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Literatura

Pequeño árbol genealógico del trepa

Fuentes: Diagonal

¿Vive usted pendiente del humor de su jefe? ¿Considera que el 1% lava más blanco? Si la respuesta es ‘sí’ puede que usted se mueva sólo por el interés. Le presentamos un pequeño recorrido de la historia de los trepas a través de la literatura.

Ambición. Aparentemente inocente, es el nombre de una enfermedad social grave en la que no importa ya la meta, sino seguir subiendo. Es una de las claves de la sociedad moderna y, en consecuencia, uno de los grandes temas de la literatura contemporánea. La sociedad, enferma ella, consigue enfermar a los sujetos. Por eso, en el siglo XIX, aquellos que, encabezados por Zola, apostaban por la figura del escritor como médico social, se dedicaron a retratar la ambición, ese mal del cuerpo social que se extendía por los sujetos y empapaba completamente sus nervios, sus deseos y sus principios.

Echando la vista atrás, observando el realismo decimonónico, reconocemos perfectamente el síntoma en el sujeto y la enfermedad en la sociedad. Sin embargo, nuestro cuerpo social, el postmoderno, el del siglo XXI, tiene una fuerte herencia genética y no está tan lejos del decimonónico. Para ello, la literatura sigue ahí, como clínica, como retrato de esa falta de salud social. Desde que se empezó a hablar de ello hasta hoy han pasado muchas décadas, y tenemos el privilegio de poder realizar una pequeña genealogía del ciudadano enfermo de ambición (advenedizo, interesado, «trepa»…). ¿Quiénes eran y quiénes son los que sacrificaron su existencia ante la ambición?

El desnudo del enfermo

Como decimos, en el XIX, la literatura marcadamente realista se encargó de demostrar cómo la sociedad padecía sus propias enfermedades y cómo éstas se asentaban en los sujetos. Stendhal, en Rojo y Negro, creó el personaje que muchos consideran pionero en este tema: Julien Sorel. Julien, joven estudiante amante de los libros y de origen modesto, comienza sus andaduras alentado por el afán de obtener una formación que deseaba con todas sus fuerzas. Sin embargo, a medida que avanza en sus conocimientos, mucho menos de lo esperado en un principio, comienza a comprender cómo esos conocimientos, unidos a la manipulación emocional, pueden servirle como manual de instrucciones y salvoconducto para introducirse en las altas esferas sociales. Así, el lector observa cómo la ambición se instala definitivamente en su interior y acaba desplazando de forma mórbida todos los principios, sentimientos y deseos que tenía en un principio. El final no es otro que la pérdida del control del sí mismo, la despersonalización. Julien acaba rompiendo muchos juguetes, pero sobre todo acaba siendo un juguete roto irreparable. Su ascenso muta, para él y su alrededor, en destrucción.

También en Francia, Balzac, dentro de la serie de novelas La comedia humana, nos regala el trazado de Raphaël de Valentin, personaje que acaba sacrificando su vida en su deseo por acceder a una alta sociedad que se le antojaba como único lugar posible. Protagonista de la novela La piel de zapa, este joven procedente de una «buena familia» arruinada firma una suerte de pacto con el diablo al aceptar que su vida vaya menguando, literalmente, a medida que sus deseos de ascenso se cumplen, también sin dudar en utilizar la seducción como arma dentro del materialismo económico que lo devora, que convierte su pasión en sustancia económico- social y que lo aboca a una ruina peor que la económica: la que sigue a la venta de la propia vida porque ni tan siquiera la muerte te puede asustar más que no conseguir medrar.

En la literatura española, Fermín de Pas, ese magistral siniestro que Clarín crea en La Regenta, nos aporta una visión en otro ámbito, ya que inserta al advenedizo sin escrúpulos en el contexto de la Iglesia católica. Personaje alevoso del que el lector puede llegar a percibir el olor, destroza a todos los que lo rodean a fin de conseguir lo que anhela: el ascenso social unido al control de una vida que no le pertenece, confundiendo así deseo y poder.

Nada cambia / todo estalla

En el siglo XX (y también en lo que llevamos de XXI), nos encontramos con una sociedad que delira de una forma algo distinta. Deleuze la llamará esquizofrénica. Sea como sea, el capitalismo se asienta, pero los antiguos males se heredan, y la literatura nos habla de cómo esa persistencia en el tiempo lleva al desastre final, al gran estallido.

