Estas páginas, concebidas a partir de la vasta experiencia de su autor al frente de los órganos de la Seguridad del Estado, así como del empleo de fuentes desclasificadas estadounidenses y de archivos de la Isla, resumen las actividades de espionaje y subversión desarrolladas por la CIA en sus continuas agresiones contra Cuba durante medio […]
Estas páginas, concebidas a partir de la vasta experiencia de su autor al frente de los órganos de la Seguridad del Estado, así como del empleo de fuentes desclasificadas estadounidenses y de archivos de la Isla, resumen las actividades de espionaje y subversión desarrolladas por la CIA en sus continuas agresiones contra Cuba durante medio siglo.
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Introducción a Operación Exterminio (Ocean Sur, 2011)
…en los años venideros habrá tantos y tantos que quieran escribir sobre la
Revolución, y quieran expresarse sobre la Revolución, recopilando datos e informaciones para saber cómo fue, qué pasó, cómo vivíamos.
Fidel Castro
Las ambiciones de los Estados Unidos por apoderarse de la mayor de las Antillas tienen su origen en la primera mitad del siglo XIX , cuando la nueva nación iniciaba su expansión imperialista y avizoraba la recolonización de las repúblicas liberadas del coloniaje español.
A principios de 1823 el secretario de Estado norteamericano, John Quincy Adams, escribía:
Existen leyes políticas, así como de gravitación física; y si una manzana separada por la tempestad de su árbol, de su origen, no puede escoger sino caer al suelo, Cuba, por fuerza, separada de su artificial conexión con España, e incapaz de sostenerse por sí misma, solo puede gravitar hacia la unión americana, la cual, por la misma ley de la naturaleza, no puede rechazarla de su seno.1
Meses después, el 2 de diciembre del propio año, el presidente James Monroe, en su mensaje al Congreso de la Unión, santificaba esas ideas como política de Estado, en la conocida Doctrina que lleva su nombre.
José Martí, el más esclarecido patriota que luchó por la independencia de Cuba, supo comprender el peligro que entrañaban las ambiciones del poderoso vecino cuando, en vísperas de su caída en combate, el 19 de mayo de 1895, expresó en carta a su amigo, el mexicano Manuel Mercado:
Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber ―puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo― de impedir a tiempo, con la independencia de Cuba, que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América.2
El gobierno norteamericano aprobó en 1898 la Resolución Conjunta. Patentizaba que «el pueblo de Cuba es y de derecho debe ser libre e independiente» y que los Estados Unidos no tenían «deseo, ni intención, de ejercer dominio sobre la Isla, excepto para su pacificación», pero no reconocía a la República en Armas. El real interés de apropiarse de la Isla llevaba al Presidente de esa nación a procurar negociaciones con España, intentando reiteradamente la compra del territorio insular, siempre infructuosamente. Una vía más expedita se presentó con la explosión del acorazado Maine , atracado en la bahía de La Habana. Entonces, los Estados Unidos intervinieron directamente en la guerra cubano-española para frustrar la inminente victoria de las armas cubanas con el pretexto de la agresión y para justificar su intromisión en la contienda. El momento escogido no fue casual. El Ejército Libertador, en su ofensiva, ganaba una guerra que España no podía sostener.
El 11 de abril, el presidente William McKinley propugnó «la enérgica intervención de los Estados Unidos en el conflicto».3 La guerra duró apenas tres meses, concluyó con la rendición incondicional de España y la exclusión de los patriotas cubanos de las negociaciones, allanó el camino para imponernos una república mediatizada por sus cónsules y cañoneras durante más de medio siglo.
La guerra imperialista culminó con la ocupación militar de Cuba. Se le concedió la independencia formal a la sombra de nuevas bases navales norteamericanas en su territorio y con una enmienda constitucional que daba derecho a los Estados Unidos a intervenir en Cuba. El país había cambiado de amo.
Durante más de cincuenta años, gobiernos manipulados por Washington administraron la Isla para garantizar las prósperas inversiones norteñas, amenazadas constantemente por los patriotas que se enfrentaban a la política neocolonial de la recién estrenada metrópoli. La miseria, el hambre, el analfabetismo y la discriminación proliferaban en el país. La corrupción, el latrocinio, la prostitución y el juego se enraizaron. El descontento, la inconformidad, la rebeldía y el sentimiento antiimperialista se acrecentaban. Nuestro pueblo libró grandes batallas durante ese período: la fundación del Partido Comunista y de numerosas organizaciones revolucionarias, obreras y sociales; el derrocamiento de la tiranía de Gerardo Machado en 1933; la lucha contra la primera dictadura de Fulgencio Batista; el establecimiento de una Constitución progresista en 1940; las luchas obreras de esa década que desembocaron en la formación de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC); la batalla por el diferencial azucarero, que costó la vida al prestigioso dirigente comunista Jesús Menéndez; y, finalmente, el enfrentamiento a la dictadura batistiana, con el asalto al Cuartel Moncada en 1953, que conjuntamente con el desembarco del Granma , en 1956, y protagonizados por Fidel Castro, iniciaría la lucha armada en las montañas orientales y la resistencia clandestina en las ciudades, marcando el último capítulo de la dominación norteamericana.
