El miércoles 8 de marzo Pascal Lamy, el director general de la OMC (Organización Mundial del Comercio) fue invitado a la facultad de derecho de la Universidad Autónoma de Madrid a dar una conferencia y a contar a quien quisiese escucharle como se reparte uno el mundo, que estrategias se pueden usar para preservar la […]
El miércoles 8 de marzo Pascal Lamy, el director general de la OMC (Organización Mundial del Comercio) fue invitado a la facultad de derecho de la Universidad Autónoma de Madrid a dar una conferencia y a contar a quien quisiese escucharle como se reparte uno el mundo, que estrategias se pueden usar para preservar la riqueza de los llamados países desarrollados, etc…
La noticia corrió a través de Internet ,a través de correos electrónicos, y aunque de forma precipitada y para muchxs sorprendente e imprevista… ahí estábamos unos 300 estudiantes aproximadamente, con un par de buenas pancartas. Una colgada de la parte de arriba del edificio, dispuestos a que este sinvergüenza que nos saludó a lo lejos con una sonrisa hipócrita, no saliese de rositas de la universidad. Y el caso es que más o menos lo conseguimos.
Fue después de casi dos horas de gritos, insultos, consignas y demás, cuando el rector Angel Gabilondo, tan demócrata él, decidió que no se podía llevar a cabo la conferencia e intentó negociar con lxs manifestantes, que si nos marchábamos, suspendería el acto. Y como la resistencia es la que manda en estas ocasiones, pues ahí nos quedamos: ¡Pascal Lamy saldrá de la facultad con nosotrxs delante!
Después de un rato de tensiones con los guardias de seguridad, conferenciantes, profesores, y asistentes (a los cuales se les aludía en los griteríos con la palabra cómplices), la llamada de un compañero informándonos de que se acercaban hacia la facultad 10 furgones de antidisturbios, nos hizo ponernos en la tesitura de que el hecho de que aquello acabase bien para nosotrxs dependía mas que nada de nosotrxs mismxs.
Así que hicimos una sentada para esperar a los antidisturbios con las manos abiertas gritándoles «estas son nuestras armas»y cuando aparecieron, ellos tan peligrosos, tan robocops, con sus cascos, sus caras de terminator, sus porras, y sus enormes escudos…pues parece que tanto el rector, como los profesores, como el propio Pascal Lamy, evidentemente, se relajaron y salieron escoltados de la facultad; sin que hubiese ninguna resistencia por nuestra parte.
Después de esto, unos aplausos, y la gente a casita.
Está claro que lo que se pretendía había sido realizado, se echó de la facultad a Lamy, se le ensució el día, etcétera…
Ahora, después de lo que ha pasado, queda un rato para reflexionar el asunto, y hay un par de cosas que creo necesarias lanzarlas un poco al aire, e invitar a la reflexión de todxs, los que estábamos y los que no.
En primer lugar, hasta donde llega la utilidad de la acción. Es evidente que es lo mejor que se puede hacer, además de una oportunidad de oro para descargar mucha rabia anticapitalista. Cuanta más gente se encuentre este hombre a su paso rechazándole y llamándole asesino o terrorista, pues probablemente peor dormira, pero es evidente que quien tiene tanto poder, no sólo está anestesiado ante el desprecio, sino que también tiene las fuerzas de la autoridad rodeándole, por lo que no necesita ni mirar quien le insulta.
Y como resultado de esto, en segundo lugar, la intervención de los antidisturbios. Sólo han tenido que aparecer para que la cosa terminase…lo que me hace pensar que la necesidad de su intervención simboliza un poco lo que este Pascal Lamy representa, esto es, la necesidad de salvaguardar la riqueza económica aunque para ello haya que reprimir, torturar, encarcelar, asesinar.