La huelga de las trabajadoras de residencias arrancó en septiembre de 2018 y el viernes cumplió la jornada 146. Lejos de solucionarse el conflicto, el sindicato mayoritario asume un mes más de huelga si el 11 de diciembre la patronal no aprueba su propuesta. El resultado de una huelga depende de cuatro factores: los huelguistas, […]
La huelga de las trabajadoras de residencias arrancó en septiembre de 2018 y el viernes cumplió la jornada 146. Lejos de solucionarse el conflicto, el sindicato mayoritario asume un mes más de huelga si el 11 de diciembre la patronal no aprueba su propuesta.
El resultado de una huelga depende de cuatro factores: los huelguistas, la patronal, la opinión pública y la caja de resistencia. Y es el dinero que se tiene, más que el que se reclama, el que decide la partida. «Podemos aguantar indefinidamente», afirma Janire Diaz, portavoz del sindicato ELA y trabajadora de residencias de Gipuzkoa, sector en huelga desde septiembre de 2018.
ELA es el sindicato mayoritario del País Vasco, cuenta con más de 100.000 afiliados. El 25% de sus cuotas mensuales se destina a la caja de resistencia y el sindicato decidió en 2018 priorizar esta huelga de mujeres.
«Está siendo una huelga tan larga porque es un sector feminizado», considera Ana Sastre, trabajadora en una residencia de Donosti. Sastre alerta de lo obvio: «Los cuidados están relegados a un segundo plato, o tercero. Si nos ponemos a mirar números, tenemos una brecha salarial del 30% con nuestros compañeros del sector de la limpieza diaria, que tienen la misma categoría profesional y también son una subcontratación de la Diputación de Gipuzkoa».
Pero a diferencia de los barrenderos, las cuidadoras asean a personas, a las que alimentan y con las que hablan. «No son tornillos. Llevo 23 años trabajando en residencias y es como si trabajara todo el rato con un cronómetro. Por eso pedimos a Diputación que baje la ratio para poder atender mejor», indica. Concretamente, cada trabajadora dedica 92 minutos por usuaria al día y ELA considera que debería aumentarse a 120 minutos, ello implicaría convertir todas las jornadas parciales en completas, según la propuesta de convenio.
Los sindicatos ELA, LAB y CC OO piden a las cuatro empresas del sector un aumento salarial y una bajada de la ratio de usuarias para que aumente la calidad del servicio. Pero en un movimiento inesperado por parte de UGT, que representa al 9% de las trabajadoras, este sindicato aceptó la semana pasada un acuerdo parcial de salarios, que supone la congelación para los años 2017-2018 y una subida desde 2019 hasta 2021.
Pero mientras la huelga de los profesores de la educación concertada dejaba sin clase a la mitad de los escolares vascos, con los consiguientes trastornos logístico-familiares, la huelga de las residencias es silenciosa. Los servicios mínimos exigidos por Diputación se sitúan en el 70% y en el 80% en horas punta -y duchas-. La gestión de ese amplio servicio mínimo fue otro condicionante para mantener la huelga, porque seguramente enfadó aún más a las trabajadoras, que debían trabajar en franjas de entre 15 y 20 minutos en las horas punta. ELA decidió judicializar este abuso y la semana pasada llegaron a un acuerdo en el que se reconoce el derecho a huelga de la trabajadora: «Quien está de huelga, a partir de ahora se va a casa», indica la portavoz sindical.