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Plan, mercado y dualidad monetaria

Fuentes: Sine Die

El pesimista se queja del viento. El optimista espera que sople. El realista ajusta las velas. El sensacional anuncio de aumentos salariales es motivo de alegría para los beneficiados. En el sector educacional ya se habla de 5.000 maestros en vías de reincorporación. El festín será para quienes se hallan en activo; los pensionados recibirán […]


El pesimista se queja del viento. El optimista espera que sople. El realista ajusta las velas.

El sensacional anuncio de aumentos salariales es motivo de alegría para los beneficiados. En el sector educacional ya se habla de 5.000 maestros en vías de reincorporación. El festín será para quienes se hallan en activo; los pensionados recibirán migajas pues la economía no da para más.

Teóricamente el incremento será neutralizado por reducciones en el presupuesto de gastos de las empresas. Un conjunto de medidas debe descentralizar la toma de decisiones. Aspiran a romper el llamado bloqueo interno y deben convertir la administración burocrática en financiera.

Quizás debió condicionarse el aumento salarial a dichos resultados. ¿Habremos puesto la carreta delante de los bueyes? Lo cierto es que aquél es inminente mientras que las medidas compensatorias constituyen expectativas.

La inflación no ha cesado y amenaza con expandirse[1]. Tenemos ingresos de país paupérrimo y precios de opulento. La baja productividad intenta ser suplida con ganancias fenicias.

El modelo soviético fue a parar a la tonga de los socialismos utópicos y no es reformable[2]. El modo de producción socialista aún no se ha concretado. Son varios los Estados que se proclaman como tales, Cuba entre ellos. Hasta ahora sólo son aspirantes. Cuando un modo de producción sucede a otro hay un salto en la productividad que aún no ha ocurrido.

El modelo que buscamos tiene raíces en la «desmerengada» economía centralmente planificada[3]. Poco a poco ha incorporado un sector privado y relaciones tímidas de mercado aferradas contumazmente al control. El fracasado modelo ha involucionado, pero patalea. La emulsión del plan y el mercado es difícil. Las famosas 30 medidas propuestas pretenden eliminar el bloqueo interno y flexibilizar el poder de las empresas. Así sea.

Una parte importante de los aumentos se desdoblará en demanda de alimentos. Cuba dedica a ese capítulo alrededor del 50% del presupuesto familiar, quizás más. Se comporta como un país paupérrimo.

La prensa habla de disposiciones administrativas que intentan prevenir el aumento de precios. Los pertinaces mecanismos del mercado se filtran por la porosa pared burocrática lastrada por la corrupción de bajo perfil. Suponiendo que se lograra contener la inflación, la oleada de demanda incrementada fagocitaria los escasos productos ofertados. Los estantes estarían aún más vacios. Hipótesis aparte- se producirá inflación y se incrementará la corrupción.

La dualidad monetaria continúa siendo una asignatura pendiente. Descansa en dos problemas diferentes. En las empresas es monetario; en la población es de mercado. Requieren soluciones desiguales. La entelequia surgió de la equiparación del peso al dólar para no menoscabar el registro contable. En la demanda de la población surgió de la necesidad de captar las divisas que ingresaba. El dúo de dineros de un mismo emisor actuando por separado con tasas de cambio antitéticas degeneró en la denostada dualidad[4].

El humilde peso (cup) actuó como un token[5] nacional durante 30 años. Después de 1990 el dólar norteamericano regresó a hurtadillas por obra y desgracia del Periodo Especial. La cotización espuria llegó a más de 130 pesos. Posteriormente se desinfló hasta estabilizarse en alrededor de 22 a 26 pesos. La Cuban currency – el CUC- se erigió en campeón de la honrilla nacional.

