La tercera entrega de la serie Cuba y su crisis económica (1), (2), se presenta en día de paciencias y estupores para este periodista; ciertos vaivenes de la “mecánica nacional” criolla retrasaron en varias jornadas el cobro de su pensión de jubilado, a causa de la denominada bancarización.
La bancarización es un proceso que busca reducir el efectivo en circulación; a primera vista racional, pero tan mal organizado que por el momento logró justo lo contrario: más billetes en las calles y lógica desconfianza hacia la banca por el vendaval de incomodidades que ha provocado.
Dinero en mano, no duró mucho la “euforia de los dineros”; el primer desembolso casi provocó un infarto: atacó la inflación galopante que campea por sus respetos en Cuba, y adiós a la cuarta parte de la pensión en la compra de algunas bagatelas alimenticias.
Hasta conduce a pensar en la inmortalidad del cangrejo, signada por el devaneo a propósito de la vernácula inflación, por cuanto el pronóstico para este año del Dragón estima que se reducirá respecto al 2023, aunque rebasaría el promedio mundial en una “bicoca” de más de 10%, de seguir los estimados de Bloomberg.
Según el Dr. en Ciencias Económicas Juan Carlos Albizu- Campos, “los ingresos necesarios per cápita para tener una vida digna… son treinta y seis mil pesos cubanos, y si se toma la línea de pobreza que está usando Naciones Unidas en el Informe de Desarrollo Humano, que es de 3,1 dólares diarios, eso significaría 95 dólares mensuales mínimo. Si lo multiplicamos por 250 pesos – ya en 270-, que es lo que vale el dólar en Cuba, tendríamos un salario mínimo de 23 750 pesos”.
Visto desde otro ángulo, el economista Dr. Omar Everleny Pérez Villanueva apuntó que “Si tomamos 1989 como año base, el salario real de los cubanos en 2022 fue sólo de 185 pesos”.
Según cifras oficiales, en el 2022 el sueldo medio nominal ascendió a 4219 pesos; o sea, que el real sería 4,38% del nominal, de seguir a Pérez- Villanueva.
Esta caída del salario real es de largo plazo: abarca el llamado Periodo Especial (1991 -95, mínimo), en que el Producto Interno Bruto cayó 35%, más la recuperación económica posterior a 1995, y lo que duró. De acuerdo con algunos estimados, el salario real de 1993, el peor año de ese tiempo, habría sido 13% del de 1989.
Cuba, ahora en recesión más inflación galopante, no logró alcanzar en el 2006 más que un 24 % del salario medio real de 1989, según la agencia InterPress Service (IPS) (1).
A tenor de las cifras, por tanto, sí habría un descenso de largo plazo en el salario real, y un toque de alarma ante la pobreza que destacados economistas cubanos ya mencionan sin pelos en la lengua; más cuando el problema se agravó al filo del 2023, según datos y percepción popular.
Si en el 2006 el salario real fue el 24% del nominal de 1989, mucho menos lo fue en el 2022 respecto a ese año base.
Así, al ajustar la equivalencia del dólar al peso, al 11 de enero de este año y de acuerdo con Albizu -Campos, el salario mínimo requerido sería de 25650; el último sueldo medio reportado (2022) fue de 4219 y la pensión media de un jubilado alrededor de la mitad, con muchos entre 1000-2000, por lo que la calidad de vida fue cuesta abajo, en lo principal en el derecho a la alimentación; su dizque paliativo fue la distribución a precios subsidiados de los víveres que integran la llamada canasta básica, más que deficitaria.
Grosso modo, esa “cesta” contiene, percápita y para un mes: arroz 3,5 kilos; 2 de azúcar; 0,28 de granos (por regla general chícharos); un jabón de baño; catorce paquetes de cigarrillos – los no fumadores los venden a entre 80-100 pesos cada uno para compensar sus ingresos, o son objeto de trueques y también solidaridades; dos magros paquetes de picadillo; uno de 10 salchichas pequeñas (“perritos”); 1 litro de aceite vegetal; 1 kilo de detergente; 7 huevos y algo más dígase con mucho optimismo. Lo demás ha de adquirirse en los mercados de oferta y demanda, sea en las llamadas tiendas MLC, sea en las en pesos cubanos, donde una treintena de huevos no baja de 1800 pero puede costar 2500 o más, según el barrio (2).
De suyo se desprende que el eufemístico abastecimiento ni para una semana alcanza: ya no es pensar en la inmortalidad del cangrejo, sino en divagar sobre el racionamiento, que en el mundo real invita a formular una sarcástica pregunta: ¿para qué, la “libreta”?
“Libreta”: tal se apoda a la cartilla de racionamiento por la cual se distribuyen los magros víveres, mientras machaconamente se reitera que su entrega es a precios subsidiados, cual si fuera beneficencia lo que es un derecho humano: alimentarse con decoro.
Subsidios a personas necesitadas, no a productos o servicios – como es ahora -, más no eliminación de la “libreta”. Así se está repitiendo hasta el cansancio desde ya se sabe cuál “altura” y ¡cuánto se publica!, aunque destaca un grave retraso: durante un decenio no se prestó atención al llamado popular a favor de ese cambio (3), cuando fue oportuno y había sobradas condiciones; ahora se pretende finiquitar a “productos y servicios” en un escenario en que casi toda la población califica como necesitada, y ¿requiere de subsidios? ¿Se va a “subsidiar” al 1,7 millones de jubilados que se calcula tiene Cuba al momento presente y cuyas pensiones los sitúan por debajo de una línea de pobreza, a tenor de los números aquí citados?
