Power is Power. Nada que añadir. No lo dice un cualquiera, sino Iñigo Errejón que titula así su capítulo del libro «Ganar o morir. Lecciones políticas en Juego de Tronos» en el que varios autores miembros y cercanos a Podemos debaten sobre política aprovechando la serie «Juego de Tronos» como telón de fondo. En ese […]
Power is Power. Nada que añadir. No lo dice un cualquiera, sino Iñigo Errejón que titula así su capítulo del libro «Ganar o morir. Lecciones políticas en Juego de Tronos» en el que varios autores miembros y cercanos a Podemos debaten sobre política aprovechando la serie «Juego de Tronos» como telón de fondo. En ese texto, entre otras referencias a la serie televisiva, Errejón elige como ejemplo del orden político una conversación entre la Araña y Meñique. Mientras el primero defiende la necesidad de ese orden el segundo piensa que la ausencia de ese orden genera un caos, que no es otra cosa que una escalera, una posibilidad de ascenso. Una oportunidad.
Se puede suponer que no, pero ésta podría haber sido la visión que tuvo Errejón cuando le disputó, de facto, el liderazgo de la organización a Pablo Iglesias. En el periodo previo a la celebración de Vistalegre II se han sucedido acusaciones cruzadas, dimisiones, disputas internas de todo tipo; creando una imagen caótica de la organización que finalmente nada tiene que ver con la realidad de lo que querían sus militantes. El resultado final del Congreso de Podemos pone muchas cosas de manifiesto, pero la más importante es el encumbramiento indiscutible del liderazgo de Pablo Iglesias y el llamamiento a un orden político interno que tiene como base la unidad frente a la oposición y guerra continua. No se quiere el caos, que, finalmente, no era una escalera para Iñigo.
La política se basa en la elección constante entre diferentes opciones y, desde el punto de vista de un observador totalmente ajeno al partido, Errejón eligió mal. Eligió mal el momento y los tiempos. Dada la situación electoral y del sistema de partidos en España este enfrentamiento no tocaba ahora. Con un PP en minoría y un PSOE debilitado tras la defenestración de Sánchez, y la abstención socialista que dio el Gobierno a Rajoy, la unidad en Podemos reforzaba la imagen de posibilidad política alternativa a una Gran Coalición tacita que funciona como un reloj. Este ajetreo y disputas de poder lo único que consiguió fue acrecentar la idea kamikaze de la izquierda y su autodestrucción en momentos clave de la vida política de este país. Los paralelismos entre el Frente Judaico Popular de la vida de Brian y Podemos eran inevitables. Eligió mal (sobre) valorando su fuerza y sus apoyos. A pesar de representar a 1/3 de los inscritos, el errejonismo no deja de ser una versión ilustrada de Podemos compartida por parte de la cúpula del partido pero lejos de las ideas y sentimientos de la base del mismo. El Podemos de los dientes torcidos, que dijo Nega, necesita de acción política, determinación y tomar la iniciativa sin renunciar a sus orígenes ni símbolos, de los que se siente orgulloso, y no discursos teóricos sobre construcciones de relatos sobre voluntades generales o apropiaciones de significantes. La impresión que da es que se dejó seducir por un entorno político y mediático externo a la organización favorable, que cada día que pasaba lo empujaba más contra Iglesias al tiempo que lo alejaba del sentir de las bases del partido. Es fácil creerse los halagos que le pueden hacer a uno, hay que tener mucha experiencia y los pies en la tierra para no dejarse llevar por la seducción que ejercen los poderes cuando te susurran cosas al oído. Pero estos halagos eran dardos envenenados que apostaban por su figura como paso hacia un objetivo mayor a largo plazo: la división de la formación morada. Le pusieron un trapo delante e Iñigo entro a él sin pudor alguno. La ambición en política no sólo es necesario sino que se antoja imprescindible como elemento motor de las transformaciones que se pretendan. El problema es la ambición desmedida, previamente alimentada, que te lleva a cometer errores de cálculo de principiante. Tuvo demasiada prisa .
Además, no pensó que luchar contra Pablo Iglesias en estos momentos no era hacerlo sólo contra el secretario general de Podemos, lo que ya de por sí podría parecer una osadía, sino contra un símbolo que trasciende su propia figura, como el trono de hierro de la serie. Pablo es el líder político sobre el que las bases de Podemos tienen puestas todas las esperanzas de cambio y transformación social, cuestionarlo y forzarlo en diferentes votaciones sin asumir un pulso directo sobre la secretaría general, no sólo lo enfrentaban innecesariamente, sino que lo acercaban a la visión quintacolumnista que, erróneamente y con cierta maldad, le han otorgado algunas personas durante este periodo de conflictos. Errores de cálculo.
Bisoñez política y buena fe quizás. Podría haber seguido el ejemplo de Susana Díaz, toda una maestra en estas lides. La Presidenta de la Junta está dosificando sus tiempos en la carrera a la secretaría general del PSOE, eligiendo cuándo y cómo, sin asegurar nada sobre su (obvia) candidatura hasta que no tenga la convicción real (con los números cerrados bajo el brazo) no ya de que pueda ganar, sino de que no va a perder de ninguna de las maneras. Más allá de filias y fobias, Susana sabe de esto.
No es de Juego de Tronos pero hay una escena de El Padrino que igual vendría bien recordar. Aquella en la que Vito Corleone, ya retirado en su jardín, le comenta a su hijo Michael que Barzini le sugerirá una reunión para llegar un entendimiento que ponga fin a la guerra de las bandas y que en la misma lo matarán, advirtiéndole que el que le proponga dicha reunión es el traidor. Errejón obvió esta circunstancia, escuchó a mucha gente alrededor suyo que lo animaba y ahora el señalado es él. Hoy no, pero en unos días el teléfono dejará de sonar con la frecuencia con la que lo hacía antes y muchos de los que estaban a su lado se los encontrará de perfil o de frente.
Y ¿ahora qué? No se sabe, pero la manera inteligente de afrontar el reto de integrar de alguna manera a Errejón no es fácil. Iglesias no debe prescindir de Errejón, por quién es y lo que representa, y él lo sabe. Sin duda, Errejón permanecerá en Podemos en un puesto relevante, pero sin estar en el primer nivel en el que se encontraba ahora. El resultado de las elecciones de Vistalegre le ha restado poder, entendido como capacidad de influencia. Pero política es, antes que cualquier otra cosa, lealtad y costará recuperar la confianza perdida en una relación tejida sobre lazos personales. El poder es implacable sobre los que se rebelan contra él. Y, ya se sabe que, Roma no paga traidores. Power is Power.
Publicado en El Tercer Puente: http://www.eltercerpuente.com/
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