El artículo de Fernández Durán ( http://www.rebelion.org/noticia.php?id=52632 ) reúne los principales tópicos izquierdistas, pero no sólo izquierdistas, acerca del conflicto vasco-español. Estos tópicos son: ETA beneficia al Estado (tópico que da título al artículo de F. D., y que se reproduce en casi todos sus párrafos, incluso en la variante «socialdemócrata», en el párrafo 1: […]
El artículo de Fernández Durán ( http://www.rebelion.org
Fernández Durán se sirve de estos tópicos como argumentos con los que pretende apuntalar su inaudita petición: ETA debe desaparecer.
En ningún momento se pregunta el autor por las causas materiales del conflicto. Lo que demuestra que estamos ante un idealista.
Desde la teoría marxista, materialista, los fundamentos del conflicto vasco con el Estado español resultan claros. El «conflicto vasco» (como el catalán) tiene su fundamento en el desarrollo anterior del capitalismo en las regiones vasca y catalana con respecto al resto de España. Debido a dicho desarrollo desigual, en la decadente y atrasada España del siglo XIX, una revolución burguesa implicaba la desintegración de la vieja unidad territorial imperial. Cuando finalmente llegó la revolución, lo hizo en el explosivo contexto creado por el triunfo de la revolución rusa y el ascenso del fascismo en Europa. Sólo militarmente pudo la contrarrevolución mantener la unidad del viejo Imperio… hasta hoy. Pero ni el franquismo, ni los 30 «pacíficos» años de «monarquía democrática» han eliminado el fuerte desarrollo desigual en el territorio español, que está detrás de su «conflictiva» historia.
Ahora bien, lo expuesto contradice la suposición, mantenida por F. D., de que ETA es la causante del conflicto. De este principio perverso se deriva la exigencia del F. D.: ETA es la causa del conflicto, por tanto, para que el conflicto se resuelva, ETA debe desaparecer. Lástima que la premisa sea falsa.
No se le puede pedir al efecto que deje de existir, mientras existan sus causas. La verdad es que el Estado español no puede mantener su integridad sin reprimir las tendencias, objetivas, históricas, que conducen a su desintegración.
Podríamos pretender salvar únicamente, sacándolas de su contexto, las siguientes líneas del texto de Durán, cuando propone promover » un programa mínimo para desatascar el «proceso»: derogación de la Ley de Partidos, y abandono de las medidas de excepción de todo tipo (incluidas por supuesto las carcelarias); defensa real de los derechos y libertades ciudadanas constitucionales; derecho a defender en un proceso de negociación todos los proyectos políticos por el conjunto de los actores implicados, sin exclusión, en un escenario de ausencia de todo tipo de violencia; y derecho a decidir su propio futuro». Pero, lamentablemente, este programa de mínimos se olvida del derecho fundamental imprescindible para resolver el conflicto, y que, casualmente, no se encuentra entre los «derechos constitucionales»: el derecho de autodeterminación.
Bajo el discurso focaultiano y deleuziano de Ekhi Lopetegui ( http://www.rebelion.org
Lopetegui no sólo afirma la «ausencia de fundamento» del conflicto, también niega su sentido. Éste es, como hemos dicho, el de mantener la integridad del Estado español, que se rompería si el Estado reconociera el derecho de autodeterminación. «Las posibilidades de desactivación del «frente militar» se han volatilizado con el fin de la tregua», empieza diciendo Lopetegui (Igualmente comienza F. D., con la retórica «democrática» al uso: «ETA ya «habló» el 30-D»). De las ilegalizaciones, las persecuciones, las detenciones, etc., habla después. Lopetegui, como F. D., ve la causa en el efecto. No hay mejor forma de asegurar que el conflicto continúe.
La incomprensión del conflicto condena a los autores de sendos artículos a ser parte del problema, no de la solución. Sólo entendiendo quién genera el conflicto, y con qué sentido, podemos saber a quién debemos exigirle su solución.