El Venerable», condena ‘ipsus incurrenda’. En cuanto al «Olentzero» alojado en los calabozos de La Milagrosa, última hora, los alguaciles y justicias están avizores. Temen que se les escabulla y reparta consignas ocultas en los caramelos que lanza al gentío.
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