Recomiendo:
3

Pero, ¿cuántos años tiene Martínez el Facha?

Fuentes: Rebelión

Recuerdo haber leído sus primeras aventuras en la revista El Jueves, allá por el año 1977. En una de ellas Florentino Martínez y su amigo Adolfito recordaban con nostalgia su participación, en el bando de los traidores o sublevados, en la Batalla del Ebro. Ésta tuvo lugar durante los meses de julio a noviembre de 1938, así que para cuando los dos amigos fachas recordaban el evento habían pasado casi cuarenta años, toda una vida. Desde 1977 han transcurrido incluso más años sin que el tiempo, en apariencia, le haya hecho mella al viejo Martínez. Es un privilegio de los seres de ficción permanecer ajenos al tiempo pero, ¿realmente no han cambiado Martínez y sus amigos fachas?

El Martínez de 1977 no podía considerarse un nostálgico del franquismo: era un franquista hecho y derecho. El cadáver del dictador aún estaba caliente y los estómagos agradecidos albergaban la esperanza de que el sistema se mantuviera. Lo curioso es que, aunque muchos no se dieran cuenta, esta expectativa se hizo realidad en el marco de la denominada «Transición»: el franquismo sin Franco. Un «cambiar para que nada cambie» que liberó de responsabilidades a los secuaces de la dictadura y ha permitido mantener hasta nuestros días el statu quo franquista. Y encima disfrazado de democracia, con lo bien que luce eso (todavía).

Un éxito político de la extrema derecha española que, no obstante, dejó insatisfechos a los más fachas entre los fachas, sin duda porque retiraba del juego (en parte) los aspectos más brutales de la represión franquista. Y es que el facha español siempre ha preferido echar el cuerpo de su adversario en una cuneta antes que negociar o establecer acuerdos.

Martínez era uno de estos fachas intransigentes, pero con el paso de los años no tuvo más remedio que ir asumiendo, viñeta tras viñeta, la peculiar evolución de la derecha española, nostálgica de un pasado de glorias imaginarias, al tiempo que se iba reconvirtiendo en otra cosa. En las historietas de este avejentado facha podemos medir el giro no siempre claro del fascio-falangismo original de hace medio siglo, horrible pero con sus tintes sociales, a la pesadilla selvática del neoliberalismo que arrancó en la década de 1980.

No hay duda, Martínez, como buen facha, añora el franquismo, pero sólo su estética criminal:

-los desfiles militares de un ejército cuya única gloria es haber ganado, y a duras penas, una guerra civil en condiciones extraordinariamente ventajosas;

-la aniquilación física y moral del enemigo no ya en la guerra, sino permanentemente;

-la invención de un mito de España descabellado e inútil que olvida o deforma cualquier cosa que de interesante pueda haber habido en España (Vives, Cieza de León, Cervantes, Celestino Mutis, Goya, Servet, Buñuel, Ramón y Cajal) y se concentra en la canalla (espadones, curas trabucaires y criminales a caballo con charreteras).

Lo que Martínez, lo que cualquier buen facha de hoy pasa por alto porque se tiene por liberal (¡cómo puede cambiar el significado de las palabras!) es esa parte social que habitaba su soñada dictadura. El facha de hoy ya no quiere empresas del Estado ni servicios públicos ni seguridades sociales. Sólo desea facilidades para «emprender», porque aquí hasta el más humilde limpiabotas se tiene por empresario: es el discurso de la época, al fin y al cabo. Y así Martínez, todos los Martínez como él, se llenan la boca bilingüe de «España» sin saber qué es España, ocupada su cabeza con un vago sueño americano de prosperidad empresarial que, por supuesto, no está a su alcance.

Si Martínez el facha y Adolfito tenían, digamos, dieciocho años cuando participaron en la Batalla del Ebro, hoy, en 2022, cuentan a sus espaldas nada menos que ciento dos añitos del ala. Un largo siglo en el que la derecha española, siempre tan patriota desde que Fernando VII Borbón abrió las puertas al ejército francés, no ha hecho sino ir a rebufo de las corrientes extranjeras. Como Franco lamiendo las botas de Hitler antes de vender la soberanía nacional a Eisenhower. Como los sucesivos gobiernos de PSOE y PP liquidando la de por sí pobre economía nacional en favor de la pesadilla neoliberal de la Unión Europea, sin dejar de lamer bien lamido el culo de la OTAN (inolvidable el servilismo de Pedro Sánchez en junio de 2022, ejerciendo como presidente del Consejo de Ministros español); o como los nuevos partidos fascistas, en cuyo programa se combinan tauromaquia y caza de conejos del monte con la venta de los servicios públicos y la aniquilación de los derechos y libertades ciudadanos, que es lo que manda el FMI, o sea, Washington.

Lo único que permanece es la banderita, tú eres roja, tú eres gualda, sólo que ahora Made in China, símbolo no de un país, sino de un pueblo desnortado que vota sin cabeza. Ah, sí: también queda el deseo no disimulado del facherío real, el del facha rico (no el proletario que cree ser de derechas porque piensa que así, igual, sale de su miseria). Ese empeño secular desde Fernando VII de seguir llenando de cadáveres las cunetas españolas. ¡Feliz cumpleaños, Florentino!

José Manuel Lechado, Escritor

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.