Es difícil explicar lo que se siente cuando, en medio de la calle, uno recibe de pronto la noticia que los antiterroristas cubanos encarcelados desde hacía 16 años en los Estados Unidos, estaban siendo liberados y viajaban ya de retorno a su patria, para vivir con su pueblo y con los suyos. Un inmenso júbilo […]
Es difícil explicar lo que se siente cuando, en medio de la calle, uno recibe de pronto la noticia que los antiterroristas cubanos encarcelados desde hacía 16 años en los Estados Unidos, estaban siendo liberados y viajaban ya de retorno a su patria, para vivir con su pueblo y con los suyos.
Un inmenso júbilo nos invade, al mismo tiempo que fluyen, como apariciones mágicas, rostros y escenas vinculadas s las luchas que, por esta causa se han venido librando en cada país, y también el nuestro.
A mi mente, acuden de inmediato cuatro imágenes fulgurantes y resplandecientes: la de Fidel, aquel hombre legendario que en julio del 2001 nos instó a asumir esta causa con la confianza entera que los héroes volverían; la de Irma, la madre de Antonio Guerrero que nos visitara hace algunos años con el mensaje de luz y esperanza reflejada en el rostro; la de Adriana, la esposa de Gerardo, que llegó aquí, impetuosa y vibrante, para romper el muro de silencio tendido en torno al caso por la «prensa grande» que siempre nos denigra: y la de Aylí, a quien vimos recientemente -por segunda vez en el Perú- en el XV Encuentro Nacional de Solidaridad con Cuba, celebrado en Huancayo, en el corazón de los andes-
Y después de eso, la imagen de los nuestros. De los que marcharon aquí siempre, los que estuvieron en primera fila, los que no nos fallaron nunca, los que obraron con lealtad y consecuencia, y pusieron la dignidad y el valor por encima de todo, dejando testimonio de su identificación inquebrantable con lo que fue para nosotros, una bandera enhiesta: el rostro de los 5
Todo eso ocurrió el miércoles 17 de diciembre cuando me dirigía hacia la Plaza Bolívar, del distrito de Pueblo Libre, donde estaba previsto un evento en homenaje al Libertador, el evocarse los 184 años de su muerte ocurrida en Santa Marta, en 1830.
Luego, ya en el acto, en medio de los himnos de los países bolivarianos, el discurso vibrante y sentido del nuevo embajador de Venezuela y la colocación de ofrendas florales al pie del monumento; la alegría contenida, las manos entrelazadas, las sonrisas cómplices: el preludio de los calurosos abrazos que nos dimos ante la mirada sorprendida de los elegantes uniformados, integrantes de la Guardia de Honor encargada del homenaje programado. Después, a correr, para no perdernos palabra alguna del discurso de Raúl. Y luego, las imágenes de los 5 tocando tierra en Cuba, al lado de los suyos.
Ver todo esto con los ojos fatigados pero el corazón ardiente; constituye una experiencia singular. Sobre todo para quienes hemos vivido todos estos años como activos combatientes de una causa que -dijimos siempre- nos dignificaba ante los ojos del mundo porque encarnaba lo mejor: el combate por la justicia. Después, ha continuado la tarea: recibir los informes, elaborar documentos, recabar saludos, responder mensajes. Mirar la vida de otra manera, con un hálito de esperanza en la fuerza que entraña una causa noble.
En los últimos días, y horas, he recibido múltiples expresiones de alegría. No sólo decenas, sino centenares de abrazos en la calle, llamadas al teléfono, mensajes de Internet, envíos del Facebook, palabras de aliento recogidas por el Twitter. Y no sólo procedentes del Perú, por cierto, sino de muchos países, de amigos y compañeros de lucha con los cuales se cimentara un común esfuerzo solidario. Y es que seguros estábamos que, finalmente, nos sonreiría la victoria. Y así fue. Al haber ocurrido ella, debemos explicarla brevemente: es producto de la nueva correlación de fuerzas existente en América Latina. Hoy, los procesos anidados en el ejemplo de la Cuba de Fidel recorren inexorablemente todo el continente. Y el Imperio no puede vanagloriarse, como antes, de controlar a la mayoría de gobiernos y países. Objetivamente, no hay uno que siga servilmente sus designios, como ocurría antes.
Estados Unidos ideó el bloqueo a Cuba como una manera de aislar a ese país de sus hermanos de América. Pero después de más de 50 años se ha podido constatar que Cuba está mas unida que nunca con Venezuela, Bolivia, Uruguay, Argentina, Brasil, Ecuador, Nicaragua, El Salvador, Panamá; incluso Colombia y Perú, donde -pese a todo- la amistad entre nuestros países y pueblos, ha crecido y se ha incrementado. Estados Unidos, quedó aislado.
