Recuerdo en estos días a María. María tenía pasado ya los ochenta cuando vino a Toledo en busca de su padre. Él había sido destinado en nuestra ciudad como chófer, esa era su profesión. Aquí estaba hacía varios meses. A pesar del asedio que sufría la ciudad desde el Alcázar, se respiraba cierta tranquilidad que […]
Recuerdo en estos días a María. María tenía pasado ya los ochenta cuando vino a Toledo en busca de su padre. Él había sido destinado en nuestra ciudad como chófer, esa era su profesión. Aquí estaba hacía varios meses. A pesar del asedio que sufría la ciudad desde el Alcázar, se respiraba cierta tranquilidad que permitía disfrutar de un permiso para ir a ver a la familia y recoger un paquete con ropa limpia y poco más. Se iba pasando el caliente verano y se sucedían las visitas y los paquetes. Pasó agosto y llegó septiembre. Pudo ser en Talavera del Tajo, pudo ser en Badajoz. Pero el padre de María yo no regresó.
El día 27 de septiembre de 1936 el General Varela, al frente del ejército de África, comunicaba la toma de la ciudad al general Franco. El 28, tras la resistencia de la Fábrica de Armas, el ejército conquistador traspasaba las murallas mientras Moscardó despedía a los toledanos a cañonazos. Una entrada memorable en la que la sangre roja bajaba al Tajo. Lo dicen los testimonios del embajador americano y del oficial alemán. Lo certifica el libro de registro del Cementerio Municipal de Toledo: entre el 27 de septiembre y el 13 de octubre, ambos incluidos, fueron registrados, en sucesivas tandas, un total de 727 cadáveres, bajo la escueta anotación de desconocidos. Los carros bajaban de la ciudad llenos de cadáveres: el día 1 de octubre cinco tandas de 33 asesinados; el día 2 de octubre seis tandas de 36, 33, 35, 49, 35 y 34 desconocidos. A octubre siguió noviembre: el 6 fueron 20 lo asesinados, el 17 fueron 19. A noviembre le siguió diciembre, a 1936 (915) le siguió 1937 (14), 1938 (41), 1939 (77).
Después de estallar la guerra, Franco hizo estallar la paz. En 1940 fueron 165 lo asesinados, 38 en 1941, 31 en 1942 y 6 en 1943. Ya con nombres y apellidos. Procedentes de la cárcel 1, de la dos o de la cinco; en el patio 19, el 31, o el 43; en la fosa 6, en la 88, o en la 94. El cadáver primero, el tercero, o el diecinueve. Unos sobre otros, los muertos de España se enterraban. Pasó la noche oscura y María sigue buscando.
Cuento todo esto, ahora que el Ayuntamiento de Toledo ha procedido a la dignificación del Patio 42 con la protección de los restos de los republicanos y los pobres. Anteriormente, hasta que Franco lo llenó, se enterraban allí a los más pobres, de ahí su nombre Patio de Caridad. Quizás eso explica los fáciles arrebatos de las excavadoras que hacían visibles los restos humanos hasta hace pocas fechas. Dignificación y reconocimiento. Pues se rinde homenaje a los asesinados por el fascismo.
Un paso más en la recuperación de nuestra dignidad democrática y en la recuperación de nuestra historia. Pequeños pasos que hemos ido dando en esta legislatura de gobierno. Toledo ha retirado la medalla de oro de la ciudad concedida a Franco en 1939 (como curiosidad, en el expediente de la concesión de la medalla se indica que «no concurre ninguna condición de las estipuladas como meritorias»), En nuestras calles ya no hay dedicatorias a José Antonio Primo de Rivera, ni a Varela, ni a Moscardó. En nuestro Ayuntamiento, ya no hay una placa, dura y plana como la mismísima dictadura de Franco.
Placa que estaba dedicada al General por traernos el agua cuando antes nos trajo la sangre. Siguen fosas mudas hablando del pasado en el cementerio, con nombres y apellidos. A pesar del frío, con el viento del sur parece que la primavera se acerca. Las rosas rojas siguen naciendo.
Fuente: http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article21983