Rivera y Sánchez dan el mismo discurso: lo que importa es echar a Rajoy, no las políticas de desigualdad, los derechos destruidos ni la falta de democracia. Rivera acepta apoyar otro gobernante del PP que no sea Rajoy. Ha dicho literalmente «si ponemos otro ya es otra cosa, ya cambia todo». Sin embargo, aún me […]
Rivera y Sánchez dan el mismo discurso: lo que importa es echar a Rajoy, no las políticas de desigualdad, los derechos destruidos ni la falta de democracia. Rivera acepta apoyar otro gobernante del PP que no sea Rajoy. Ha dicho literalmente «si ponemos otro ya es otra cosa, ya cambia todo».
Sin embargo, aún me preocupa mucho más la postura de Sánchez, puesto que el acuerdo de políticas de derechas (con el que según Rivera podría gobernar cualquiera del PP menos Rajoy) que han firmado Sánchez y Rivera, sigue el programa de Ciudadanos e incumple el del PSOE.
Cuando Sánchez pide que nos fijemos en Rajoy, en los políticos y no en las políticas que se han firmado, da un hachazo a algo que habíamos logrado desde el 15M que era que el debate político se centrara en medidas y no en personas.
Pedro Sánchez, como lleva haciendo el PSOE desde hace mucho, incumple su programa de izquierdas y antes, no ya de gobernar, sino antes de tener posibilidades de a lo mejor y con suerte, gobernar un poquito, ya ha firmado un programa de políticas de derechas. No se trata de echar a Rajoy, sino de echar sus políticas.
Hay muchas lecturas de las elecciones desde el punto de vista de los políticos, pero desde los votos a políticas, los programas políticos de izquierda han obtenido más de doce millones de votos, un millón de votos más que los programas políticos de derechas (mayoría absoluta sin Ley D’Hont).
Además, lo peor de Rajoy y el PP, su radicalismo (radical, sí señor, es un radical quien aplica sus medidas sin aceptar ninguna propuesta y encima criminaliza a los que le protestan y machaca la independencia judicial y mediática para que no se le contradiga), está amparado precisamente por la continuidad de buena parte de estas políticas bajo el paraguas del PSOE.
La posición y el discurso de Sánchez y su pacto fomenta que la gente asimile como inevitables, sin alternativas, las políticas neoliberales pactadas con la derecha de Ciudadanos. Destruye la potencialidad de cambio de los votos de izquierda, como siempre, como ya ha vuelto a suceder.
El PSOE está cumpliendo el papel más dañino que repite desde el último gobierno de González (por lo menos): asentando el sentido de que no hay alternativa a las políticas neoliberales.
El lema del neoliberalismo de «no hay alternativa» lo hace realidad la socialdemocracia al continuar sus políticas con votos de izquierdas.
Pero más allá de lo anterior, creo que el discurso que están construyendo Sánchez y Rivera en torno a su pacto para imponer las políticas derechas, está atacando uno de los grandes avances que trajo el 15M: la revindicación de una «nueva política».
Con el 15M y el enorme apoyo que obtuvieron las propuestas y reivindicaciones por la mayoría de la sociedad según las encuestas, se empezó a hablar de que la gente estaba hastiada de la «vieja política», a falta de otro nombre, y eso era un reclamo poderoso. Tan poderoso es que los protagonistas de la «vieja política» llevan luchando todo este tiempo por redefinir qué es eso que es la vieja política, para decir que ellos no son vieja política, claro.
Como estrategia han intentado señalar elementos formales como contenido de eso que la gente llama la vieja política, para que así las políticas injustas y el incumplimiento de programas pudieran continuar y solo hubiera que cambiar elementos de la decoración. Se ha dicho hasta la saciedad que la vieja política tiene que ver con cuestiones de imagen y estilos rancios, con maneras poco elegantes y los insultos. Ahora resulta que todo aquello por lo que trabajamos y lo que reivindicábamos todo el pueblo no es más que un poquito de elegancia, estilo y buenas formas. O bien tratan de convencernos de lo que la gente pide que se abandone como vieja política son los viejos políticos, rancios sin elegancia ni modales…
Ahora Sánchez y Rivera se han puesto de acuerdo: para ellos, la vieja política solo era Rajoy.
Lo que llevan intentando desde que surgió ese reclamo de la nueva política era volver a colocar a unas personas como vieja política y otras personas como nueva política.
