Varios estudios e investigaciones demuestran que el alzhéimer, enfermedad que ataca fundamentalmente a las mujeres, se relaciona con aspectos como la situación socioeconómica, el nivel educativo o los problemas de salud mental. Los cuidados también entran en la ecuación cuando se habla de esta dolencia.
“Llevo cinco años cuidando de ella, habíamos estado hablándole de los síntomas durante mucho tiempo al médico de cabecera, luego nos derivaron a neurología. Cuando vamos a las revisiones, solo me hacen preguntas sobre sus rutinas, yo respondo, ven si la medicación va bien o hay que cambiar algo, y poco más. No nos han dado casi información sobre la enfermedad, o indicaciones para atenderla mejor, o consejos para evitar más deterioro. Nada”. Concepción Hidalgo tiene 55 años, su madre, 87. Convertirse en cuidadora habitual le ha cambiado la vida. A ambas las ha transformado.
El alzhéimer afecta a unas 800.000 personas en el Estado español, estima la Sociedad Española de Neurología (SEN), aunque en otras estadísticas aumentan hasta las 1.200.000. Las cifras no son del todo precisas, pero varios estudios sí reflejan que la patología afecta predominantemente a mujeres (casi un 70 por ciento, según datos de Fundación ACE). Además, existe mucho desconocimiento a su alrededor.
Alzhéimer y demencia se emplean en ocasiones como sinónimos, pero son diferentes. Esta última describe un grupo de síntomas relacionados con la memoria, el pensamiento y las habilidades sociales que interfieren en el desempeño de la vida diaria. Habría que hablar de demencias, en plural, porque existen varios tipos y a veces coexisten. El alzhéimer es una de sus tipologías, la más frecuente. Se manifiesta a través del deterioro de la memoria, la pérdida de capacidades relacionadas con el lenguaje, la percepción, el razonamiento y la organización de la vida cotidiana. En sus estados más avanzados acarrea marcadas dependencias. “No es solo que mi madre no recuerde cosas o su falta de autonomía, que cada vez va a más, es que también hay épocas de agresividad, de insultos, mucha desconfianza hacia mí; hay que cambiar elementos de las habitaciones para evitar golpes, hay que calcular lo que come, porque le cuesta más y puede haber atragantamientos; es muy duro”, comenta Concepción Hidalgo. Los problemas con la masticación y la deglución son muy frecuentes; de hecho, en las etapas más avanzadas se opta por sustituir los alimentos por sondas nasogástricas. Una opción que el personal sanitario recomienda sin que esté demostrado que mejore la calidad de vida ni el estado nutricional de las pacientes, y muchas veces sin informar a las familias de los problemas que puede conllevar para las personas afectadas.
Longevidad
Las altas cifras del alzhéimer en mujeres se han explicado, durante mucho tiempo, únicamente a través de su mayor longevidad. Pero las últimas investigaciones y estudios demuestran que se necesitan barajar más hipótesis. Vivir más años es un factor que influye a la hora de desarrollar la enfermedad, pero existen otros elementos. También hay riesgos relacionados con el género. “La mayor prevalencia de algunos factores de riesgo podría ser otra explicación, pudiendo tener que ver con los roles de género; por ejemplo, la ansiedad y la depresión son factores de riesgo de alzhéimer y son más prevalentes en mujeres; además, son más frecuentes en personas cuidadoras de personas dependientes”, explica Eider Arenaza Urquijo, psicóloga e investigadora especializada en los mecanismos cerebrales y estilos de vida asociados a esta enfermedad.
Las organizaciones estadounidenses American Association of Retired Persons y Women’s Alzheimer’s Movemente, dedicadas al estudio de la salud global de las mujeres, publicaron en marzo de 2020 un revelador estudio que muestra que la biología, el estilo de vida y las circunstancias económicas contribuyen a la alta tasa de desarrollo de esta enfermedad en el cerebro de las mujeres. Pero estas organizaciones, además, tiran de otro hilo: “Ciertos grupos de población tienen más probabilidades de vivir con demencia que otros; se han realizado pocas investigaciones para explicar por qué los afroamericanos, los hispanos y las mujeres con bajos ingresos y menos educación tienen tasas más altas”. Arenaza Urquijo añade alguna información más: “El nivel socioeducativo, el nivel socioeconómico y los índices de privación (que pueden incluir diferentes factores como desempleo, trabajo manual, vivienda sin acceso a internet…) están asociados con un mayor riesgo de desarrollar la enfermedad. Afortunadamente, hay ya algunos grupos de investigación que están aplicando la perspectiva de la interseccionalidad en la investigación de la enfermedad para entender los mecanismos subyacentes a las disparidades”.
Menopausia
El abordaje de las alteraciones que se producen durante la menopausia es otra de las líneas de estudio actuales. Algunas investigaciones han registrado cambios en los cerebros de las mujeres premenopáusicas relacionados con una disminución de estrógenos. Estos cambios hormonales “potencialmente disminuyen la capacidad del cerebro para resistir enfermedades como el alzhéimer”, escribe la neurocientífca Lisa Mosconi en su libro The XX Brain. Tales cambios asociados con la menopausia pueden generar fallos en la memoria y disminución cognitiva. Pero también se incrementan las posibilidades de sufrir otras dolencias, como indica Arenaza Urquijo: “El importante declive de estrógenos durante la menopausia está asociado con un mayor riesgo vascular en mujeres que en hombres”. La administración de terapia hormonal basada en estrógenos durante diez años puede reducir los riesgos de aparición del alzhéimer. Este fue uno de los hallazgos de la investigación realizada en la Universidad del Este, en Finlandia, en la que participaron 230.000 mujeres, y cuyos resultados se publicaron posteriormente en la revista Neurology.