El nefasto desfase entre la oferta y la demanda ha conducido a una cantidad de circulante desorbitada. A ello hay que añadir otro segmento de enorme importancia. Los visitantes extranjeros incurren en gastos de bolsillo no contabilizados como ingresos turísticos específicos: taxis, propinas, regalos, suvenires, bares, excursiones, calaveradas, etc. Tales consunciones se estiman en bastante más de US$ 220 por persona durante la estancia. Su sumatoria, tomando 4.7 millones de turistas, supera los US $1.000 millones. Es demanda y en muchos casos son ingresos netos de divisas. En otros se convierten en una exportación a precios minoristas. Esta gallina de los huevos de oro pudiera verse afectada por una norma de cambio menor a la actual.

El encuentro equivalente ente las tasas de las empresas y las de la población no depende de decisiones burocráticas. Sólo el aumento de la productividad puede acercarlas. Ello requiere tiempo y motivación. La aspiración de reducir los 24 ó 25 pesos por CUC es peligrosa. El retraso de la oferta durante más de medio siglo es fuente de corrupción y provoca el almacenaje preventivo de productos que no llegan a consumirse. La reventa especulativa se origina en las deficiencias del mercado.

Paradójicamente el consumidor ha sido preterido en una sociedad que tiene al ser humano como objetivo. Una oferta adecuada en las redes de oferta actuaría como un efecto dominó en la agricultura y en las demás actividades económicas. Los simples aumentos salariales inflan una demanda que no tiene contrapartida material. Más que paliativos son placebos. Valga reiterar una vez más que el estímulo no es el dinero, sino lo que puede hacerse con él.

Cuando cese la equivalencia del peso con el dólar en el sector empresarial se beneficiarán la exportación, la inversión extranjera y la venta de paquetes turísticos. Adquirirán sentido los análisis de gestión y de factibilidad. Como contrapartida negativa la nueva tasación incorporará inflación que finalmente se trasvasará a la población. Además, la devaluación del peso abatirá aún más la imagen comparativa internacional de las Cuentas Nacionales.

Inexcusablemente la moneda que se adopte deberá ser convertible. De otro modo regresaríamos al token anterior.

Problemas desiguales requieren soluciones diferentes. Debe mantenerse la segmentación entre las empresas y la población y establecer tasas diferenciadas.

En el sector productivo conviene mantener la asignación centralizada de divisas y sin acceso al mercado de la población. Al Plan lo que es del Plan.

Por el contrario, la tasa para la población y los turistas deberá fijarse en base a la oferta y la demanda monetarias. Debe ser fluctuante. Una reducción burocrática atentaría contra los gastos de bolsillo de casi 5 millones de turistas extranjeros. También afectaría a los residentes receptores de CUP que en mayor o menor cuantía abarcan casi toda la población. Al mercado lo que es del mercado.

La estrategia en la distribución de las escasas divisas ha de priorizar el pago de la deuda, el petróleo y los alimentos. En cuarto lugar, ha de situarse al consumo personal. Es la llave de la eficiencia.

Al plan lo que es del plan, al mercado lo que es del mercado. No hay otro camino.

Notas

[1] el importe en CUC se construye multiplicando por 2 o más el costo. Cuando se abre al modesto peso cubano simplemente se multiplica por 25. Otros productos dependen directamente del mercado.

[2] Díaz Vázquez, Julio A. ¿Es Aplicable el Modelo Chino o Vietnamita en Cuba? Obra citada.

[3] Calificación dada por Naciones Unidas en contraposición a las Economías de Mercado. en términos menos melifluos eran comunistas y capitalistas.

[4] En un ensayo inédito titulado no es oro todo lo que reluce, en cooperación con mi colega Rogelio Torras, abordamos detalladamente el tema.

[5] En términos numismáticos, un token es una submoneda de uso localizado. En áreas rurales de la Cuba anterior a 1959 se empleaba para pagar salarios y obligar a los receptores a comprar en el comercio de los propios patrones.

Juan M. Ferrán Oliva. Economista. Premio Casa de las Américas 2015 por su ensayo histórico-social Cuba año 2025. Investigador Titular y Profesor Titular Adjunto de la Facultad de Economía de la Universidad de La Habana.