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Para que Colombia deje de sangrar

Fuentes: La Jornada

En emocionante artículo, publicado el domingo 8 de junio, don Orlando Fals Borda hace un hondo llamado a que Colombia no se resigne a convivir con la violencia. Se pregunta hasta cuándo los colombianos seguirán acostumbrándose a la terrible violencia, a la guerra, a las masacres, a las muertes. Ese mismo día el presidente venezolano […]

En emocionante artículo, publicado el domingo 8 de junio, don Orlando Fals Borda hace un hondo llamado a que Colombia no se resigne a convivir con la violencia. Se pregunta hasta cuándo los colombianos seguirán acostumbrándose a la terrible violencia, a la guerra, a las masacres, a las muertes.

Ese mismo día el presidente venezolano Hugo Chávez, en su programa Aló, Presidente, retoma una iniciativa política que puede convergir con la humanitaria preocupación del maestro colombiano. Chávez se dirige a las FARC, argumentando que la vía armada no tiene en este momento viabilidad y, en cambio, termina siendo un pretexto para que los que desean la perpetuación de la violencia -Uribe y el gobierno de Estados Unidos en primer lugar- puedan seguir con sus políticas de guerra y de provocaciones contra los otros países del área.

Con base en esos argumentos, el presidente venezolano, quien ha demostrado fehacientemente ser un adepto inclaudicable de las soluciones políticas y pacíficas para el conflicto colombiano, apela a las FARC para que liberen de forma incondicional a todos los rehenes que todavía siguen en sus manos. Sería un gesto humanitario y de voluntad llegar a una solución política. Para lo cual Chávez se compromete a organizar las condiciones internacionales para concretar la paz en Colombia.

Tener en Colombia uno de los epicentros de la guerra infinita de Bush representa la más grande herida que tiene el continente, que se desangra hace más de seis décadas. El pueblo colombiano ya ha demostrado que quiere la paz y la única manera de obtenerla es por la intermediación de la negociación política entre las partes. Cualquier pretexto, cualquier argumento parcial, por más fuerte que sea, contribuye a la perpetuación de la guerra y de los infinitos sufrimientos del pueblo colombiano.

La propuesta de Hugo Chávez debe recibir el respaldo de todos -gobiernos, fuerzas políticas, movimientos sociales, personalidades- los que sufren en y por Colombia, los que están comprometidos firmemente con la superación pacífica de la guerra. Ahora es el momento definitivo para que todos sepan quiénes efectivamente la quieren y quiénes, al contrario, se valen de la guerra para perpetuar sus intereses y sus cargos. Se verá si el presidente Uribe desea, como tanto se dice, sabotear cualquier negociación política como instrumento para intentar obtener una nueva reforma constitucional que le pueda propiciar un tercer mandato.

Ignacio Ramonet llamaba la atención recientemente en cómo América Latina vive un periodo de desarrollo, justicia y de paz, que hay que valorar y consolidar. El único caso de guerra es el de Colombia. El continente necesita paz para que avancen los procesos de integración, de contribución a la construcción de un mundo multipolar, de colaboración entre los gobiernos y los pueblos, de complementaridad, de solidaridad.

La loable iniciativa del presidente Hugo Chávez es una excelente posibilidad de que demostremos que somos capaces de hacer triunfar la paz sobre la guerra, al igual que estamos demostrando que podemos hacer triunfar el desarrollo sobre el estancamiento, la justicia sobre la exclusión social, la integración sobre la fragmentación, el entendimiento sobre los conflictos y la solidaridad sobre los enfrentamientos para que Colombia pueda también sumarse a un continente que vive un momento especial de su historia.