Scott Fitzgerald en Suave es la noche nos convence de que el que tiene que sanar es muchas veces el que está verdaderamente enfermo, y por ello crea a Dick Diver, un psicoanalista que consigue llegar a la meta acaso demasiado pronto y se precipita en una caída imparable, arrastrando con él a su propiamujer. Un pocomás adelante en el siglo, Patricia Highsmith crea al famoso mister Ripley. En todas las obras en las que aparece, encontramos de nuevo el germen de la obsesión: la falta de escrúpulos, el personaje cargado de formación y conocimiento pero desposeído de toda ley moral o principio. El personaje, en fin, que nomira a los lados, sino hacia arriba, lo que él considera su propia meta. Son muchos los que van cayendo, pero ninguna la empatía que élmanifiesta hacia ellos. Solo queda en él la obsesión por ascender.

Easton Ellis ha tratado magistralmente el estado de este mal en nuestra época, y prueba de ello es American Psycho, donde la despersonalización la protagoniza Patrick Bateman, que representa al joven que ha cumplido, que ha llegado hasta donde tenía que llegar y que, desde arriba, contempla el vacío bajo sus pies. Al hacerlo, el vértigo le convierte en una suerte de individuo desdibujado. Con el ascenso consumado, la mirada se centra en la vacuidad que hay ahí arriba, donde todo cae o está a punto de hacerlo. La sociopatía estalla en psicopatía, y la ambición acaba engendrando a un asesino en serie que se nutre de violencia y de obsesiones, rodeado de personas igualmente desdibujadas girando sobre símismas.

Pero si hay un ejemplo literario que relate con especialmaestría el estallido de esa obsesión que es el ascensosocial es El club de la lucha, donde Palahniuk escenifica una oposición frontal a los valores sociales que enferman al individuo. Aquí, la violencia se centra en la rebelión, en el intento de decir que no, en una lucha que es al mismo tiempo lucha física y lucha socio-económica. Aquí, en fin, tenemos una posible última parada de esa insania que recorre el cuerpo social moderno, y esa parada está allí donde todo explota.

Trepas en series de TV

El afán de alcanzar los escalones más altos que conducen al triunfo social o la llegada a los arrabales del 1% ha sido hábilmente explotado por los guionistas de destacables series estadounidenses.

Un servidor, un amigo, un siervo

Pete Campbell, secundario de primera fila de Mad men, representa un tipo de trepa que remite a la hidalguía castellana, esto es, aquellas personas nacidas en familias de clase alta que pasan por una mala racha. Por eso Campbell no duda en ponerse a los pies de quien sea necesario siempre y cuando eso sirva para ocupar un lugar de honor en el pelotón de los despreciados.

Una lagarta con cuerpo de lagarta

Diana (¿tienen apellidos las lagartas extraterrestres?) era la auténtica protagonista de V. Diana representa un tipo, frecuente en los soap opera americanos, de mujer que usa «sus encantos» (antes se decía así) para escalar en sus planes de conquista de la tierra, en este caso, literalmente. Para esto no duda en manipular, engañar, traicionar… Una joya, vamos, e icono lésbico, para más inri.

Aceveda: la ambición latina

The Shield pasa por ser una de las series más oscuras, terribles y desesperanzadoras de la historia de la TV. Si Vic Mackey representa el mal encarnado, su némesis, el capitán David Aceveda se presenta, por oposición a Mackey, como su enemigo virtuoso. La moraleja (y así les evitamos espoilers) es nunca te fíes de un trepa que presuma de rectitud.

Puritana e hipócrita

Margaret Schroeder debe ser juzgada con benevolencia ya que su ambición palidece en el brutal entorno en el que se desarrolla la acción de Boardwalk Empire. No obstante, el hecho de que abuse de su posición sobre otras mujeres que proceden de donde ella viene, su insoportable beatería y, en definitiva, su hipocresía, la condenan a aparecer en esta lista.

El extraño caso del periodista trepa

El periodista Scott Templeton aparece en la quinta temporada de The Wire (la más floja, según los críticos) y, en una serie en la que no escasean los trepas, se convierte en el primus inter pares. Afortunadamente, en el mundo del periodismo no hay lugar para personajes como el de Templeton; en la vida real, los redactores apenas tienen ego y, por lo general, puede decirse que son magníficos profesionales.

Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/Pequeno-arbol-genealogico-del.html