Ramón es una persona con tanta gente a su alrededor, con tantos vínculos sociales, que resultaría un atrevimiento intentar resumir quién es el Ramón activista, el Ramón analista o el Ramón persona en un solo escrito. Mi relación con Ramón se remonta a los inicios de la editorial Virus, de la que formo parte, y […]
Ramón es una persona con tanta gente a su alrededor, con tantos vínculos sociales, que resultaría un atrevimiento intentar resumir quién es el Ramón activista, el Ramón analista o el Ramón persona en un solo escrito.
Mi relación con Ramón se remonta a los inicios de la editorial Virus, de la que formo parte, y a nuestra participación en la cumbre contra el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, en Madrid, en 1994, donde nos conocimos; pero es a raíz de la publicación del libro colectivo Viaje al corazón de la bestia. Un viaje por USA, Canadà y Québec, coordinado por la gente de Baladre y en el que participó el propio Ramón, el compañero Jose Iglesias y Agustín Morán, que comenzamos una relación continuada que se ha ido haciendo más estrecha a lo largo de los años. El primer libro propiamente de Ramón que publicamos fue Globalización capitalista. Luchas y resistencias, coeditado con Baladre, libro donde colaboraron también Miren Etxezarreta y Manolo Sáez, y donde se hace un anàlisis de las instituciones que gestionan la globalización y de los nuevos movimientos de cuestionamiento de la globalización capitalista que comienzan a crecer en forma de redes autónomas en los años noventa. A partir de este libro, Virus ha tenido la suerte de contar con las aportaciones casi anuales de Ramón, ya fuese para analizar los cambios de las instituciones europeas en la consolidación de la Europa del capital, ya fuese para analizar los mercados financieros y sus vínculos con la guerra de irak, o para analizar la crisis energética, ecológica y climàtica a la que ha dedicado los últimos años de su vida.
Quien haya conocido de cerca a Ramón sabe que, pese a las muchas palabras escritas y pronunciadas por él, su vida no han sido sólo palabras. Ha tenido oportunidad de vivir en primera persona muchos de los acontecimientos más importantes que han marcado a la izquierda en Occidente, desde el Mayo del 68, pasando por la oposición a la guerra del Vietnam en Estados Unidos, la oposición a la dictadura franquista, la autonomía obrera, el nacimiento del movimiento ecologista y anti-OTAN en Espanya hasta el desarrollo de todas las redes que dan vida al denominado movimiento antiglobalización; y en todos estos movimientos siempre ha adoptado una participación activa.
Posiblemente es este bagaje político el que lo ha convertido en una persona habituada a tratar y contar con personas procedentes de ámbitos políticos muy diferentes. En sus libros podemos encontrar referencias de todo tipo: desde puntos de vista de activistas políticos a gente vinculada a la universidad, desde extractos de folletos anónimos a tesis académicas. Acostumbrados a encasillar a los demás o encasillarnos a nosotros mismos en grupos autoreferenciales acotados por siglas o tendencias, el Ramón que yo conozco siempre ha sido el Ramón de las sumas, más que el Ramón de las restas; el Ramón de los puntos en común, más que el Ramón de los puntos divergentes.
Y es que el Ramón es una persona capaz de hacer unos pronósticos apocalípticos sobre el futuro inmediato de la humanidad, si no frenamos este sistema depredador, y a la vez encontrar siempre la semilla de la resistencia que nos ha de permitir dar un golpe de timón para cambiar este destino y convertirlo en la oportunidad de un nuevo comienzo. Esta actitud positiva frente a una realidad que parece negarnos una y otra vez el derecho a la esperanza de un mundo mejor, es la que ha hecho de Ramón una persona incombustible, una persona profundamente convencida de que otro mundo no sólo es posible, sino más necesario que nunca, y que por eso somos necesarios todos y todas más allá de nuestras diferencias muchas veces menos profundas de lo que pensamos.
Como decía, Ramón no es una persona de palabras vacías. Su discurso siempre ha ido acompañado de una actitud absolutamente vital de amor hacia su entorno y, sobre todo, hacía las personas que lo rodean y de las que se ha sabido rodear. Dotado de un humor excelente, es capaz de alternar en una conversación el anàlisis más profundo con las anécdotas más divertidas, como buscando siempre la manera de cargar pilas frente a una realidad demasiadas veces adversa. Siempre afectuoso en el trato, es una persona a la que se te hace difícil decirle no cuando te hace una propuesta. Poco predispuesto a imponer su punto de vista, he conocido pocas personas tan dispuestas a escuchar las razones para un no o para un punto de vista divergente. Acostumbrados como estamos, a veces, a entender una divergencia como un ataque personal, las conversaciones con Ramón son siempre un curso intensivo de humildad en los planteamientos y de disposición a aprender de los demás, cuando hay algo que aprender, claro.
Uno podrá coincidir o no con los anàlisis de Ramón, podrá considerar demasiado apocalípticos sus pronósticos o discrepar sobre el papel que han de jugar o no las redes sociales en nuestro destino inmediato como humanidad, pero lo que no creo que nadie pueda cuestionar es la importancia que tienen figuras como la de Ramón para establecer vínculos o mantener puentes abiertos entre colectivos a veces alejados en sus prácticas diarias, pero que pueden (y han) de confluir cuando llegan los momentos importantes de nuestra historia.
Si la vida de Ramón se ha distinguido por intentar encontrar una coherencia entre las ideas y la pràctica diaria, también a la hora de morir Ramón nos puede ayudar a buscar un referente para afrontar con valentía y dignidad la marcha de este munco. En su escrito de despedida, no sólo anuncia que no quiere alargar la vida artificialmente, si no puede disfrutar de una mínima calidad de vida y autonomía, sino que aprovecha para expresar la contradicción que supone haberse pasado media vida denunciando el derroche de recursos de la sociedad hipertecnologizada y haber podido vivir los últimos 7-8 años gracias a los tratamientos que esta maquinaria ha hecho posibles.
Optar por una muerte digna, como hace Ramón, es un último acto político, un último acto de afirmación de la libertad individual, un último acto de revuelta frente a un sistema que intenta controlar todas las esferas de nuestra vida hasta, incluso, el momento y la forma de morir.
En cualquier caso, no es a la muerte, sino a la vida, el entorno humano y los últimos acontecimientos en el mundo a los cuales Ramón dedica sus últimas palabras, lamentando sólo el hecho de «desaparecer» en un momento en el cual la Historia parece acelerarse con los acontecimientos de Japón y del norte de África.
Ramón dedica uno de sus últimos libros a el Antropoceno, a la huella que la actividad humana ha dejado sobre la Tierra en el último siglo. Sería bueno que los escritos de Ramón y su vitalidad dejen en nosotros una huella suficiéntemente profunda como para afrontar juntos «la quiebra del capitalismo global» que anuncia en su último libro publicado por Ecologistas en Acción, Baladre y Virus editorial.
Esperamos que su obra principal sobre la Crisis del Capitalismo Global y el derrumbe de la Sociedad Industria, en la cual ha trabajado Ramón en los últimos años, y de la cual se han publicado diferentes folletos en los últimos años, que son sólo extractos, pueda ser continuada y completada por el compañero Luís González y por cualquier otra persona, tal y como desea Ramón.
Ramón, más que un amigo. Una persona que deja huella.
Gracias Ramón, de parte de todo el colectivo de Virus editorial, por todo lo que nos has dado y todo lo que hemos podido compartir contigo.
Patric de San Pedro es miembro del colectivo editorial Virus