Nunca estuvo tan justificada una medalla al trabajo como la que acaba de recibir el gran arquitecto brasileño Oscar Niemeyer, que en diciembre cumplió nada menos que 101 años. Trabajando. El ministro de Trabajo de Brasil se desplazó el pasado lunes hasta el estudio profesional de Niemeyer, en Río de Janeiro, para entregarle personalmente la […]
Nunca estuvo tan justificada una medalla al trabajo como la que acaba de recibir el gran arquitecto brasileño Oscar Niemeyer, que en diciembre cumplió nada menos que 101 años. Trabajando. El ministro de Trabajo de Brasil se desplazó el pasado lunes hasta el estudio profesional de Niemeyer, en Río de Janeiro, para entregarle personalmente la orden del mérito del trabajo Getulio Vargas.
Militante comunista, abocado al exilio parisiense durante la dictadura brasileña, las obras de Niemeyer están marcadas «por la política y por la defensa de los trabajadores», reza la justificación oficial de la medalla a este pensador del hormigón, amigo de Fidel Castro, que elogia al presidente Lula y defiende sin ningún reparo a Hugo Chávez y Evo Morales.
El creador de decenas de futuristas edificios por todo el mundo aún acude cada día a su oficina de Copacabana para supervisar el estado de los proyectos que diseña y sus colaboradores desarrollan. Como el Centro Niemeyer de Avilés, que se construye en la ciudad asturiana, y que será su única obra en España. El centro albergará el Museo de los Premios Príncipes de Asturias, galardón que Niemeyer obtuvo en 1989. El arquitecto tiene fobia a volar, pero ha prometido viajar a Avilés para la inauguración, el año próximo.
Para el mundo, Niemeyer estará siempre asociado a Brasilia, la moderna capital del país, creada de la nada. Pero para los habitantes de Río, es uno de sus vecinos más ilustres ya que deben de ser pocos los cariocas que no sepan dónde vive el arquitecto. Muchos guías turísticos incluso señalan su ventana al pasar por Ipanema, barrio donde también es posible ver al artista cenando en algún restaurante, comiendo pescado acompañado de su flamante esposa, Vera Lúcia Cabreira, de 62 años.
Flamante, porque Niemeyer se casó con Cabreira -su secretaria desde hace dos décadas- en vísperas de cumplir 99 años, con el consiguiente revuelo familiar. Su primera esposa, Annita Baldo, había fallecido en el 2004, tras 76 años de matrimonio. Otro récord, a pesar de que siempre se reconoció mujeriego. Niemeyer sólo tuvo una hija, Ana Maria, pero su descendencia fue fructífera: cuatro nietos, trece bisnietos y siete tataranietos.
Su vinculación con Río también se recuerda cada carnaval ya que el arquitecto, gran amante de la samba, es autor del popular sambódromo de la ciudad, construido en 1984.
Y desde los miradores de Río también se puede ver el espectacular ovni diseñado por el carioca en la vecina ciudad de Niterói, en plena bahía de Guanabara, como sede del Museo de Arte Contemporáneo. Precisamente en Niterói, donde Niemeyer ya cuenta con otras seis obras, se ha inaugurado este mes su última creación. Diseñado gratuitamente para el municipio, un centro comunitario de 600 metros cuadrados emerge sobre un cerro por encima de los ladrillos rojos de la favela Palacio. Es la segunda obra de Niemeyer en una favela. La primera fue la casa de Amaro, su chófer.