Traducido para Rebelión por Ramon Bofarull
Se ha acabado la época de quedarse en silencio o de contestar a preguntas concretas con un ya veremos. Para desgastar al gobierno del PSOE, ya no sirve denunciar todas las reformas que éste adoptó ─obligado por los mercados y Europa─, a pesar de estar de acuerdo con el fondo de éstas. Se ha acabado la época en que el PP parecía el Partido de los Proletarios; viene la época de gobernar, aunque sea menos de lo que éste querría, y, considerando las intenciones anunciadas, el PP adoptará mayor semejanza al Partido de la Patronal. El empleo ─y su envés, el paro─ es la razón por la que el PP ha vuelto con tamaña mayoría y las medidas que propone para crear empleo son las del libro de recetas de los empresarios.
Al principio mismo de su programa electoral, el PP dice que es una prioridad realizar una reforma laboral «integral», «para responder al drama social de un país con cinco millones de parados». «Simplificará» los contratos laborales para reducir la temporalidad y «dar estabilidad, flexibilidad y seguridad a todas las empresas y trabajadores». En román paladín: que extenderá el contrato único de indemnización por despido baja, a ver si así los empresarios se animan a contratar. El segundo pilar de esa reforma es la reforma de la negociación colectiva y de las relaciones laborales. Básicamente, quiere dar a las empresas la oportunidad de orillar los convenios sectoriales y negociar empresa a empresa. Eso reducirá el poder de los sindicatos y aumentará el de los empresarios, sobre todo en las pequeñas empresas.
Reformas así le resultaría difícil realizarlas cuando las cosas van bien, pero ahora el PP lo tendrá bastante fácil. La existencia de cinco millones de parados le da la justificación para hacer cualquier cosa. Tanto da que en los últimos veinte años las flexibilizaciones del mercado laboral no hayan servido para prácticamente nada: el paro estaba a la sazón por encima del 20 % y por ahí anda ahora, pero con más trabajadores precarios. Para vender la reforma bastará con decir que es una exigencia de Merkel y de Europa y mencionar la prima de riesgo. No le faltarán aplausos entre los medios de comunicación y los economistas. Tiene cuatro años para ver el éxito de su experimento y, en ese plazo, las cosas pueden cambiar mucho, incluido un cambio de viento favorable en la economía.
Tendrá respuesta en la calle, sí, pero eso a Rajoy no le importa mucho, ya que a una parte de la izquierda le costará empezar a denunciar las medidas que ella misma ha impulsado anteriormente. En el Congreso, en cambio, estará tranquilo: los diputados no se le rebelarán, no como a Berlusconi o Papandreu. Si alguien tiene que mover a Rajoy de la silla, serán los poderosos mercados y el directorio que se está forjando en torno a Merkozy. A esos les ha pedido «más de media hora» para hacer las cosas, pero sabe que no tiene mucho tiempo. Ha prometido mucha austeridad: el objetivo principal es dejar el déficit en el 4,4 % a finales de 2012 y, para ello, se ha mostrado dispuesto a recortar todos los gastos. La única excepción son las pensiones. Cómo articulará esas medidas y el crecimiento es un misterio.
En la cuestión de los derechos también habrá cambios, pero no tantos como para anular todos los avances de la época de Zapatero. Los dirigentes del PP han estado gritando en muchas manifestaciones contra los matrimonios homosexuales o la legalización del aborto. Ahora Rajoy tendrá que afrontar la presión de la extrema derecha que ha alimentado contra el PSOE. Y no será una presión pequeña, ya que, como Zapatero ya no está, las gentes de las cavernas tendrán que arrojar sus piedras a algún otro.
El programa del PP no dice nada de los matrimonios homosexuales. Está esperando la resolución del recurso interpuesto ante el Tribunal Constitucional. Pero ése es un terreno resbaladizo también dentro del PP, toda vez que una mayoría ve con toda naturalidad no realizar distinciones por opción sexual. Respecto al aborto, el programa del PP dice que «reforzará la protección del derecho a la vida». La medida más significativa subyacente a esa imprecisa frase es la obligación de las chicas de 16 y 17 años de pedir permiso a sus padres para abortar. Hacer cualquier cosa que vaya más allá de eso es abrir la puerta al despertar de los votantes del PSOE sin conseguir nada: quien quiera abortar, abortará. Y en ese tema, al menos que yo sepa, Merkel no tiene gran cosa que decir.
Berria, 21 de noviembre de 2011
Fuente: http://paperekoa.berria.info/