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Valencia acoge entre el 22 y el 24 de junio el Gran Premio Europeo de automovilismo

Pan y Fórmula 1

Fuentes: Rebelión

El ladrillo y los grandes eventos han constituido los dos grandes puntales de la economía valenciana en los últimos años. De lleno en la recesión -con una deuda que supera el 20% del PIB (la segunda autonomía más endeudada tras Cataluña), medio millón largo de parados y con 1,2 millones de personas (entre el 20 […]

El ladrillo y los grandes eventos han constituido los dos grandes puntales de la economía valenciana en los últimos años. De lleno en la recesión -con una deuda que supera el 20% del PIB (la segunda autonomía más endeudada tras Cataluña), medio millón largo de parados y con 1,2 millones de personas (entre el 20 y el 25% de la población) en el umbral de la pobreza, según Cáritas- la construcción se ha hundido pero los grandes eventos se confirman como la gran apuesta económica del PP valenciano. Este fin de semana, entre el 22 y el 24 de junio, Valencia acogerá por quinta vez el Gran Premio Europeo de automovilismo, un espectáculo lleno de glamour y boato en medio de la recesión.

En la previa de un gran acontecimiento -sea la Fórmula 1, la Copa América, la Volvo Ocean Race de Alicante- se dispara la pirotecnia y se encienden las luminarias con el fin de vender el producto y alimentar los grandes consensos. Hace unos días, el presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, valoró el impacto de los grandes eventos en 9.000 millones de euros, 270.000 empleos acumulados y 75 millones de visitantes. La alcaldesa de Valencia, Rita Barberá -gran adalid junto con el expresidente Camps de las carreras automovilísticas- se ha ufanado de que estos días el dinero «correrá por Valencia». La consellera de Turismo, Cultura y Deporte, Lola Johnson, ha asegurado, asimismo, que el Gran Premio «pone en valor a España» y hace posible la «promoción permanente» de la Comunidad Valenciana.

Unos 3.500 efectivos de las diferentes policías y la guardia civil (además de la seguridad contratada por la organización) garantizarán la tranquilidad de las carreras, según la delegada del Gobierno. Tal vez este dispositivo responda al temor de que se resquebraje la unanimidad de los últimos años (las localidades del circuito se han reducido de 100.000 en 2008 a 45.000 en 2012) en torno a la Fórmula 1 y a que, en un contexto de crisis y recortes generalizados, haya personas y colectivos que no se embelesen ante el rugido de los monoplazas y hagan públicas en la calle sus reivindicaciones. Por ejemplo, se ha creado la Plataforma contra la Fórmula 1 que, además de organizar diferentes actos de protesta, ha remitido una carta al piloto Fernando Alonso explicándole lo que la propaganda oficial encubre.

La plataforma recuerda que a sólo 30 kilómetros del circuito donde este fin de semana correrán los bólidos, se halla otro en el municipio de Cheste (el circuito Ricardo Tormo), también apto para la alta competición. ¿Por qué se han invertido entonces más de 100 millones de euros de dinero público sólo en la construcción del circuito de Valencia y en las obras de acondicionamiento urbano?, se preguntan. Además, «la explotación de este supuesto negocio, en realidad un capricho para minorías, no ha hecho sino generar pérdidas que al final costea la Administración», afirma Elisa Pastor, una de las portavoces del colectivo. Cada año el Gobierno Valenciano abona 21 millones de euros a la empresa propietaria de los derechos del circo (curiosamente, así se denomina) de la Fórmula 1, en manos del magnate Bernie Ecclestone.

La misiva enviada a Fernando Alonso señala diferentes opciones a las que podrían haberse destinado los cerca de 200 millones de euros de capital público hasta ahora invertidos en la Fórmula 1 (construcción del circuito, adecuación e instalación de las insfraestructuras, y pago anual del canon): 26 centros públicos de educación primaria; o bien 28 institutos de enseñanza secundaria; o tres hospitales de tamaño medio; o incluso financiar 18 años de funcionamiento del Instituto de Investigación Príncipe Felipe. «El circuito urbano de Valencia es el resultado de la megalomanía de personajes como Rita Barberá y Francisco Camps, adictos a las cámaras y a codearse con multimillonarios; mientras, se deja sin atención básica a personas discapacitadas y enfermos mentales; hay que esperar meses para recibir las ayudas de la Ley de Dependencia, no se paga a los proveedores o se permite que algunos barrios se caigan a pedazos», subraya Pastor.

Para defender estos argumentos, el colectivo contra la Fórmula 1 ha organizado ya una marcha ciclista («bicircuit») por la zona del marítimo (donde se ubica el circuito automovilístico), de modo que se visibilice el potencial de «un transporte ecológico y sostenible como la bicicleta frente a la contaminación de los bólidos»; y una jornada de convivencia entre los vecinos en la playa de las Arenas. El sábado 23 de junio está previsto, además, que una caravana festiva e indignada recorra la ciudad con pancartas, pitos y disfraces; y el domingo 24 tendrá lugar una cacerolada reivindicativa en la playa. Para esa misma fecha, UGT e Intersindical Valenciana han convocado la II marcha contra el despilfarro con los lemas «Stop a los recortes» y «¿Fórmula 1? Las personas primero».

