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Perspectivas de la lucha sociopolítica en el escenario electoral

Fuentes: Rebelión

Es una verdad incuestionable: las elites políticas del duopolio (Concertación y la Alianza oficialista) generan espectáculo para consumo mediático. Son las querellas particulares de los actores profesionales privilegiados del sistema binominal que hoy rige a Chile las que dominan la política por arriba y de ninguna manera es la búsqueda del interés general de las […]

Es una verdad incuestionable: las elites políticas del duopolio (Concertación y la Alianza oficialista) generan espectáculo para consumo mediático. Son las querellas particulares de los actores profesionales privilegiados del sistema binominal que hoy rige a Chile las que dominan la política por arriba y de ninguna manera es la búsqueda del interés general de las mayorías o el llamado bien común. Lo último, más que difícil, es más bien imposible en el estrecho marco del juego político actual.

Los gobiernos de la ultraderecha (UDI-RN) generan desconfianzas insalvables en el pueblo ciudadano y una vez que los movimientos sociales hicieron el aprendizaje de las correlaciones de fuerzas por la acción, un gobierno que el 2014 no cumpla sus promesas (concertacionista probablemente) hechas para subirse por el chorro del aura de la candidata, será necesariamente el blanco de las movilizaciones. Y lo saben. Por eso, en entrevista a la revista Qué Pasa, el hijo de la candidata preferida se mostró preocupado de que la candidatura de su madre generara demasiadas «expectativas». Que las masas pueden «engolosinarse» quiso decir. El primogénito nos hizo parte del temor de los estrategas concertacionistas a la explosividad social. Estos deben ya estar trabajando una estrategia de contención de las demandas ciudadanas.

Pese a ellos, no es el mismo país que le dejaron a la ultra derecha neoliberal. Si bien sabemos que los concertacionistas querrán «renovar la política» y «reducir la desigualdad» de palabra, una vez vueltos al poder harán lo que es parte de su ADN: preservar lo esencial del modelo y del régimen político de exclusión. Bajarle el perfil rupturista a las demandas sociales, hacerlas digeribles.

Ejemplo: en campaña hablarán de «reformas constitucionales» para evitar referirse a una convocatoria de elección de Asamblea Constituyente. Si ya lo dijo Luis Maira, considerado hombre de «izquierda» dentro del PS.

Para el sentido común, un Gobierno de izquierdas deshace lo hecho por un Gobierno de derecha, pero ¿puede pedírsele a un gobierno de la Concertación que deshaga las mismas instituciones y mecanismos de mercado que ellos mismos contribuyeron a legitimar y amarrar y que el Gobierno actual no hizo más que aceitar?

El más obsceno neoliberalismo que le entregó a la explotación privada y a las fuerzas del mercado bienes comunes y públicos como la salud, la educación, las pensiones y el agua; recursos naturales como el cobre y el litio y la producción salvaje de energía fue la norma concertacionista. Un grupo de partidos autoproclamados progresistas que renunciaron a profundizar y extender la democracia, reforzaron las desigualdad, se apernaron en el binominal, apoyaron fuerzas golpistas en contra de gobiernos latinoamericanos democráticamente electos. Además (habrá que repetirlo una y otra vez) se negaron a cambiar de raíz la constitución pinochetista con un llamado a ejercer el poder constituyente del pueblo para redactar una nueva carta fundamental y, de entre lo peor: no les entregaron las posibilidades jurídicas mínimas a los trabajadores para obtener condiciones laborales y salariales justas, etc. La lista es larga.

Lo terrible (para ellos, los del duopolio) sería provocar esa explosión de las demandas contenidas desde que los poderosos se dieron cuenta que la dictadura pinochetista estaba agotada, situación que los llevó al pacto de transición y de gobernabilidad concertacionista-UDI-RN de hace ya más de 22 años para después del intermezzo dictatorial reemplazar el «Estado de compromiso entre las clases» (alrededor de 1950 a 1970) por otro de neto sesgo neoliberal con su régimen político «ad hoc«. Es este sistema (de dominación por supuesto) el que muestra fisuras en su legitimidad ante los ojos de las mayorías. Pero que sigue mostrándose firme, pese a los embates sociales.

Es sabido. La política chilena será miserable mientras no cambie el marco institucional y sus actores. Fue lo que hizo Hugo Chávez, el coloso político venezolano recién fallecido: sembrar confianza en la política y sueños de cambio en su pueblo y América Latina. Darle protagonismo al pueblo y construir instituciones que permiten más democracia.

Mientras se ignore la política de los de abajo; la de los movimientos sociopolíticos y de su programa de cambios estructurales que se esboza cada vez con mayor nitidez y no se asuman las consecuencias, no habrá nada nuevo bajo el sol, sino un volcán social dormido, pero en ebullición y cuya lava puede (siempre se puede) llevarse lo viejo para que surja lo nuevo. Por lo tanto, el desafío será convertir el escenario electoral en un escenario político de movilizaciones y de confrontación social de proyectos de signo programáticos diferentes. Enfrentando directamente en el terreno de las demandas sociales a la Concertación y a sus candidatos.

