Pepica La Pilona fue una persona marginada, tal vez bruja y una especie de loca -en sentido afectuoso- del Cabanyal, barrio de los Poblados Marítimos de Valencia que sufre desde hace más de dos décadas un proceso de gentrificación.
Es posible que esta mujer pobre y libre naciera en 1919, pasara toda su vida en la barriada luchando por la supervivencia y por encontrar un hijo que le arrebataron al poco de parir. Pepica La Pilona fue, además, un personaje de leyenda que divertía y escandalizaba a los vecinos. Se dice que bailaba todo el día y vivía debajo de una barca. Un Centro Social Okupado (CSO) del Cabanyal, que permaneció activo entre 1998 y 2006, se denominó como esta mujer entrañable. A partir del testimonio de quienes la conocieron, los investigadores han podido construir su biografía.
María Cambrils (1877-1939) nació también en el Cabanyal, pero tuvo un recorrido vital diferente. Fue una socialista y feminista -olvidada durante décadas- que publicó más de un centenar de artículos en la prensa del movimiento obrero, principalmente en El Socialista, periódico del PSOE. También participó en numerosos actos públicos, mítines, conferencias y reuniones. De su ideario da cuenta el libro Feminismo Socialista, publicado en 1925 en Valencia, que la autora dedicó al fundador del PSOE y la UGT, Pablo Iglesias, y tuvo como prologuista a la abogada, republicana y feminista Clara Campoamor. Esta mujer autodidacta “reflexionó en los años 20 y 30 sobre la subordinación patriarcal de las mujeres”, apunta Ana Aguado en María Cambrils. El despertar del feminismo socialista (Universitat de València, 2015); para Cambrils el feminismo “siempre tuvo un claro contenido de clase”, añade la historiadora.
Es difícil que las dos mujeres se conocieran, pero el cuento ilustrado Dos dones del Cabanyal. Pepica la Pilona i Maria Cambrils, publicado en enero por Ed. Espirelius con guión de Josenia Salvador e ilustraciones de Eloísa Blanco, aborda sus biografías de modo paralelo e incluso hace dialogar a las dos luchadoras.
La historia del cómic de 50 páginas comienza en mayo de 2017, cuando el colectivo Teatre Mariner del Cabanyal estrenó en las calles del barrio la obra titulada La Pilona i Cambrils, seleccionada previamente para el Festival Cabanyal Íntim. El grupo de teatro comunitario reivindica la memoria del Cabanyal frente a la especulación urbanística, la gentrificación y el turismo de masas, con obras como Pepica a la fresca, Cabanyal Urbanistic Dancing o Cuentos del Cabanyal. La Máquina Dombón. Hasta que se produjo el desalojo del CSO La Fusteria, en 2018, éste era su espacio para el ensayo y sede en el barrio; actualmente desarrollan la actividad en el local de Radio Malva.
El libro de Josenia Salvador y Eloísa Blanco presenta a Pepica de niña, jugando en la calle y pidiendo sustento por las casas del Cabanyal. Por las noches se dirigía al Puerto de Valencia para encontrarse con su padre, a quien esperaba en un pilón, de ahí el apelativo de La Pilona. Parece que en poco cambió su vida con la llegada de la II República; “siempre seremos pobres de verdad, pase lo que pase”, le comenta su progenitor en una de las viñetas. Parece que fue un espíritu libre, que de joven se relacionó con milicianos.
En la posguerra, recuerdan quienes la conocieron, se negó siempre a denunciar a otros vecinos en el cuartel de la Guardia Civil, de ahí que en alguna ocasión saliera golpeada, forzada a ingerir aceite de ricino y con la cabeza al rape. Pero Pepica La Pilona no se amilanaba, según recogen el libro y la memoria popular; por ejemplo frente a las instalaciones policiales, hacía rodar una moneda con la efigie de Franco y llamaba la atención: “Mirad, un cabrón en bicicleta”. También requería ayuda –cinco duros- para entrar en el cine Imperial, donde levantaba la voz y comía en la última fila; o abrazaba y besaba a los niños del barrio. Por otra parte se hacía un hueco de modo singular cuando viajaba en el tranvía: expeliendo ventosidades.
Además los recuerdos vecinales dan cuenta de la generosidad de Pepica: compartía los grandes bocadillos que le regalaban en el mercado y frecuentaba a los enfermos, a quienes llevaba aparatos de radio. También se dice que ya anciana, en el último tramo vital, su hijo le trasladó a una residencia muy cercana a la playa. Y cuando advino la muerte, el vecindario del Cabanyal lamentó la defunción, pero conservó a La Pilona en su memoria.