Los vecinos del distrito marítimo de Valencia, directamente afectados las carreras, llevan años denunciando la situación que viven estos días. Cortes de tráfico, cambios de dirección en las calles y desvíos de las líneas de autobús urbano perturban su realidad cotidiana durante la celebración del gran premio. Las asociaciones vecinales han pedido, además, mediciones de la contaminación acústica y atmosférica que se soporta en los barrios lindantes con el circuito, que consideran excesiva. Ello, aseguran, en un contexto de primacía de los grandes eventos y deterioro de los barrios por falta de inversión pública.

Los trabajadores de la Empresa Municipal de Transportes (EMT) -entidad pública que gestiona los autobuses públicos urbanos- también han convocado paros este fin de semana. Inmersos en una batalla a cara de perro con el Ayuntamiento, aseguran (en un comunicado remitido por el Comité de Empresa) que barrios de Valencia «carecen de servicio público adecuado mientras se mantienen ruinosos eventos como la Fórmula 1, la Copa América o el pozo sin fondo de la Ciudad de las Artes y las Ciencias». Los trabajadores de la EMT llevan manifestándose dos días a la semana durante mayo y junio en protesta contra la reducción de servicios, la eliminación de líneas de autobús, los recortes de plantilla y la subcontratación de tareas a empresas externas.

Entre el viernes y el domingo, el relumbrón, el elitismo deportivo y la mercadotecnia de las grandes firmas brillarán en Valencia para que la olla a presión de la crisis encuentre algún respiradero. Pero bajo los fastos se esconden muchas veces sórdidas realidades y sibilinos pactos. Según informó en su día Levante-EMV, Francisco Camps firmó con Ecclestone la prórroga hasta 2019 del contrato -en vigor inicialmente hasta 2014- para la celebración en Valencia del Gran Premio de Europa de Fórmula 1. La firma tuvo lugar el 19 de julio de 2011, un día antes de que Camps presentara su dimisión por el célebre asunto de los trajes y cuando llevaba ya una semana procesado. El acuerdo incluía que Valencia se quedaría en exclusiva con la denominación Gran Premio de España una vez que Cataluña cumpliera en 2016 su vinculación con Formula One Administration, la empresa de Ecclestone.

Tampoco brillan la luz y los taquígrafos sobre las cuentas del evento. El Gobierno Valenciano viene negándose durante años a presentar a los grupos parlamentarios de la oposición los contratos y las cifras del coste del gran premio. Lo que hay son estimaciones más o menos certeras. Pero todo apunta a que la rentabilidad de la Fórmula 1 es más que dudosa. Pese a que en 2007 (un año antes de que Valencia empezara a acoger las carreras) Francisco Camps anunciara a bombo y platillo el «coste cero» para las arcas públicas de la competición, la Generalitat tuvo que adquirir el pasado 9 de diciembre por el precio simbólico de un euro la empresa Valmor-Sports (firma que en un principio contaba con los derechos de organización), según informaciones de El País. En 2012 el Gobierno Valenciano ha inyectado ya 41 millones de euros de dinero público para cubrir las deudas que había acumulado Valmor.

No menos oscuro es el recorrido del gran patrón del circo de la Fórmula 1, Bernie Ecclestone. Ocupa el número 418 en la ratio de la revista Forbes de multimillonarios en el mundo (el 14 en el Reino Unido). Con una fortuna que ronda los 2.800 millones de dólares (pagó 670 de euros a su exesposa por el divorcio hace dos años), Ecclestone puede permitirse el lujo de hablar de política sin ambages. En unas declaraciones a «The Times» en 2009 se mostró partidario de los líderes con fortaleza. De ahí sus elogios a Margaret Thatcher y su comprensión hacia Adolf Hitler («Estuvo en posición de mandar a muchos y conseguir que se hicieran cosas», afirmó en la entrevista). En 2007 el potentado inglés condicionó la celebración del Gran Premio de Europa a que el PP ganara las elecciones autonómicas. Y recientemente tampoco ha mostrado mayor sensibilidad hacia las víctimas de la represión en Bahrein, donde el pasado abril compitieron los monoplazas pese a que Amnistía Internacional denunció que las «detenciones masivas, torturas, decenas de personas muertas y cientos de heridos forman parte del día a día del país».

Frente a la lluvia de dinero e intereses, los ciudadanos críticos y los colectivos organizados poco tienen más que sus voces, sus pancartas y el anhelo de justicia. Este año, incluso, con motivo de la Fórmula 1, «el consistorio y los empresarios hosteleros han conseguido que se suspenda la popularísima verbena de San Juan; se alegó en un principio que damos una mala imagen al exterior (la versión de los hosteleros); después se añadió que los ases del volante no podrían dormir tranquilos; finalmente se alegaron motivos de orden público», denuncia la Plataforma contra la Fórmula 1. Queda la dignidad.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.