Retrato verdad elaborado desde las butacas
Las Cinéphilas, primer largometraje de la realizadora argentina María Álvarez (1976), se exhibe en la más importante de las muestras fílmicas helvéticas. Llega a Suiza con un precedente de prestigio: el premio del público al mejor film argentino en el Festival de Buenos Aires (BAFICI) de abril pasado.
Cuatro escenarios geográficos -Buenos Aires, Mar del Plata, Montevideo y Madrid-; la pasión por el cine hecho guion; varias mujeres mayores como únicas intérpretes y un documental que entusiasma en la Semana de la Crítica del Locarno Festival.
El film presenta a varias mujeres jubiladas de distintos países que llegan al cine todos los días. Y que convierten a las salas oscuras en espacios esenciales de su cotidianeidad. Un medio para hacer frente a la soledad y seguir reinventando la propia convivencia social.
Con la distancia exacta y respetuosa de una mirada femenina, la cámara introduce al espectador en el presente-pasado de las protagonistas. Sin esconder las huellas de los sufrimientos acumulados, pero sin retacear la frescura renovada y el humor con el cual, en muchos casos, la tercera edad se mira a sí misma.
«Cada una de las cinéphilas es una especie de retrato anticipado de lo que imagino puede ser mi propio futuro», subraya María Álvarez. Y recuerda que desde hace años viene compartiendo las funciones vespertinas con señoras mayores que experimentan una verdadera pasión por el cine. «Más allá del amor por las películas, me interesaba presentar el cine como lugar de contención de la soledad y del paso del tiempo», reflexiona.
El desafío más complicado de Las Cinéphilas, fue la etapa de edición, explica la joven realizadora sudamericana. ¿Cómo priorizar? ¿Qué quitar y qué guardar en los 74 minutos finales de la producción sin perder la esencia del contenido? Era como resolver un rompecabezas de testimonios personales de gran fuerza y profundidad, reflexiona Álvarez.
Voces desde las butacas
«Desde hace siete años vengo cada tarde al cine», explica una de las protagonistas. La otra, estudia antes de ir a los festivales, todos los antecedentes de las obras, sus directores, actores, y hasta se apoya en mapas para identificar las calles donde las mismas se desarrollan. «Visito lugares solo para ver en la realidad los escenarios», confiesa sin complejos.
Pero más allá de la forma intensa de vivir la pasión por el cine, también brotan las interpretaciones propias sobre el significado del séptimo arte. «Una cierta evasión…hoy no hablé con nadie y aunque aquí (en la sala) no hable mucho, escucho… y me relaciono».
«Entro en otro mundo que después me lo hago propio. El cine es integración, una forma de participar, nunca un refugio», subraya la otra.
Y entre impresiones, comentarios y reflexiones personales se entremezclan aspectos esenciales de la vida de cada una de ellas. Una forma original de descubrir sentimientos fundamentales que acompañan la vejez contando con el cine como común denominador e hilo rojo. Secuencias que desde lo común interpelan sobre el mañana, tanto individual como del cine mismo.
«En general los documentales reflejan el pasado. Yo trato de anticipar el futuro de mi propia vejez», subraya Álvarez. Mirada prospectiva que no solo incorpora con gran sutileza la compleja constante del paso del tiempo sino que apuesta «a la sobrevivencia del cine y de las salas alternativas» en tanto espacios esenciales del intercambio social y de la eterna juventud cultural.
Salto al terreno internacional
Tan increíble como mágica, «nuestra presencia en el Locarno Festival conlleva ya un sabor de reconocimiento que se agrega al del propio público argentino que pudo ver ya nuestra película», enfatiza Tirso Díaz-Jares, co-productor del film (junto con Daniel Rosenfeld) y esposo de María Álvarez.
Es el resultado de un trabajo enorme de tres años -recuerda el profesional español-, hecho «por nosotros a cuatro manos, con muy escasos recursos, sin equipo adicional, y especialmente gracias a la enorme entrega rectora de María que concibió el film con gran claridad».
Y de allí que entrar en la escena internacional a través de un festival como del suizo tiene un valor superlativo, adjunta. «Y constituye una prueba de fuego. Ya que mostrar nuestra película ante un público conocedor y formal, y con subtítulos en otro idioma, nos permite medir, también, la universalidad de la temática que presentamos», enfatiza.
«El cine argentino está en un muy buen estado, con muchas producciones, enorme diversidad, la creatividad que le es propia y gran calidad», analiza el profesional español. Sin embargo, las preocupaciones sobre el devenir de la cultura en el país sudamericano no se pueden minimizar. Como en todos los países con gobiernos neo-liberales prevalecen criterios de rentabilidad que cuestionan incluso «a la cultura como bien común de la sociedad». Y el cine no escapa a esta lógica que acrecienta problemas ya conocidos como el de la distribución de nuestra producción cinematográfica, concluye.
Latinoamérica en el Locarno Festival
La 70 edición del Locarno Festival se desarrolla en esta ciudad de la suiza italiana entre el 2 y el 12 de agosto del año en curso. Más de 200 películas engrosan un catálogo de 432 páginas.
Dos de las 18 películas que competirán por el Leopardo de Oro, el mayor galardón, provienen de América Latina. La obra prima mundial brasilera As Boas Maneiras de Juliana Rojas y Marco Dutra y la chilena La Telenovela errante, de Raúl Ruiz y Valeria Sarmiento. Ruiz había ganado el Leopardo de Oro en 1969 con Tres Tristes Tigres.
Además del documental argentino Las Cinéfilas, Señorita María, la falda de la montaña del director colombiano Rubén Mendoza fue también seleccionada para la Semana de la Crítica, sección independiente que gana mayor prestigio con cada edición.
La poética Severina del director brasilero Felipe Hirsch (coproducción Brasil/Uruguay) disputará junto con otras 15 producciones en Cineastas del Presente, segunda sección en importancia de la muestra.
En tanto en la competición internacional Pardos del Mañana que promueve los nuevos talentos se exhibirán las películas cubanas Armageddon 2, de Corey Hughes y Los Perros de Amundsen de Rafael Ramírez, así como Palenque, del colombiano Sebastián Pinzón Silva.
Cocote del dominicano Nelson Carlo de los Santos Arias y Era uma vez Brasília, del brasilero Adirley Queirós participan en la sesión Signs of Life. El documental Favela Olímpica, también presentando en la Semana de la Crítica, aunque fue realizado por el suizo Samuel Chalard, desarrolla un argumento integralmente brasilero. Trata con gran calidad testimonial la resistencia de una parte de los pobladores del barrio popular El Autódromo de Río de Janeiro para no ser expulsados de sus viviendas en terrenos confiscados para la construcción de las instalaciones deportivas destinadas a los Juegos Olímpicos del 2016.
Sergio Ferrari en colaboración con swissinfo.ch
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