Los activistas del CSO ponían su ejemplo, a finales de los años 90, como el de una mujer bigotuda que rompía con las convenciones, deshacía el canon de lo respetable y no tenía sentido del ridículo; en esta forma de ser diferente radicaba su humanidad y locura. Tal vez en su día Pepica La Pilona ejerció la prostitución. Y así, con el bolso debajo del brazo y los exabruptos, insuflaba alegría en el barrio.
Por otros derroteros transcurrió la vida de María Cambrils; de origen obrero, publicó textos y desplegó la acción política durante la dictadura de Primo de Rivera y la II República. Fue, resalta Ana Aguado en María Cambrils. El despertar del feminismo socialista, una de las pocas mujeres que escribió artículos políticos en los periódicos de la época. Cambrils “entendía el socialismo como un ideal de redención femenina”, subraya la investigadora.
Leyó a Marx, pero también al anarcosindicalista Anselmo Lorenzo, al socialdemócrata alemán August Bebel, a la comunista rusa Alexandra Kollontai, a reformistas sociales como John Ruskin y al socialista francés Jean Jaurés. De la influencia católica –María Cambrils estuvo durante unos años en un convento- se distanció en parte por la relación con una amiga socialista, Natividad, y también con su compañero –procedente del anarquismo y asimismo socialista-, José Alarcón.
El libro sobre la militante socialista, del que son coautores la periodista Rosa Solbes y el archivero Joan Miquel Almela, incluye los artículos de Cambrils en El Socialista, El Obrero, El Obrero Balear, El Pueblo (Diario republicano de Valencia), El Pueblo (Órgano de los trabajadores de Salamanca) o Revista Popular. “Si la mujer no ha compartido con el hombre las funciones jurídicas, administrativas, académicas y científicas, es porque se le han cerrado, prejuiciosamente, con la doble llave del monopolio y del egoísmo masculino, las puertas de los centros universitarios”, escribió María Cambrils en El Socialista (La capacidad femenina, mayo 1925); en el citado texto valoraba la figura de la abogada y política republicana Victoria Kent.
Otros aspectos criticados por María Cambrils, resalta Ana Aguado, son el modelo burgués de “feminidad doméstica” y la subordinación patriarcal –tanto económica como en el Código Civil- en el seno del matrimonio. Esta prepotencia en el ámbito familiar se traducía en “innumerables vejaciones”. El peso del catolicismo era otro factor que contribuía a que a las mujeres se les arrebatara la condición de ciudadanas.
La socialista valenciana defendió el divorcio y el “matrimonio libre”; entendió el feminismo como la batalla por los derechos y libertades de la mujer, en condiciones de igualdad respecto al hombre (en esta lucha exhortaba –pese a los prejuicios y resistencias- a la colaboración masculina).
Para ello, Cambrils abogó por la organización de colectivos específicos de mujeres y polemizó con los de ideología católica e ideario “neutral”. En el prólogo a Feminismo Socialista, escribió Clara Campoamor, uno de los referentes de María Cambrils: “El feminismo no ha nacido ni se ha cultivado jamás en los campos de golf, en los halls de los grandes hoteles o en las fiestas aristocráticas”. La militante nacida en el Cabanyal se enfrentó en sus textos a la derecha católica, se posicionó a favor del socialismo marxista -en su variante reformista- y criticó el comunismo soviético. Llegada la II República, apoyó el derecho al sufragio de las mujeres, reconocido en la Constitución Española de 1931.
En Dos dones del Cabanyal,María Cambrils aparece en diferentes viñetas redactando artículos -rodeada de periódicos- y junto a los nombres de otras mujeres comprometidas (Concepción Arenal, Emilia Pardo Bazán, Margarita Nelken o Federica Montseny); también figura disertando en el Ateneu dels Pellicers de Valencia, en 1930: “La monogamia sólo se ha aplicado en relación con la mujer, a la que se exige fidelidad de esclava”. El lector puede seguirle la pista hasta la muerte en el municipio de Pego, donde fue enterrada en 1939 en el anonimato. Desde 2017 su nombre figura en la placa de una calle de Valencia. Pepica la Pilona y María Cambrils se despiden de los lectores con una pregunta esencial: ¿servirá su memoria al barrio del Cabanyal?