Recomiendo:
0

Historias trastornadas vol II. Indiani Metropolitani

Pequeño Larusse de historias trastronadas: Guerrillas culturales, provocadores e indios poetas, culturetas subversivos, fumetas, macarras instruidos y folladores de calle.

Fuentes: Insurgente

1. El deseo de ser piel roja Ya lo decía el amigo de Max Brod: «si uno pudiera ser piel roja, siempre alerta, cabalgando sobre un caballo veloz, a través del viento, constantemente sacudido sobre la tierra estremecida, hasta arrojar las espuelas, porque no hacen falta espuelas, hasta arrojar las riendas, porque no hacen falta […]

1. El deseo de ser piel roja

Ya lo decía el amigo de Max Brod: «si uno pudiera ser piel roja, siempre alerta, cabalgando sobre un caballo veloz, a través del viento, constantemente sacudido sobre la tierra estremecida, hasta arrojar las espuelas, porque no hacen falta espuelas, hasta arrojar las riendas, porque no hacen falta riendas, y apenas viera ante sí que el campo era una pradera rasa, habrían desaparecido las crines y la cabeza del caballo. «
Indios. En Italia.¿Cómo? ¿What are you saying?
Los Indios metropolitanos nacieron de aquel sojuzgante impulso de la amplificación del pensamiento en acción de finales de los 70. Ya saben, «los 70» en Italia: ese tiempo mal entendido y fácilmente liquidado con la fontanerística (y no en su acepción de proletariado autónomo de manguitos y bajantes) de «años de plomo». Los indios surgieron como un hongo, cargado de trastornante Psilocybe, de improviso, en un hábitat fértil. Germinaron de una humanidad densamente agitada. La primera señal de indianidad se dio en los círculos juveniles de Milán que anunciaron antes del final del 76 en su manifiesto que «habían desenterrado el hacha de guerra» recogiendo el humor que se respiraba en el caos babilónico de la Fiesta del Parque Lambro. En los artículos en A/traverso del mismo año se comenzó a imitar el lenguaje de las «pieles rojas» de películas del Oeste. Cada vez más gente empezó a abandonar las «eternas praderas de caza» de la vieja izquierda marxista y sus formas de lucha anticuadas. Como estrategias para sobrevivir en un entorno cada vez más resistente a la revolución, inventaron un humor extraordinariamente poderoso y múltiples formas de confusión lingüística.

2. Una fiammata di energia incontrollabile. La hibridación

Hasta ese momento todo el mundo lo tenía claro, las diferencias estaban delineadas, tanto en las células, como en los bares frecuentados por viejos militantes y partisanos: un comunista revolucionario era una cosa y un trastornao era otra. O no. Porque ¿quiénes eran esos que ven la serie de televisión esa de un tipo con las orejas puntiagudas, esos que citan a Lenin y a Robert Crumb? ¿Berlinguer vestido de trekki?¿Quiénes son?
El lenguaje de la militancia política comenzó a confundirse con el comportamiento freak, creando un extrañísimo cóctel antropológico. Y ahora se me agarren porque el análisis sesudo está al caer, es algo espeso, pero bastante claro. Tomen aire: La crisis de la ideología del compromiso histórico, la crisis del pacto consociativo entre cultura católica y cultura tardocomunista, la crisis de la concepción estatalista y de la democracia autoritaria estuvo determinada por la gran ofensiva india de aquel año, que tuvo rasgos diversos pero en el fondo convergentes sobre este punto: reivindicar el derecho a la autonomía de las subjetividades individuales y colectivas, el derecho a la autovalorización. Pues eso.
Así que las certezas, los modelos de sujeto, de la deontología ideológica del stablishment comunista se derritieron como cera ante lo que el mismísimo Dante admiró cuando, entre demonios, pidió fuego para el pitillito a las salida de un círculo infernal: una fiammata di energia incontrollabile o lo que es lo mismo una llamarada incontrolable: de creatividad.