El 1ro. de enero de 1959 triunfó en Cuba una revolución nacional y antiimperialista que derrocó a la dictadura de Batista. A partir de entonces, los Estados Unidos desencadenarían una verdadera guerra contra el nuevo proyecto social emprendido en la Isla. No podían admitir que en sus propias fronteras se expropiara la tierra a los latifundistas nativos y extranjeros, se eliminara la discriminación racial y de sexo; se enseñara a leer a los analfabetos; se comenzara a construir una sociedad nueva cuyo objetivo central ha sido y es la justicia social y el bienestar del pueblo.
Desde entonces, los gobiernos de los Estados Unidos han pretendido destruir el proceso revolucionario. En 1960, con la aprobación de la orden ejecutiva para derrocar al gobierno de la Isla, después, en 1962 con el Proyecto Cuba, que inició el feroz bloqueo que aún perdura; más tarde en 1963, con las «alternativas cubanas»; luego con las leyes Torricelli de 1992 y Helms- Burton de 1996 y, finalmente, en 2003, con el «Plan para la Asistencia a una Cuba Libre», las administraciones de la Casa Blanca han pretendido exterminar no solo a la Revolución, sino también al pueblo cubano; sin embargo, todo ello ha fracasado por una sola y única razón: la unidad del pueblo cubano y sus líderes en torno a un proceso político, social y económico verdaderamente revolucionario, soberano, independiente y antiimperialista.
Han transcurrido cincuenta años de revolución victoriosa, a pesar de las agresiones, bloqueos y demás aventuras militares y subversivas emprendidas por el imperio. Durante este tiempo, la CIA y sus aliados han cometido los crímenes más horrendos en nombre de la «gran» democracia norteamericana. Al reflexionar sobre esta secular historia de agresiones y de guerras ―unas veces encubiertas, otras declaradas―, comprendimos la necesidad de que nuestros pueblos de América conozcan los peligros que corren quienes pretendan liberarse de la dictadura generalizada que ejercen los Estados Unidos bajo la cobertura de la «defensa de los derechos humanos» y sus conceptos de «democracia representativa», que no ha sido sino un pretexto para intentar tiranizarnos.
Las políticas imperiales y el papel de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en el proyecto subversivo para desarticular la Revolución Cubana han transitado por diferentes caminos: van desde la constitución de las primeras organizaciones contrarrevolucionarias y el desarrollo de la conspiración trujillista; la preparación del ataque mercenario por Playa Girón; las operaciones Patty y Cuba en Llamas; los planes para asesinar a Fidel; la Operación Mangosta; la creación de JM/Wave, el enclave subversivo y terrorista más poderoso que haya existido en suelo norteamericano; el complot para involucrar a Cuba en el asesinato de Kennedy; las operaciones «autónomas»; la agresión biológica desatada en los años setenta; «las guerras por los caminos del mundo», uno de los proyectos terroristas más abarcadores emprendidos y probable génesis del terrorismo actual; las campañas de guerra psicológica; la subversión política; el terrorismo contra el sector turístico para arruinar la economía, hasta nuestros días, cuando las campañas diversionistas desde la Sección de Intereses de los Estados Unidos en La Habana y otros centros subversivos pretenden caotizar la sociedad cubana, destruir su economía, desarmar la ideología socialista y estimular una «oposición legal» que, en su momento, pueda propinar el golpe de gracia a la Revolución, exterminándola y diluyendo su ejemplo.
Documentos desclasificados en los Estados Unidos, testimonios de participantes directos, informes de la Seguridad cubana y vivencias del autor, son los medios que nos proponemos utilizar para que el lector pueda formularse una idea de los principales acontecimientos ocurridos durante estos cincuenta años.
También pretendemos aportar experiencias relativas a la formación y desarrollo de los servicios de Seguridad cubanos y cómo en su combate cotidiano, apoyados en la voluntad del pueblo para defender su revolución y el pensamiento de Fidel, han podido vencer a enemigos de tan poderosa talla.
Reconstruir la memoria de unos e informar a los más jóvenes contribuirá a que el lector, guiado en este laberinto de intrigas, golpes sucios, crímenes y destrucción, tenga una panorámica de lo que han sido esto años de agresiones, luchas y victorias en defensa de la Revolución Cubana.
En junio de 1961, en sus «Palabras a los intelectuales«, Fidel avizoraba la necesidad de que los escritores revolucionarios y honestos de los tiempos venideros plasmaran en sus obras la realidad de esos primeros años, y señalaba: «ustedes tienen la oportunidad de ser más que espectadores, de ser actores de esa Revolución, de escribir sobre ella, de expresarse sobre ella»4 para que las generaciones futuras conocieran esa realidad. Ese ha sido y será nuestro propósito.
Quedarán siempre episodios por narrar que dejamos a la iniciativa de otros. Sirva este relato como un modesto aporte a la historia contemporánea de nuestro heroico pueblo.
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