Quizás sea necesario un gran «Caracazo» para sacudir la jaula. Es lo que el Gobierno tratará de evitar con bonos y dádivas para enrollar las consciencias.

Pero, eso sí, no hay ni habrá en Chile un Hugo Chávez carismático que nos saque del atolladero o impasse. Por lo que tendremos que contar con nuestros liderazgos colectivos, nuestras propias fuerzas sociopolíticas acumuladas en estos años de movilizaciones y con los luchadores sociales y políticos que se han formado en este nuevo ciclo de luchas de carácter democrático, antineoliberal y anticapitalista inaugurado el 2005, sin derrotas, pero con reflujos. Y habrá que unir fuerzas puesto que durante siglos el «dividir para reinar» es la divisa de los bloques dominantes. La clave de la política popular será ponerse detrás del poder unitario de las demandas, crear espacio de diálogos y/o asambleas, reactivar los movimientos sociales, impulsar las movilizaciones y hacer converger las luchas.

No se percibirán cambios reales mientras hechos insoslayables como el que al menos 20.000 ciudadanos hayan firmado por la legalización del Partido Igualdad y no ocupen ninguna línea, ni se haga comentario televisivo alguno en los medios dominantes. Mientras no se saquen todas las conclusiones de lo que signifique que un acaudalado individuo, miembro de la elite, «alto funcionario del Estado» y encargado de recaudar los impuestos de sus compinches (los «grandes contribuyentes») sea protegido por los caciques de la derecha y permanezca en su puesto después de condonar millones de deuda a una gran empresa del retail. Inmoral y antidemocrático, sí. Neoliberal con todas sus letras por sobretodo.

Mientras los intelectuales no se levanten y digan las cosas por su nombre: que el carácter del Estado chileno es neoliberal hasta el tuétano de sus articulaciones y que es ilegítimo desde el punto de vista de la teoría democrática, por ejemplo. Y lo expliquen y argumenten. Esto es, un instrumento de poder clave en la hegemonía de la oligarquía dominante, privatizado para sus desvaríos. Aparato que le es necesario al interior para crear las mejores condiciones de gobernabilidad para la acumulación capitalista y, para poder imbricarse hacia el exterior a un sistema mundial gobernado por los poderes capitalistas y financieros globales. Los mismos que hoy dictan las reglas en una Europa en crisis (que ellos provocaron) generando caos social, desempleo, precariedad e incertidumbre.

En efecto, el debate con respecto a la responsabilidad concertacionista en la catástrofe humana de los terremotos y tsunami del 27F del 2010 se da en los términos acotados de la figura de Bachelet. La única carta ganadora concertacionista que amarra a la derecha DC y al supuesto «polo de izquierda» constituido por los no PS más el PC. De ahí que todas las movidas de los medios derechistas van en el sentido de echarle leña al fuego a la guerrilla de los presidenciables con el fin de levantar al hombre de la derecha que le corra en simpatía y «proximidad». Nada más. De discusión programática profunda, cero.

En ese contexto es incomprensible el limbo de buenas intenciones en el cual parecen moverse la figuras del PC como Camila Vallejo que continúan pidiéndole peras al olmo y de esta manera alimentan falsas ilusiones respecto a la candidatura concertacionista de Bachelet. Con una DC que poniéndose el parche antes de la herida le exige certificados de buena conducta futura al PC.

En estas condiciones el gran desafío para las dos candidaturas de izquierda (Roxana Miranda del Partido Igualdad y Marcel Claude del PH y otros) será por un lado entroncar las movilizaciones con la campaña electoral y, por el otro, sumar fuerzas rupturistas con el sistema de dominación y contrahegemónicas al régimen político y su modelo neoliberal ahora y para el escenario a posteriori.

El 2013 y el 2014 serán años de acuerdos y de movilización. Y si las dos candidaturas de la izquierda llegan hasta el final, deben al menos echar las bases para un entendimiento posterior que apunte a la conformación de un Frente Social Antineoliberal (un buen sentido de la estrategia política de la izquierda auténtica obligaría poder resolver el problema de dos candidaturas, cuyas diferencias serán imperceptibles para mucho pueblo ciudadano y levantar una sola que potencie un proyecto de unidad en la diversidad).

Por de pronto, la pregunta que cabe hacerse es: ¿puede esta izquierda que se está reagrupando en torno a dos candidaturas, con dos programas casi idénticos, construir un proyecto impulsor de las luchas sociales que a la vez que construye confianzas y acumula fuerzas permita desde los territorios sociales, laborales y estudiantiles enfrentar a los Gobiernos de las dos derechas, el de ahora y el de 2014?

Y no solo mirarse a sí misma (la izquierda con táctica electoral) sino que al mismo tiempo dialogar y actuar en conjunto con las importantes fuerzas sociopolíticas que desde el campo abstencionista se movilizan tras los mismos objetivos: imponer las demandas de cambios por la acción colectiva de los de abajo sin dejarse dividir por los cantos de sirena de las dos alas políticas del poder dominante y de sus acólitos que buscarán cooptar a los movimientos sociales para generar gobernabilidad neoliberal.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.