Cuando PSOE y PP aprobaron sus respectivas reformas laborales lo hicieron prometiendo a la ciudadanía que éstas estaban diseñadas para crear empleo. Gran parte de la población no creímos en las buenas intenciones de los gobiernos, convencidos y convencidas de que el objetivo de las mismas no era generar empleo, sino crear mecanismos para facilitar […]
Cuando PSOE y PP aprobaron sus respectivas reformas laborales lo hicieron prometiendo a la ciudadanía que éstas estaban diseñadas para crear empleo. Gran parte de la población no creímos en las buenas intenciones de los gobiernos, convencidos y convencidas de que el objetivo de las mismas no era generar empleo, sino crear mecanismos para facilitar el despido. De esa gran parte de población, una minoría pasamos de la indignación a la acción e intentamos parar las reformas con movilizaciones, sin conseguirlo. No éramos suficientes.
Los acontecimientos han demostrado con contundencia que no nos equivocábamos. En los últimos años los despidos no han hecho más que aumentar. Cada día nos enteramos de nuevas personas de nuestro entorno que han perdido su empleo y las noticias sobre nuevos EREs -incluso en empresas sin pérdidas- llenan los medios de comunicación. En su momento no fuimos suficientes personas las que actuamos ante el peligro que suponían las reformas laborales, y ahora todos y todas las trabajadoras sufrimos las consecuencias.
A pesar del trágico panorama, resulta esperanzador ver cómo en muchas empresas públicas y privadas, los y las trabajadoras se organizan colectivamente y luchan para defender su puesto de trabajo. Lo hacen con una fuerza y una pasión admirables, reinventando las formas de lucha, combinando las formas tradicionales con las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías. Luchas como la de los y las trabajadores de Telemadrid, las de la Sanidad y tantas otras, están escribiendo la historia del movimiento obrero del siglo XXI. Todos y todas las trabajadoras deberíamos seguir con atención las luchas que se están produciendo, ver cuáles son sus tácticas para defender sus puestos de trabajo y, por supuesto, ofrecerles nuestra solidaridad.
He dudado sobre si utilizar el término «movimiento obrero» porque sé que generará automáticamente rechazo en gran parte de las personas a las que quiero llegar. Quizá debería hablar mejor de «movilización social en el terreno laboral». Pero permitidme, por favor, hablar de movimiento obrero. Así cada vez que tengamos noticia de un ERE, de un despido y de la reacción de los trabajadores con encierros, huelgas, etc. el término «movimiento obrero» nos hará pensar en la situación de la clase trabajadora en el s. XIX y recordaremos que lo que estamos viviendo nos acerca cada vez más a esa situación de origen del capitalismo. Nuestra memoria biográfica nos empuja a pensar y soñar con ese capitalismo de cara amable que supuso la etapa del Sistema del Bienestar. Pero andamos muy mal de memoria histórica y por eso nos resulta difícil recordar cómo era el capitalismo salvaje del s. XIX y cómo conseguimos moderar su violencia. Entre otros factores socio económicos, en gran parte, los y las europeas -unos más que otros- conseguimos un Sistema de Bienestar para los y las trabajadoras gracias a la fuerza del único movimiento social que había por aquellos entonces: el movimiento obrero.
Así pues, parece que asistimos a una pequeña revitalización del movimiento obrero y a pesar de ello resulta difícil obtener victorias. En algunos casos sí ha ocurrido, como en el de los y las trabajadoras de la consultora Capgemini, que con una convocatoria de huelga indefinida consiguieron parar el agresivo plan de ajuste destinado a la reducción de costes laborales y, por tanto, a la precarización de sus trabajos -y de sus vidas-. Es necesario y urgente que empecemos a obtener más victorias, pero para ello es muy importante cambiar de táctica. Para ello debemos aprender de la historia y también de las tácticas de nuestros «enemigos».
Dadas las circunstancias, es un hecho que todos y todas las trabajadoras estamos en peligro de perder nuestro puesto de trabajo. Es probable que mucha gente no lo crea así, incluso es posible que me equivoque y que realmente no sea así. Sin embargo, la mejor opción para cualquier trabajador o trabajadora es creer que está en peligro de perder su puesto de trabajo. Y una vez instalados en ese estado mental, tendremos que actuar en consecuencia. Si tenemos en cuenta la historia, veremos que lo único que ha mejorado la situación de la clase asalariada en general ha sido la movilización, la acción conjunta y no la acción individual, como intentan hacernos creer. Y de todas maneras, suponiendo que alguien a título individual pudiera mejorar sus condiciones, qué ocurre con sus amigos, su familia, sus hijos. ¿No merecen el esfuerzo de luchar colectivamente por ellos?
Y si la historia nos enseña que sólo juntos y juntas podemos, lo que nos enseñan nuestros empleadores es que para conseguir resultados hay que actuar con proactividad. Si nos fijamos en cómo actúan los empresarios que nos pagan por nuestro trabajo, veremos que no actúan de forma reactiva, sino proactiva. Es más, nos exigen que en nuestros trabajos seamos proactivos. Y si nos lo piden en el trabajo, por qué no serlo para defender la única fuente de ingresos que tenemos.
La conclusión es que no podemos esperar a tener un ERE o el despido encima de la mesa, no podemos esperar a que los despidos sean ya un hecho. La mejor opción es convencerse de que ese puesto de trabajo es tuyo y que lo vas a defender por todos los medios porque en ello te va la vida y la de tu familia. La mejor opción es luchar colectivamente antes de que sea demasiado tarde.
En Telefónica lo estamos haciendo. Desde febrero de 2011 luchamos sin tregua por la readmisión de un compañero despedido por bajas médicas justificadas. Entendemos que los dos despidos que se produjeron por ese motivo son movimientos tácticos de la dirección de la empresa y que nos jugamos mucho en el resultado. Hemos respondido a ese ataque de forma reactiva en el caso del compañero despedido, pero a la vez la lucha reactiva por la readmisión es una lucha preventiva, para que no haya más despidos en la empresa. Sin embargo, los y las que luchamos todavía somos una minoría, una minoría muy convencida de que éste y no otro es el camino, pero una minoría. De ahí que en vez de plantearnos huelgas indefinidas como en Capgemini o Alten, hayamos aguzado el ingenio y basemos nuestras formas de luchas en acciones como la huelga de hambre o las flashmob, que con la movilización y el trabajo de una minoría muy activa y comprometida consigue un gran impacto y solidaridad fuera de la empresa, y por tanto presión social.
Sin embargo, tanto en Telefónica como en otras empresas, los compañeros y compañeras que estamos intentando frenar la inhumana e inmoral políticas de recursos humanos imperantes, necesitamos sumar fuerzas. Es necesario que quienes todavía no están luchando para defender su puesto de trabajo comprenda que lo único que puede salvarnos es que seamos muchos y muchas las que estemos organizadas antes de que se produzcan las agresiones definitivas.
Merce Amado. Delegada de CO.BAS y miembro de la Plataforma Marcos-Readmisión contra los despidos en Telefónica Movistar
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