Tarde y mal: hasta parece una adicción; otros tantos han ocurrido u ocurren con la unificación monetaria y cambiaria; la autorización y despliegue de las micro, pequeñas y medianas empresas; la extensión de las cooperativas; la descentralización de las decisiones en materia económica y en fin, el mar…
Idéntico a como se dice respecto a la política de Estados Unidos contra Cuba – vulgo bloqueo y cuyo daño es proverbial -, varias generaciones nacieron y crecieron bajo el imperio de una “libreta” que sí alimentó y tuvo justiciera razón de ser en los igualitarios y “felices 60” del siglo pasado y bastante más acá; por entonces, en olvidado libro, se consignó que la CIA renunció a hacer propaganda sobre el número de calorías y proteínas asignadas al común: eran, por mucho, poderoso argumento para que la mitad del llamado Tercer Mundo se sublevara en pro de semejante derecho a la alimentación.
Aunque sí parece, no es momento para divagar sobre la inmortalidad del cangrejo – o sea, la “libreta” -, porque hay una cuota de razón en el sarcasmo de la apuntada pregunta:, ¿para qué la “libreta”, si “lo que da” ni para una semana alcanza ?
Tomar nota: da, no compra; así se dice en el habla popular criolla ¿Toda una precisión sociológica?
Sin embargo, por los también “felices 80” la eliminación de la “legendaria” cartilla estuvo sobre el tapete: fue una ilusión de abundancia que la oposición pública frustró, para suerte nacional, porque lo primero que acechó y después asaltó fue el crack de la Unión Soviética, más Cuba a la cuarta pregunta, más el llamado Período Especial, más un consumo de calorías y proteínas per cápita por debajo del mínimo que la Ciencia prescribe y en fin, el copón bendito.
Guste a quien guste, pese a quien pese, junto al sarcasmo que cuestiona la existencia de la cartilla, existe la suspicacia: la paulatina pero constante reducción de los abastos normados inclina a pensar a un número de ciudadanos que está en marcha una suerte de conspiración para dictar el úcase eliminatorio de la “libreta” y, por ende, de las garantías que la acompañan, por magras que sean.
No es simpático apuntarlo, pero el hecho es terco, aunque aquí y acullá se insista en lo “sagrado” del racionamiento.
Sarcasmos y suspicacias aparte, la normación del yantar ha creado desde siempre desajustes entre oferta y demanda, inflación reprimida, mercadeo en contrabando, bienes para quienes no los necesitan y la obligación estatal de sostener una inmensa estructura que parece comercial pero en verdad es burocrática, muy burocrática, signada por un ministerio extendido hasta los barrios, no menos de 12 mil establecimientos minoristas que son más papeleo que servicio al pueblo, más informalidades o corrupciones oscilantes entre millones o “centavos”, según sea el chance.
También es un gasto público que, entre otros cuestionables, incrementa el déficit fiscal, previsto para el 2024 en 18,5% del Producto Interno Bruto, cuando lo recomendable es no superar el 3-5%. Según el economista Dr. Pedro Monreal, sería el segundo del orbe, sólo superado por Ucrania.
Consecuencias harto conocidas: la “libreta” es objeto desde anatemas hasta sonadas burlas al estilo del cubanísimo choteo que, desde la “noche de los tiempos”, es sinónimo de una desacralización de la autoridad y de sus emblemas, además de una expresión de soterrada rebeldía; tanto, que el pitorreo dio lugar a un clásico de la ensayística cubana, el cual diseccionó de modo magistral esa arista diríase genética del nacido en Cuba: Indagación del choteo, de Jorge Mañach.
Gusta decir un destacado académico que la mayor amenaza a la gobernanza criolla es la trompetilla, y en este apunte va “una tonelada de diplomacia”. Éso es el choteo, que en este caso se burla de la solemne defensa de aquellos argumentos a favor de una justicia social que requiere urgente revisión, habida cuenta de carencias y desatinos, mientras prominentes abdómenes son indicios de un doble rasero sobre austeridades, en tanto “cortesanos genuflexan”, en ejercicio de una adulación que en castellano se llama guataquería.
Viejo recurso es hacer humo aquí para ocultar el incendio allá. Ojo y no sean apología o anatema de la “libreta” un recurso para desviar la atención de las reales causas de la inflación y el déficit fiscal, por citar dos ejemplos, en los que los llamados “errores y distorsiones”, al decir gubernamental, tienen nombres y apellidos.
Ojo, una vez más, porque puede ser que en vez de un castigado y sufrido Liborio se presente un mambí cuyo nombre es Elpidio Valdés y lidere lo que el poeta y revolucionario Rubén Martínez Villena demandó: una carga para matar bribones.
Notas y enlaces
1.- La inflación y el salario real: 1989-2006.
2.- Manuel David Orrio del Rosario, sobre la base de su cartilla de racionamiento.
MLC: MLC es la denominación establecida por el Gobierno cubano para tratar como «moneda libremente convertible» lo que los expertos denominan «dólar bancario». Esta es una moneda virtual cuyo valor de referencia es el USD. O sea, un USD depositado en los bancos cubanos equivale a un USD.
https://eltoque.com/que-es-un-mlc
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