El alzhéimer es, además, una enfermedad feminizada en todos los sentidos.Además de que su prevalencia en mujeres es el triple que en hombres, ellas lideran las investigaciones en torno a la enfermedad y, como es habitual en las dependencias, son las protagonistas en los cuidados. Y esto último puede tener consecuencias a largo plazo.
Cuidados
Merche González trabaja en un centro de deterioro cognitivo leve en Santa Coloma de Gramenet. Antes estuvo durante años ofreciendo apoyo psicológico en residencias de persona mayores. “La mayoría de la población con la que me encontré eran mujeres sin estudios, que habían trabajado en el campo, o se habían dedicado a la crianza, o habían cuidado a sus suegros y suegras o a sus familiares. Cuando dan el paso de entrar en una residencia se encuentran con la ambivalencia de haber cuidado a todo el mundo y que a ellas no les cuide nadie. No lo acaban de entender”, explica. Uno de los aspectos que más reclaman estas mujeres es el de la socialización. “Quieren relacionarse en grupo, hacer excursiones, salir a divertirse; te das cuenta de que estas mujeres, que tienen más de 60 o 65 años, han hecho muchas menos actividades, porque han dedicado casi todo el tiempo a los cuidados. Y la falta de actividad cognitiva es un factor que predispone a tener alzhéimer”, apunta. En sus sesiones lleva a cabo ejercicios para estimular y ejercitar las funciones que se pueden ver alteradas en los procesos de deterioro cognitivo: lenguaje, memoria, reconocimiento, cálculo o funciones ejecutivas, entre otras.
Mantenerse activa social e intelectualmente fortalece la reserva cognitiva. Cuando no se han dado ciertas circunstancias, los factores que predisponen a tener alzhéimer se multiplican. Merche González ha escuchado muchas vivencias y ha visto patrones comunes: “Han trabajado cuidando sin cobrar, hay muchas de ellas que solo cobran la viudedad del marido, mujeres que van contando el dinero porque no han cotizado suficiente y no tienen una pensión contributiva, no pueden socializar tanto, no han podido hacer cosas porque han estado ocupadas y sin mucho dinero; y a nivel cultural se han cerrado puertas”.
La medicina preventiva con perspectiva de género se vuelve necesaria para paliar las posibles causas de esta enfermedad, pues hay factores de riesgo relacionados con los roles de género, como ya se ha indicado. “En las mujeres existe una mayor prevalencia de estrés, ansiedad y depresión. Podemos poner como ejemplo los cuidados y lo que ha ocurrido en la pandemia donde ha habido un aumento global de ansiedad y depresión, pero sobre todo en mujeres; además, históricamente, las mujeres han tenido menos acceso a educación”, afirma Arenaza Urquijo. Otras realidades, como el traumatismo craneal, también factor de riesgo, son más habituales en hombres.
Aunque existen pocas certezas en este campo, una de ellas parece ser la de que las habilidades de memoria de las mujeres, como recordar con facilidad ideas, palabras y hechos después de un tiempo podrían darles una ventaja a lo largo de la vida, según explica la especialista. “Algunos estudios muestran que esta ventaja podría ayudar a compensar patologías cerebrales; sin embargo, parece que cuando comienzan a mostrar síntomas de deterioro cognitivo declinan más rápido”, añade Arenaza Urquijo.
Continuando en ese ciclo de la feminización, una dilatada tarea de cuidados supone también un aumento de estrés y ansiedad. Un artículo colaborativo elaborado en 2002 por el Servicio de Neurología del Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla destacaba las consecuencias que tiene en la salud de las personas cuidadoras proporcionar soporte en la enfermedad del alzhéimer: “Conlleva un gran impacto sobre el medio familiar y sobre el tiempo de ocio y salud, y repercute en las esferas financiera, social y emocional, consecuencia mucho mayor que la de cualquier otra enfermedad crónica”. Es común que exista una cuidadora principal, personas que atienden de forma secundaria, y una empleada del hogar, cuya situación laboral suele ser precaria [sobre todo si llega a trabajar como interna]. Se trata de una disposición de recursos, de tiempo, pero también de una disposición emocional. “A los perjuicios económicos se unen los afectivos, que son incalculables. Son muchos los cuidadores que enferman física o mentalmente, y el cambio repercute especialmente en las mujeres”, concluye el artículo.
En el caso de Concepción Hidalgo, la tarea la realiza en solitario, junto a una mujer que acude a su casa tres horas diarias. Prefiere esta opción a la de internar a su madre en una residencia porque, además, económicamente tampoco se lo puede permitir. Su agotamiento es cada vez mayor: “Emocionalmente es muy desgastante, tanto por la parte física como por la emocional, estoy muy cansada, no tengo tiempo para nada y sé que esto va a ir a peor, porque no tiene vuelta atrás. Necesitamos pautas, información, saber qué es lo mejor o saber qué estamos haciendo bien o mal. Estamos muy solas”.
Fuente: https://www.pikaramagazine.com/2025/10/olvidar-la-vida/


