Madrid, Los Libros de la Catarata, 2017, 287 páginas Cuando pasen los años, de hecho ya ahora, la ciudadanía española y también los ciudadanos y ciudadanos de muchos otros lugares del mundo tomaremos consciencia de las inmensas aportaciones filosóficas, políticas (incluyendo su faceta de activista y luchador directamente comprometido), artísticas y literarias, incluyo aquí […]
Madrid, Los Libros de la Catarata, 2017, 287 páginas
Cuando pasen los años, de hecho ya ahora, la ciudadanía española y también los ciudadanos y ciudadanos de muchos otros lugares del mundo tomaremos consciencia de las inmensas aportaciones filosóficas, políticas (incluyendo su faceta de activista y luchador directamente comprometido), artísticas y literarias, incluyo aquí traducciones, obra poética, entrevistas y críticas, de este pensador imprescindible, productivo y más que poliédrico llamado Jorge Riechmann que se reclama deudor de cuanto menos cuatro grandes maestros: Manuel Sacristán, René Char, John Berger y Francisco Fernández Buey, con el que publicó varios libros que están en la mente de todos. Por ejemplo, Ni tribunos y Redes que dan libertad, además de codirigir una colección «para los tiempos futuros»: Clásicos del Pensamiento Crítico en los Libros de la Catarata.
Por si fuera necesario para nuevos lectores, Jorge Riechmann es actualmente profesor titular de Filosofía Moral en la Universidad Autónoma de Madrid y es sin duda, como decía, uno de nuestros pensadores más importantes y de mayor influencia político-cultural.
El libro que ahora comentamos está en otra de sus casillas: sus aportaciones en el ámbito del ecologismo y de la filosofía política asociada a esta concepción del mundo y de la sociedad, que ya es de hecho no una opción, entre otras, sino un máximo común denominador que todo pensador/a que se precie, y que esté informado y a la altura de las circunstancias, no puede dejar de estimar. Podemos ser o no lectores de Spinoza, de Hume o de Searle, pero no podemos dejar de ser ecologistas.
¿Vivir como buenos huérfanos? Ensayos sobre el sentido de la vida en el Siglo de la Gran Prueba es el tercer volumen, el último, de su trilogía de la autoconstrucción (los dos anteriores, también en los Libros de la Catarata, fueron El socialismo pueden llegar sóloenbicicleta y Autoconstrucción). Se aborda aquí un problema que ninguna concepción filosófica a la altura de las circunstancias puede dejar orillada. El señalado en el título: el sentido de nuestras vidas en lo que el autor llama, con acierto, el siglo de la Gran Prueba.
La estructura de este tercer volumen es la siguiente: Proemio. «Autoconstruirnos para vivir como buenos huérfanos». 1. El no actuar en aquellos días… 2. Contra la desmesura: Albert Camus bajo el signo de Némesis. 3. Manuel Sacristán, pionero del ecosocialismo. 4. ¿Qué hacemos con la muerte? (Aproximación al sentido de la vida). 5. Tareas para después de la muerte de Dios. 6. Dimensiones de la religión. 7. Esperanza contrafáctica: pidiendo un Leopardi desde dentro (no se trata de ver la botella que esta medio vacía, se trata de la reconstrucción de lo humano). 8. La paz que proviene del hábito de la contemplación. El capítulo 3, el dedicado al autor de «Panfletos y Materiales» es, desde mi punto de vista, uno de los mejores textos que se han escrito sobre su obra, especialmente sobre su dimensión ecologista. En conjunto, un libro de buena filosofía, con la dimensión metafísica de nuestro vivir no excluido.
¿Qué decir sucintamente de este nuevo ensayo de nuestro matemático-filósofo-poeta-activista? Siendo consciente de lo mucho que me voy a dejar en el tintero, destacaría lo siguiente:
1. JR es, cada vez en mayor medida, un filósofo clásico, un filósofo que se enfrenta a los grandes temas de toda filosofía que se precie. Podemos ser más o menos analíticos, podemos ser muy o bastante marxistas, podemos absorber todo lo que podamos de otras tradiciones filosóficas, para hay grandes temas que nos conciernen a todos, a todos los ciudadanos-filósofos del mundo. El sentido de la vida, el sentido de nuestro existir es uno de ellos. De esto trata este libro. Y eso no es metafísica barata, especulación pseudo- religiosa, o un hablar por hablar. Eso es pensar sobre un tema que nos concierne a todos y que determina, además, nuestras formas de entender nuestro ser en sociedad, nuestra relación con los oros seres. Aquí y ahora, no en trasmundos deseados o imaginados. La pregunta la formula así: «Un mundo que se precipita hacia un final ominoso, ¿no exacerba, al menos en las minorías conscientes, vivencias insoportables de sinsentido?» (p. 13)
2. JR bebe cada vez más de corrientes de pensamiento no ubicables en la filosofía occidental. Sin ninguna apología de lo otro, por ser lo otro, nadie que filosofe a principios del siglo XXI, el siglo de la Gran Prueba en su exacto decir, puede dejar al margen el pensamiento filosófico de los pueblos indígenas o de las tradiciones gandhianas por ejemplo. Así escribe JR en su presentación: «Vale la pena también recordar que swaraj, ese término clave en Gandhi y en la filosofía política del siglo XX, significa también autocontrol, autonomía y autocontención». No es la única fuente alternativa. «Si se quiere decir de otra manera; el marxismo leopardiano, en positivo, ha de ser también algo así como un marxismo budista. Por aquí reencontramos la propuesta de Serge-Christophe Kolm formulada hace ya tantos años: la razón ilustrada occidental necesita aprender de la sabiduría budista» (p. 261).
