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Plaga de moscas «chupasangre» y monocultivo piñero en Caribe de Costa Rica

Fuentes: Ecoportal.net / www.diarioextra.com

Los poquísimos ganaderos que aún quedan en Guápiles están aterrorizados por el aumento incesante de la plaga de moscas «chupasangre», que diariamente hacen perder por lo menos un kilo de peso a sus animales, provocan que se revuelquen de la desesperación, y peor aún, temen que en cualquier momento estos insectos ataquen a los humanos. […]

Los poquísimos ganaderos que aún quedan en Guápiles están aterrorizados por el aumento incesante de la plaga de moscas «chupasangre», que diariamente hacen perder por lo menos un kilo de peso a sus animales, provocan que se revuelquen de la desesperación, y peor aún, temen que en cualquier momento estos insectos ataquen a los humanos.

Aunque tienen abarrotada la zona de trampas antichupasangre, no dan abasto, y la plaga sigue en aumento, según explicaron los ganaderos Miguel Porras y José Martín Chavarría.

Esta versión fue confirmada por la diputada liberacionista María Elena Núñez, quien visitó la zona con un grupo de reporteros internacionales invitados por el Foro Emaús.

Piña: caldo de cultivo de la «chupasangre»

José Martín Chavarría explicó que la mosca ha existido siempre en la zona, sin embargo comenzó a convertirse en una amenaza con el gallinaza, la cual fue prohibida. Así se controló, pero las moscas se quedaron en el medio ambiente en una cantidad tolerable.

«Esa mosca tiene una inmensa capacidad de adaptarse al medio ambiente y buscar nuevas formas, nuevos hábitats para reproducirse en masa, por lo que el inicio de la actividad piñera fue la oportunidad para que comenzara de nuevo una plaga», explicó.

Agregó Chavarría que hay que ser justo, la actividad piñera como tal no provoca la mosca sino cuando se hace sin respetar los procedimientos establecidos.

El problema consiste en que una vez que se cosecha la piña, los empresarios proceden a colocar químicos en las plantas para que se sequen, luego las queman y las dejan a la intemperie por varios días mientras que los restos se pudren; luego los revuelven con la tierra.

Es en ese momento cuando las moscas llegan a los residuos y ponen alrededor de 3.500 huevos cada una, que en pocos días nacen hambrientas y de inmediato comienzan a picar lo primero que hallen, ya sean humanos o animales.

«Los trabajadores son los primeros que se ven afectados, pero no pueden protestar porque la mayoría son nicaragüenses indocumentados. Luego se concentran en el ganado, que son animales de sangre caliente de mayor tamaño y además son blancos, lo que les llama la atención», agregó Chavarría.

Para él no hay que ser injusto y pensar que todos los empresarios proceden de la misma manera, por cuanto de los cuatro de la zona hay uno con el cual mantienen una buena relación y apenas corta la piña entierra los rastrojos para evitar que la mosca deposite sus huevos.

Trampas por doquier

Para mitigar la acción de las moscas «chupasangre», los ganaderos y vecinos en general han instalado trampas que consisten en bolsas blancas con una goma especial que compran por litro. «Es una inversión adicional a las incesantes fumigaciones que tenemos que hacer. Cada litro de goma lo compramos en ¢5 mil y el kilo de bolsas a ¢1.000», indicó el ganadero.

Confesó además que no pueden tener tranquilidad porque deben estar revisando constantemente las trampas y el ganado para evitar que esta plaga cause males mayores.

Adicionalmente está la preocupación del impacto que tenga en los consumidores de la leche y la carne el uso constante de agentes químicos que se ven obligados a usar para disminuir la cantidad de moscas.

Ya no quedan ganaderos

Porras y Chavarría, al igual que la diputada liberacionista María Elena Núñez, explicaron que esta situación ha provocado que la mayoría de los ganaderos se hayan declarado en quiebra, vendido sus tierras a precios ridículos y dedicado a otras actividades en otro lugar.

Como consecuencia de la plaga, cada cabeza de ganado de engorde pierde alrededor de un kilo de peso diario, por eso esta actividad ha dejado de ser rentable. «Las vacas quisieran tener más de un rabo para espantarse las moscas, se revuelcan de la desesperación, no comen y se desnutren, por lo que lo mejor es sacrificarlas antes de tiempo», manifestó Núñez.

Esas fincas ahora han servido para la expansión de los cultivos de piña, que en la actualidad alcanzan unas 18 mil hectáreas en esa zona.

Vecinos en contra de la actividad piñera

Mientras tanto, los vecinos de la zona Rodolfo León, Angélica Jiménez, Rodolfo Solera, Marisol Salón y Sonia Torres dijeron estar en contra de cambiar la actividad agrícola y ganadera por el monocultivo de piña porque es altamente dañino para el medio ambiente.

Sostienen que para sembrar piña se debe aplanar la tierra, deforestar completamente, arrasando con la flora y la fauna, lo que produce que los pozos se sequen en poco tiempo y los que todavía quedan sospechan que están contaminados por los múltiples químicos que se emplean en la fumigación de la fruta.

«Con esta actividad se nos han deteriorado todos los recursos naturales por la deforestación y hasta la desviación de las quebradas para que no les estorben en las plantaciones. No respetan siquiera las escuelas y colegios, que están rodeados de plantaciones y los estudiantes se hallan expuestos a las fumigaciones diarias», comentó Torres, vecina de la zona y dirigente del Foro Emaús.

DIARIO EXTRA intentó conocer la versión de Abel Chaves, presidente de la Cámara de Productores y Exportadores de Piña, sin embargo por sus múltiples ocupaciones no pudo atendernos ayer.

Datos que asustan

• Cada una de las moscas «chupasangre» en pocos días se puede multiplicar por 3.500 al depositar esa cantidad de huevos en los rastrojos de la piña.
• Se alimenta al menos cinco veces al día y vomita una y otra vez la sangre chupada, por eso siempre tiene hambre.
• Las «chupasangre» siempre han existido en la comunidad en cantidades ínfimas pero ahora es una plaga al encontrar en los rastrojos de la piña un caldo de cultivo ideal.
• En un día el ganado de engorde pierde al menos un kilo de peso, lo que equivale a ¢800, que es el precio de la carne en pie.
• Para combatir la plaga los ganaderos han instalado trampas por doquier, que consisten en bolsas plásticas blancas -color favorito de las «chupasangre»- con una goma especial para que se adhieran. Sin embargo el litro de ese pegamento tiene un costo de ¢5 mil el litro y la bolsas ¢1.000 el kilo.
• Las «chupasangre» no solo atacan al ganado vacuno sino también a todo animal de sangre caliente. Los vecinos aseguran que a menudo encuentran perros y gatos muertos; incluso varias personas han sido atacadas por este insecto.