Un avión de Spanair empieza a despegar y cae a tierra: 153 muertos. Cualquiera que haya viajado con esta compañía sabe que sus retrasos son habituales y que cuando ya estás en al aire, para compensar, te dan unos boletos con los que se supone que puedes viajar gratis bajo condiciones leoninas, o sea, […]
Un avión de Spanair empieza a despegar y cae a tierra: 153 muertos. Cualquiera que haya viajado con esta compañía sabe que sus retrasos son habituales y que cuando ya estás en al aire, para compensar, te dan unos boletos con los que se supone que puedes viajar gratis bajo condiciones leoninas, o sea, nada.
El Mundo, Edición Digital ( www.elmundo.es ), de 22 de agosto de 2008, titulaba en primera página: «Trabajadores de Barajas afirman que la presión es ‘enorme’ porque ‘los aviones tienen que salir’. Las redactoras Marta Arroyo y Ana del Barrio escribían: » Ante la falta de respuestas oficiales sobre la catástrofe aérea de Barajas, numerosos trabajadores del sector apuntan como posible origen las deficiencias en el servicio de mantenimiento, provocadas por la necesidad de ahorrar costes de las compañías aéreas. Escasez de personal, contratos temporales y falta de formación son algunas de las consecuencias más inmediatas de este recorte presupuestario».
El País Digital (www.elpais.com), el mismo 22 de agosto de 2008, también en primera: «El piloto no quería despegar». La información está sin firmar e indica: «El hijo de uno de los fallecidos en el accidente de Barajas que acabó con la vida de 153 personas ha asegurado que su padre le envió un SMS antes del despegue en el que aseguraba que el comandante del avión de Spanair había comunicado a los pasajeros que «fallaba el motor izquierdo» y que «no quería despegar», El hombre pidió bajar «pero no se lo permitieron», ha explicado a la cadena SER».
Ojo, porque de ser ciertas estas informaciones estamos ante una organización terrorista comparable a ETA o a cualquier otra. Si Occidente se arroga el privilegio de elaborar una lista negra donde incluye a quien estime oportuno como banda u organización terrorista, yo puedo elaborar la mía y declarar presunta organización terrorista a Spanair. Quien actúa a sabiendas de que puede provocar el caos y el terror y sigue adelante en sus actuaciones es un terrorista porque los terrorismos son múltiples y variados, no son únicamente los del tiro en la nuca o los del secuestro. Hay un terrorismo lleno de marketing y distinción, de gabinetes de prensa, de enfoques periodísticos cómplices.
Los medios de comunicación audiovisuales, los informativos, sobre todo, han orientado los mensajes de la catástrofe hacia la lágrima y el morbo. Nos han ofrecido escenas de supuestas historias humanas, mujeres que se desmayaban, gente que lloraba o gritaba, sin saber si esas personas deseaban salir en ese estado ante la opinión pública. Pero el meollo de la cuestión, qué ha pasado, qué ha originado el desastre, eso se despachaba con cinco segundos: la ministra dice que se abrirá una investigación, el presidente dice que se abrirá una investigación. Mientras, se desoían las palabras del seleccionador nacional, Vicente del Bosque, para que un partido -amistoso, un entrenamiento de pago, en definitiva- no se retransmitiera en señal de luto. Pero el dinero es poderoso y, aunque se tratara de un choque amistoso, estamos en agosto, la gente se encuentra aburrida, de vacaciones, y se sienta ante la TV a tragarse lo que sea, con la publicidad adjunta. Han muerto 153 personas: lo lamentamos profundamente pero el muerto al hoyo y el vivo al bollo, una birra y unos acompañamientos gastronómicos y a ver los virguerías de los campeones de Europa.
En Radio Nacional de España escucho que ese tipo de aparato y esa misma compañía han tenido unos cuatro casos de riesgo similar al de la tragedia sin haber desembocado en ella. En este dato no se profundiza, se prefiere jugar con la sangre, con la muerte, con la sensiblería. Bien, han muerto 153 personas y otras -las menos- están heridas, algunas graves o muy graves. Ya sabemos lo que es eso: tragedias individuales, entierros, furgones portando cajas de difuntos, otra vez Ifema como tanatorio improvisado. Dentro de unos años, Iker Jiménez, una de esas personas que vive de buscar misterios por todas partes, que no son misterios sino vacíos de conocimiento, y a eso lo llama periodismo, nos dirá en sus programas que en el pabellón de Ifema se producen fenómenos extraños: las almas en pena de las víctimas que buscan justicia. Es listo el chico.
Decía: han muerto ciento y un pico largo de pasajeros. Ahora hay que ofrecer el por qué de la cuestión. Pero, cuidado, estamos entrando en terreno frágil: el poder del dinero, eso hay que tenerlo en cuenta porque se trata de publicidad y de la sacrosanta empresa. A ver qué me escribes, redactor honrado e independiente que aunque tengas buenos datos tropiezas con tu empresa periodística que te los hará tragar o tratar con suma cautela. No lo olvides: el poder del dinero. Menos mal que no ha sido un avión de Iberia, una compañía que se acaba de unir a los ingleses de la British (aunque ya eran accionistas minoritarios) y que aspiran a unirse más a otros accionistas minoritarios: American Airlines… Menos mal, porque detrás están Caja Madrid, El Corte Inglés…
Mejor lo dejamos casi todo reducido a lágrimas, gritos, ambientes del aeropuerto de origen, de destino, opiniones de quien no tiene nada que decir, declaraciones tópicas y evidentes, a ver esos psicólogos que dicen sobre el miedo a volar, a ver los vecinos de los muertos qué opinan sobre los muertos. ¡Qué van a decir, cojones, que pobrecitos! No, no, nada de indagar en los por qué del acontecimiento, lo dijeron con claridad Maquiavelo, Locke, Lipmann: el pueblo debe sentir, no pensar. En lo sucesivo se producirá una escalada de declaraciones contradictorias, veremos las comisiones de investigación impulsadas por Zapatero y Magdalena Álvarez. Si no nos dijeran con claridad qué ha pasado aquí, si las hipótesis de algunos trabajadores que se han reflejado al inicio de este texto, recogiéndolas de los que pasan por ser los dos diarios de referencia más importantes de España, no fueran refrendadas o rechazadas, sinceramente, para qué coño quiero yo una democracia así. Ahora, en situaciones de esta índole, es cuando se comprueba si este sistema en realidad sirve para algo. Si hay culpabilidad pero luego, por unas argucias legales u otras, los responsables no pagan caro su delito (responsables, no cabezas de turco) que me digan a mí en qué se diferenciaría, sustancialmente, este caso con el de De Juana Chaos. Al final, puede que seamos todos los seres humanos «bien nacidos» -como dicen los fariseos del discurso oficial- los que necesitemos ayuda psicológica, incluyendo a los propios psicólogos.