3. Esa tríada, la que acabo de indicar, es una de las ideas-fuerza de su filosofar ecologista. No nos es posible vivir sensatamente, razonablemente, humanamente, sintiendo nuestra vinculación a la Naturaleza y a especies vivientes próximas o no tan próximas, existiendo de espaldas a estas grandes categorías que abren con la primera letra de nuestra abecedario. Sin ellas, el camino que podemos construir es, a día de hoy, un camino directamente dirigido hacia el infierno y nuestra autodestrucción, un sendero, ciertamente, no es alarmismo apocalíptico, no impensable.
4. Los libros de JR suelen contener dos regalos en uno. Sus propias reflexiones, sus propios argumentos, dudas y explicaciones, y las citas que nos regala y que no son meros adornos. Son pistas, indicios, aforismos, que nos conducen o pueden llevarnos a otros escenarios dignos de reflexión y profundización.
5. La estructura de los libros del autor ha mejorado de forma sustantiva ubicando las citas de pie a página al final del capítulo. Parece un asunto menor pero no lo es. Permite un lectura más centrada en su texto, evitando despistes, faltas de concentración o huidas temáticas.
6. Son numerosos los nuevos autores que JR cita en sus reflexiones. No sólo filósofos más o menos clásicos, sino autores recientes, donde científicos, poetas, literatos, etc se dan la mano en perfecta armonía. No por casualidad Para la tercera cultura, una cultura que abone y una esas diversas dimensiones, es un libro que escribió uno de sus maestros, también nuestro: Francisco Fernández Buey.
7. JR muestra, además, mucho interés por autores en lo que hasta ahora tal vez no haya puesto demasiado énfasis. Dos aforismos wittgensteinianos -«el saludo entre filósofos debería ser ¡date tiempo!»; «en la carrera de la filosofía gana aquel que puede correr más despacio. O aquel que alcanza el último la meta»- enlazan muy bien con los intereses filosóficos y vitales del autor. Con su vindicación del silencio y la lentitud.
8. Hay también mucha heterodoxia, de la buena, en este último Riechmann. Por ejemplo, cuando afirma y argumenta que el logos hunde sus raíces en el mito o cuando señala que podemos hallar dimensiones religiosas en ámbitos no religiosos o que existen tantas religiones como seres humanos.
9. El ecosocialismo defendido, un ecosocialismo que da sentido a nuestra vida, es, por supuesto, un ecosocialismo feminista. Una necesidad imperiosa en el Siglo de la Gran Prueba. Un ecosocialismo que ha de basarse en el trabajo que sostiene la vida, no en el que la destruye. La verdadera sabiduría, como quería Spinoza, se centra en la vida, no en la muerte.
10. JR mantiene y defiende una concepto de revolución alejado de la posición que fuera dominante en las tradiciones emancipatorias, concepto que entronca con desarrollos clásicos menospreciados por espiritualistas o poco materialistas. Las palabras finales del ensayo son un ejemplo: «Sentenció Jacques Ellul: «El más alto punto de ruptura con respecto a esta sociedad técnica, la actitud realmente revolucionaria, sería la actitud de contemplación en lugar de la agitación frenética». Sea, viejo maestro así, sea. El gran proyecto humano antagonista de la dominación es la vida contemplativa» (p. 282). Vida contemplativa que, por supuesto, no es inactividad ni pasividad y exige condiciones para esa vida generalizables a todos los seres humanos.
Los lectores menos puestos en la obra del autor pueden ver una sucinta aproximación de sus aportaciones en las páginas 285-287. Mucho por leer, mucho donde escoger.
Una cita poética de Kiarostami, que nos regala el autor, recoge una de las principales ideas del libro: «Para algunos/ la cumbre es el lugar de conquista/ para la cumbre/ el lugar de la nieve». También para nosotros, que no somos cumbre ni piedra de una iglesia ni piedra de un palacio.
Fuente: Publicado en Papeles de relaciones ecosociales y cambio global nª 143, 2018, pp. 175-177.