Pero también es resultado de la amplitud que se logró para este movimiento. Intelectuales, científicos, personalidades del mundo religioso, Iglesias, líderes de opinión, funcionarios de Estado, Ministros, Congresistas, dirigentes políticos, deportistas; todos se sumaron al margen de credos, ideas y concepciones particulares. Todos entendieron el mensaje humano que simbolizaba el rostro de los cinco y la mirada inquisitiva de sus familiares y allegados.
Y esto hay que atribuirlo a la sabia política exterior de Cuba, pero también al trabajo infatigable que se hizo en todas partes. El, nos llevó a tocar todas las puertas, buscar todas las ayudas, alentar todas las formas de acción solidaria. Dijimos siempre que en esta causa, nadie estaba demás. Todos, hacían falta. Y así fue.
Cuando en los encuentros de Holguín los compañeros del Comité Internacional nos instaban a actuar mirando al norte para llegar a la opinión pública norteamericana, sabían lo que decían: Fue clave para el éxito el trabajo que se hizo ante del Capitolio, ante la Casa Blanca, en las Jornadas de Washington.
Los peruanos tuvimos experiencias significativas en esta tarea. Hicimos en reiteradas ocasiones plantones ante la embajada de los Estados Unidos. Pero también Marchas, movilizaciones, presencia en Plaza públicas, en puentes y avenidas. Y eso aconteció aquí, y en otras ciudades del país.
Concentramos asambleas obreras, reuniones juveniles, eventos académicos, recitales poéticos, conciertos al aire libre y encuentros en lugares cerrados. Figuras de primer nivel, como los poetas Marco Martos, Arturo Corcuera, Hildebrando Pérez Grande, Winston Orrillo, Marcela Pérez Silva, Rosina Valcárcel, estuvieron con nosotros. También escritores, como Oswaldo Reinoso, José Luis Ayala, Eduardo González-Viaña, Roger Rumrrill, Bruno Buendía, Eduardo Arroyo; artistas, como Fanny Palacios, Sonia Estrada, Ever Arrascue, Bruno Portugez, Víctor Delfín; se sumaron a esta causa con desinterés y empeño.
En el país hicimos también ceremonias religiosas, liturgias católicas y de otros credos, escalamos montañas, llegamos hasta las más altas cumbres andinas poniendo la bandera de los 5 en el paso ferroviario mas elevado del planeta, a 4.892 metros sobre el nivel del mar. Actores de estas jornadas fuimos jóvenes y viejos, hombres y mujeres, guiados por una sola mística: la absoluta seguridad que nuestros pasos nos conducirían a la victoria. Nuestro último 5 de diciembre, nos dirigimos a la Nunciatura Apostólica con la Carta al Papa Francisco, redactada por Gloria Helfer. ¡Un acierto!
Valoramos hoy día muchas cosas: el que hayamos podido realizar eventos de muy alto nivel en el Hemiciclo Porras, del Congreso de la República, en cuatro ocasiones, con el apoyo de congresistas tan distinguidos como Javier Diez Canseco, Víctor Mayorga, Sergio Tejada, Manuel Dammert;: que hayamos logrado acuerdos de Cámara en apoyo a la causa de los 5, que se haya conocido -aunque fuera ocasionalmente- en algunos de los voceros de la «prensa grande». Que el propio Presidente Humala haya abordado el tema del bloqueo en dos ocasiones en la Asamblea General de Naciones Unidas.
Es curioso, lo ocurrido el 17 de septiembre hizo que de pronto aparecieran «amigos de Cuba» que nunca estuvieron antes. En la Plaza Bolívar de Pueblo Libre se le presentaron a la embajadora del país caribeño tres personas diciendo que eran del Comité Peruano de Solidaridad con los 5. Nunca los vimos antes. Y tanpoco después. Se esfumaron, cuando repararon que no podrían sorprender a nadie.
Los presentadores de la Tele informaron esa noche: «Y finalmente liberaron a los espías cubanos, ¡qué bien! Ahora habrá paz en el mundo». Ellos nunca dijeron que estaba bien la lucha que hacíamos. Nos cerraron las puertas siempre. Pero además, remacharon la idea falsa que los 5 eran «espías» y que no había paz porque estábamos nosotros, luchando por su libertad. Alcanzada ésta, se lograría «el mundo de paz» que ellos anhelaban.
Otro rancio columnista comprometido con la Mafia cubano- americana de Miami, dijo muy suelto de huesos: «¡Por fin se acabó el estúpido embargo norteamericano sobre Cuba!» Por cierto que tardó más de 50 años en darse cuenta que ese bloqueo era estúpido, porque hasta el día anterior, lo apoyaba con uñas y dientes.
Y es así, pero no importa. Lo que vale, es la victoria de los pueblos. Porque fue una victoria de la dignidad, una victoria de Cuba, una victoria de la justicia, una victoria de la alegría. Una victoria de todos. Y por eso, también una victoria nuestra.
(*) Presidente del Comité Peruano de Solidaridad con los 5 / Del Colectivo de Direcciòn de Nuestra Bandera. http://nuestrabandera.lamula.