Porque la esencia de la vieja política es la incapacitación del pueblo: la creencia y el sistema que se basan en que al pueblo solo se le permite elegir quien gobierna, no cómo se gobierna ni qué políticas se deciden, ni se le permite exigir unas políticas determinadas a quién gobierna. Y cuando se le habla de política al pueblo, solo se le debe decir que tal político ha dicho esto o lo otro, que tal político ha hecho esto o lo otro, que tal político es esto o lo otro…
La vieja política es en torno a los políticos, para que el pueblo no pueda decidir ni actuar sino solo delegar. La nueva política debería ser en torno a las políticas, y eso es precisamente lo que están gritando Rivera y Sánchez: no miréis las políticas que hemos firmado, tan solo miradnos a nosotros, que somos nuevos, echar a eso viejo que se llama Rajoy.
La esencia de la incapacitación del pueblo para los gobiernos representativos está en creer que al pueblo solo se le debe permitir elegir entre representantes, nunca entre políticas diferentes, ni exigir de sus representantes que lleven a cabo unas políticas determinadas. Y eso es lo que está haciendo Sánchez, destruyendo la reivindicación de los votantes de toda la izquierda y de los suyos propios, de que los programas deben ser cumplidos, de que quieren poder decidir sobre políticas, y no solo sobre a quién preferirían obedecer incondicionalmente o a quién detestarían menos obedecer sin condiciones.
Creo que la clave de unión que articulaba todo aquello que llamamos nueva política contra la vieja política, era la exigencia de democracia entendida como sistema político en el que las instituciones respetan y asumen al pueblo como sujeto político activo, y por ende, soberano. Pueblo como sujeto capaz de decidir por sí mismo y expresarse.
La misma razón por la que el 15M se articuló a través del ejercicio por parte del pueblo del poder político de forma directa (asamblearismo, autogestión, okupación, bienes comunales, ILP, referendum…). La nueva política requiere que se respete y se asuma al pueblo como un sujeto político capaz.
La vieja política es toda aquella que desprecia al pueblo y, mediante artimañas y bajezas, lo reduce una y otra vez a un papel de incapaz, donde solo le queda obedecer o elegir a quién obedecer, mientras que los representantes se aprovechan de esa situación para robarle y hacer políticas a favor de una minoría destruyendo los derechos, el valor del trabajo, la justicia o los servicios sociales. Esto se hace con algunas líneas de acción fundamentales, que son las que se siguen en el pacto y el discurso de Rivera y Sánchez.
Primero, los representantes no pueden ser limitados ni condicionados por el pueblo, despreciando cualquier decisión o compromiso con el pueblo. Por eso, un componente esencial de la vieja política es el incumplimiento de programas. Y es lo que ha hecho Sánchez al firmar un acuerdo totalmente contrario a su programa.
La corrupción como sistema tiene como base que los poderes políticos no se utilizan para el pueblo ni están condicionados de ninguna manera por el interés de la mayoría, sino de la minoría que dispone del poder como si fuera suyo.
Segundo, la política y el debate político deben centrarse en los políticos y no en las políticas. El paradigma de esta característica de la vieja política son los debates limitados a insultarse y al «yo soy corrupto, pero tú más»…
El problema con los insultos o el vergonzoso «yo robo al país, pero vosotros más», o «nosotros somos corruptos pero nos tenéis que votar porque los otros son más», como único debate político es que impide tratar los contenidos políticos de forma crítica, incapacita al pueblo. Eso es la vieja política. Negar al pueblo el debate sobre ideas y políticas, el debate racional y constructivo, para limitarle a poder decidir y tan solo pensar. No es que esos debates sean feos o molestos, es que no dejan espacios a pensar las políticas y las necesidades y derechos que se están tratando, sino que tan solo permiten al pueblo posicionarse incondicionalmente al lado de uno u otro. Roban al pueblo la política.
Así funciona la perpetuación de lo de siempre. Tiene que resignificar el descontento de la gente, señalando hacia otro lado para mantenerse, para volver a encerrar al pueblo en el redil del debate y las decisiones limitadas a los políticos y nunca, bajo ningún concepto a exigir o decidir políticas concretas o derechos efectivos. Pero no podemos permitir que nos engañen ni nos roben las palabras ni el sentido de lo que pedimos. Por eso es tan odioso el discurso de Rivera y Sánchez de que todo se reducía al fin de Rajoy.
Y aquí está la gran clave de las reivndicaciones del 15M: que las instituciones asuman y respeten al pueblo como sujeto político activo, y por tanto, soberano. Esta fue el mayor éxito del 15M, a mi modo de ver. Traer las políticas al centro y excluir del centro a los políticos.
Diego Hidalgo Morgado, participa en La Otra Constituyente y Asambleas Ciudadanas Constituyentes.
Blog del autor: dhidalgoblog.com
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