3. La palabra como gesto, como virus
La experiencia de más poder simbólico del Movimiento del 77, a parte de la incorporación del hacha de plástico al compendio de armas de lucha política, fue el uso de la palabra como gesto, driblando el sentido común, ese hábito de rutina vital, y no sólo para despistar a los mass media sino también por aquellos sosos militantes incapaces de concebirse con la ironía. El movimiento del 77 redescubrió la actualidad de la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt, y de la crítica radical dadaísta y situacionista.
El «detournement» de impronta situacionista era de hecho un modelo de referencia. Los indios, unas tijeras, periódicos, un tubo de pegamento, un poco de odio y un poco de humor, habían descifrado las señales de humo que Debord y Vanegeim habían hecho con sus libros años antes.
Las vanguardias histórica fueron un ejemplo: Dada en primer lugar y el Futurismo. El eslogan, el medio más usual de la lucha política, fue utilizado para la producción de una dramaturgia paradójica, guerrillera, íntimamente teatral. Pero no pensando el teatro como forma estética o como interpretación de repertorio: se pensaba la relación cuerpo-palabra expresada en grupo como el Living Theatre o la performance radical de la Fura dels Baus, grandes oficiantes del teatro pánico.
Aquella performatividad neosituacionista expresaba del mismo modo una insuficiencia generacional: una demanda de nueva visión, nuevas palabras, nuevo comportamiento. Una demanda que no encontraba respuesta.
Todo esto rechinaba con la superestructura ideológica de la política. Fue un cortocircuito. En esos mismos meses en Londres tomó cuerpo el movimiento punk. Los ingleses eran mucho menos permeables que los italianos a la política y la ideología.. El pesimismo intoxicaba la vida. «La destrucción es liberación», decía una pintada en la facultad de Letras.
El movimiento de 1977 apostaba más por una multiplicidad confusa del uso de la lengua en las diferentes tácticas de la contrainformación: «Más energía nuclear y menos pisos de protección oficial»; es decir gritar lo que nadie diría para ridiculizar de este modo la charlatanería acerca de las «reducciones temporales», «recortes socialmente sostenibles». Afirmaban sus posiciones exagerando los mensajes de la parte contraria de tal manera que resultaban totalmente absurdos (o afirmación subversiva).

4. Un pow pow en la asamblea

Los indios metropolitanos: un pequeño grupo nacido en el interior de la Comisión marginada de la ocupación de la Facultad de Letras de Roma en febrero del 77. Jugaron a su favor con esta confusión híbrida, esta mutación del sujeto.
La operación mutante dotó de finísimas y eficaces herramientas lúdicas en las asambleas estudiantiles. Aparecieron acciones tan divertidas como aquello de inventar eslóganes y entonarlos cual rapsoda megafónico con desfachatez atimbrada en mitad de las discusiones; o escribir con spray en su «tazebao». Así como hilarantes cortejos como aquel de poner en escena una en fila india entonando el verso «Oask?!» (el nombre del fanzine) asociándolo con un particular movimiento de los brazos remedando el estilo natatorio más indiano de todos, el Crol. El hecho extraordinario fue que el slogan, la proclama una vez lanzada fue acogida por el Movimiento, hecho suyo.
Se maquillaban y danzaban desordenados al grito tribalista de «ea,ea,ea… ah!» Los massmedia, los periódicos y la TV, no esperaban otra cosa. Si tenia color era noticia. En el plazo de dos meses se disolvió como grupo activo en el movimiento: no se reconocía en la agregación de la masa, gustaba inventar lenguaje-comportamiento e buscar otro espacio pera elaborar una propia poética de intervención. Así sucedió que en mayo con la ocupación de la casa in Via dell’Orso 88, la «casa del desiderio», se transformó en un espacio en el cual vivir y producir. El lugar fue de hecho más una forja creativa que una comuna frikista. Ya en «OASK?!» firmaban como «Indiani Metropolitani en «dis/aggregazione»: «Reivindicamos nuestras dimensión molecular y psiconómada. Un poco aristocrática pero por suerte autoirónica.

5. «Conspirar significa respirar colectivamente»

Los Indiani Metropolitani ampliaron este abanico con la entrada libre a cines caros, el saqueo de tiendas con la intención de apropiarse del lujo y del consumo, y de la comida gratis en restaurantes céntricos (consume your masters). Otros aspectos de su cultura de lucha, por la que ganaron fama más allá de las fronteras de Italia, fueron los espectáculos espontáneos y las fiestas en la Piazza, sus ya mencionadas reivindicaciones absurdas, el descrédito de las autoridades mediante el medio estilístico de la glorificación degradante (deterioro de imagen), su poesía sin sentido y, en buena medida, sus maravillosas pintadas en paredes y graffitis (sniping). A este respecto, retornan aquellas ideas acerca de la comunicación subversiva que especulan con cortocircuitar los sistemas semióticos de las ciudades. Sus graffitis no respetaron ninguna regla. las inscripciones espontáneas convirtieron la pared en un espacio público que no permite un discurso privilegiado. Todos los que sabían manejar un spray o un pincel, los que cubrían otras pintadas, las completaban o se inventaban unas nuevas, contribuyeron a la multiplicación de las voces.

Después de esto el movimiento eligió el silencio.
En el convenio de septiembre los que querían «continuar» se reunieron en número de cinco mil en el palazzo dello sport y no sacaron ni una sola idea nueva, limitándose a replantear el bagaje inútil del tardocomunismo. Pero la gran mayoría de los reunidos se diseminaron por las calles de Bolonia simplemente para ponerse a la escucha de la mutación que estaba llegando, desde luego no para dirigirla.

Zut/A/traverso declaró: la revolución ha terminado, hemos vencido. El movimiento se disolvió.


Historias trastornadas vol. I: Los Provos
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=19188