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Pierre Theilhard de Chardin: Una agenda pendiente

Fuentes: Rebelión

¿Por qué recordar hoy a Theilhard de Chardin? ¿Conviene recordar a un científico y sacerdote que murió a mediados del sigo XX? ¿Tiene aún algo que decirnos este geólogo, paleontólogo y jesuita, a nuestro complejo y convulsionado mundo de hoy? Creemos que en este momento de la historia, donde todo deviene en fragmentos, donde la […]

¿Por qué recordar hoy a Theilhard de Chardin? ¿Conviene recordar a un científico y sacerdote que murió a mediados del sigo XX? ¿Tiene aún algo que decirnos este geólogo, paleontólogo y jesuita, a nuestro complejo y convulsionado mundo de hoy?

Creemos que en este momento de la historia, donde todo deviene en fragmentos, donde la prisa no nos permite reflexionar las cosas con calma, donde nuestro organismo aún no se adapta a los tortuosos requerimientos de la vida moderna, donde parece regir el «todo vale» en nuestras transacciones cotidianas, donde la libertad unida a una sensación intensa de sinsentido parece excesiva… es saludable acercarse al pensamiento de una persona que intentó una visión de conjunto del mundo, del universo y del fenómeno humano, otorgándonos posibilidades de hallar significado a nuestras existencias desde el aquí y el ahora.

En las actuales circunstancias, donde aún predomina un orden antiguo que distribuye privilegios en pocos, incorpora medianamente a algunos, y excluye a muchos; donde el pensamiento único, totalitario, se disfraza de democracia; donde fuerzas económicas y militares imponen sus ideas por las armas o el chantaje económico, dejando a su paso muerte, enfermedad y ruinas… es conveniente dialogar con alguien que intentó un pensamiento de inclusión, una síntesis del ser humano en su devenir, donde sólo intentando ayudar a otros uno se salva a sí mismo, donde un porvenir luminoso nos espera, si sabemos leer los signos de los tiempos.

En una época en que una parte de los científicos se alía con los poderes dominantes, en que el conocimiento sistemático no es distribuido simétricamente; en el que la religión se ha hecho burocrática, fuente de ideologización y muy parecida a cualquier fundamentalismo… es propicia la ocasión para saludar a un hombre que con su visión las ha trascendido a ambas, y anuncia posibilidades de diálogo entre esas distintas esferas del saber.

Y es que Theilhard de Chardin (1881-1955), destacado científico, a veces a pesar de usar los hábitos eclesiásticos, aún tiene mucho que decirnos en nuestro mundo actual. Y no sólo nos referimos a sus hallazgos científicos, y a su pensamiento de avanzada, sino especialmente a su privilegiada visión de los procesos evolutivos, y a capacidad de síntesis en el trabajo con diversas esferas y ramas del saber. Ello es parte de una agenda pendiente que aún nos espera. Visualizaremos esta agenda en lo siguientes cinco puntos:

1. Theilhard, en este confuso y abigarrado mundo de hoy, nos ofrece la posibilidad de intentar asumir una visión integradora, no sólo del saber, sino también de la vida como tal. En sus reflexiones, siempre con la mirada puesta en los avances científicos relevantes de su época, logra integrar elementos que a menudo consideramos dualidades: Espíritu-materia, hombre-humanidad, humanidad-Dios, ciencia-filosofía, unidad-diversidad, materia-vida. Independientemente de que aceptemos o no sus puntos de vista, es interesante volver sobre esta condición de posibilidad de un pensamiento integrador (que no absoluto, ni excluyente), para incrementar el nivel de consciencia sobre nuestro mundo y sus posibilidades de ser.

2. Por otra parte, sus leyes de complejización y concienciación, en las cuales la materia-vida se repliega sobre sí, en la búsqueda de la mayor coherencia y eficiencia (fortaleciendo los organismos y las especies), desarrollándose así los niveles de conciencia (como es el caso de la cerebrización en el ser humano), puede aportarnos esquemas de pensamiento y acción en nuestra vida diaria. Por ejemplo, podemos mirar nuestras instituciones como formas orgánicas, que han de ensayar en sí mismas sus propias posibilidades, seleccionando las más eficientes para la vida (de todos), y que inevitablemente, para evolucionar, han de abrirse a la interacción con otras instituciones, hasta formar un organismo mayor y una conciencia trascendente.

3. El concepto de noosfera, según Theilhard, constituye la secuencia evolutiva de la vida animal, abarcando al ser humano y su cultura en el amplio sentido de la palabra. Señala la relación orgánica entre las personas, la integración progresiva en un cuerpo evolutivo mayor llamado humanidad. Algunos han visto fenómenos la planetarización, la Internet y los intentos de integración regional y universal (ONU, Unión europea, etc.) como prefiguraciones del pensamiento de Chardin. Mas, la visión de la noosfera apunta a la integración humana en un organismo mayor, de carácter espiritual, donde las condiciones y las pautas de gobierno y de organización social apunten al desarrollo pleno de las personas, como seres vinculados, en un nivel superior del estadio evolutivo.

4. El proceso evolutivo, en sí, nos lleva al reino de lo espiritual, como algo integrado a la materia, y a nuestra vida aquí y ahora. La evolución implica un desarrollo de la conciencia, una apertura a la integración, una visión «desde arriba», desde lo que consideramos más elevado en lo seres humanos, desde lo numinoso, desde lo trascendente, y desde allí un impulso para elevarnos desde la vida cotidiana a este reino del amor y la solidaridad.

5. Un último punto de la agenda pendiente que heredamos del padre Theilhard, lo constituye lo que él ha denominado la ciencia de lo humano. Ello implica concebir la ciencia como vía de conocimiento y de realización personal y colectiva, la posibilidad de trabajar mancomunadamente en un proyecto de integración interdisciplinaria y transdisciplinaria, convergiendo las ciencias naturales y las sociales, en una visión del ser humano en toda su complejidad, multidimensionalidad y trascendencia.