Cuando Lenin hacía hincapié en una posición estratégica-política para superar las dificultades del movimiento marxista en una coyuntura dada, llamaba a esto «doblar el palo». Durante las décadas de los 80 y los 90 del siglo XIX y los primeros años del siglo XX, el líder ruso «dobló el palo» sucesivas veces entre el economismo […]
Cuando Lenin hacía hincapié en una posición estratégica-política para superar las dificultades del movimiento marxista en una coyuntura dada, llamaba a esto «doblar el palo». Durante las décadas de los 80 y los 90 del siglo XIX y los primeros años del siglo XX, el líder ruso «dobló el palo» sucesivas veces entre el economismo y la vanguardia política, contradiciendo sus propios escritos de unos años a otros. . Después de esto, se supone, el palo se reequilibraba a la normalidad; era una cuestión de aglutinar fuerzas populares en lo inmediato asumiendo contradicciones posteriores. A veces llegaba a la conclusión de que habían doblado el palo demasiado. Debido a ello, explicaba Tony Cliff, tomar una cita de Lenin como base para construir toda una posición política no tiene validez alguna, sino que hay que leerla en la coyuntura. El debate de investidura del 2 de marzo tuvo un paralelismo con esa estrategia del bolchevique, creo, para superar la dificultad de la composición de un nuevo Gobierno.
Las exposiciones de Rajoy y Sánchez no variaron con respecto a la campaña electoral, a excepción de los elogios del líder del PSOE a Albert Rivera. Desde el PP se responsabiliza al PSOE de la herencia recibida y de un programa contra los intereses de España; desde el PSOE, se atribuye al PP la responsabilidad última de los recortes y el empobrecimiento del país. Nada nuevo bajo el sol. Quien sí que sorprendió fue Pablo Iglesias, pues en su primera intervención rompió con la moderación estratégica para pasar a una ofensiva total y por la izquierda. No obstante, en otras ocasiones Iglesias ya ha hecho guiños a revolucionarios marxistas fuera de la órbita latinoamericana -Cuba y Venezuela, por motivos mediáticos que han construido un imaginario colectivo visceralmente en contra del continente-. Incluso el 20 de diciembre la centralidad fue dejada a un lado para mencionar a históricos líderes españoles como José Díaz, Margarita Nelken, Dolores Ibárruri, Lluis Companys, Francisco Largo Caballero, Buenaventura Durruti o Andreu Nin, entre otros.
El ciclo político que se abría con las Elecciones europeas de 2014 obligaba a adoptar una estrategia populista que hiciera énfasis en valores como la decencia y términos como la democracia o la ciudadanía entendida como una alianza amplia (asalariados, autónomos y PYMES). Si bien esto se llevó bastantes críticas (empezando por quien escribe estas líneas), se comprobó como eficaz. A pesar de que para un comunista de tradición es duro enfrentar este tablero político en una primera etapa, para un comunista de cultura representaba simplemente un escenario más donde batallar las ideas. El palo del discurso se doblaba hacia las tesis populistas y socialdemócratas -y ser socialdemócrata de verdad en la UE en el siglo XXI ya es revolucionario, aunque insuficiente- mientras el establishment, que es enormemente inteligente, veía el «leninismo» conquistando posiciones.
Durante la campaña electoral Podemos se escoró a la izquierda en algunos de los discursos emitidos, hasta llegar a la Sesión de Investidura, donde Pablo Iglesias le pasó por la izquierda al PSOE, apropiándose del relato del socialismo histórico, atacando a los barones del PSOE (el asunto de Felipe González y los GAL produjo una indignación como jamás se ha visto en la bancada socioliberal) y señalando al partido Ciudadanos como representante de la oligarquía y el freno al cambio ante el cual Pedro Sánchez se somete, eligiendo al Ibex 35 antes que un Gobierno de progreso; la trampa de la disyuntiva continuidad-cambio en manos del PSOE sigue siendo una forma de apretar la soga del PSOE y reforzar las posiciones de ruptura democrática.
Las reacciones de Pedro Sánchez también han sido sintomáticas de lo que está cambiando en España. La arrogancia y el discurso mecánico del líder «socialista» desprendía un hedor del felipismo más duro, vinculando a Podemos con ETA y dejando leer entre líneas la famosa y falaz «pinza» contra el PSOE de la que en su momento se le acusaba a la IU de Anguita. En un bipartidismo donde los dos partidos de la alternancia y los partidos bisagra conformaban una amplia mayoría, las minorías disidentes que denunciaban la politiquería y el entramado de poder existente eran representados como Don Quijotes de causas perdidas a los que nadie hacía caso o de los que habría que reírse de manera condescendiente, como ocurría con Julio Anguita o José Antonio Labordeta. Cuando estas minorías se transforman en mayorías que hablan de «tú a tú» a quienes usurpan posiciones que no son suyas, partidos como el PSOE ya no pueden mantener su papel de rival del PP -como si a esa reducción ello se limitara el conflicto social-, sino de una izquierda del régimen tan leal como el PP al Ibex 35 y a los mercados europeos. El acuerdo con Ciudadanos así lo demuestra.
Las intervenciones de la Cámara Baja han sido históricas, tanto en pluralidad de organizaciones (de bloques no tanto) como en la intensidad de las palabras. Para el momento inmediato, este discurso puede haber servido como guiño a la izquierda política y social, siendo la segunda más desconfiada de las estrategias institucionales, debido a la inercia de la cultura defensiva de los movimientos sociales que los conduce a un rechazo casi automático de un movimiento que no se nutra exclusivamente de ir «contra» algo. Fuera del Parlamento, también se han sucedido gestos que trascienden lo simbólico, como la felicitación por la liberación de Arnaldo Otegi, que no deja a nadie indiferente y pone sobre la mesa un conflicto político no resuelto y es alimentado por el bloque de poder en su faceta más reaccionaria; es bien sabido que el mayor beneficiario electoral de la actividad terrorista ha sido el PP, y continúa tratando el conflicto vasco en esas lógicas, luchando contra su normalización y resolución definitiva.
Un aspecto que también es de vital importancia es la apropiación de la defensa las Fuerzas de Seguridad y de la precariedad de algunos de sus sectores, el bastión del franquismo expreso y del régimen del 78. Acumular apoyos tradicionalmente vinculados al enemigo y posteriormente transportarlos a la izquierda es arriesgado, pero es condición necesaria para la construcción de un proyecto de país. Lo expresa de manera ácida pero acertada el grupo ‘Lendakaris Muertos’ en una canción de su último disco: No les importa que les quiten alcaldías, no les importa perder las concejalías, lo que les toca las pelotas de goma es que les quiten a la policía […] El miedo va a cambiar de bando, tenemos las porras por el mango.
Todo el trabajo que ha hecho Podemos por construir un sentido común de época, lento pero sedimentado, con un PSOE todavía resistente y un PP aún más autonomizado de los podres económicos (veremos cómo es intervenido por los poderes económicos si no cumplen las instrucciones), debe seguir el camino de acumulación de fuerzas. Si ayer doblaba el palo a la izquierda, debe servir para aglutinar apoyos populares que se sumen al movimiento anterior. Ya no hay dudas de que Pablo Iglesias se parece más al fundador del PSOE que al estado actual de dicho partido, y tampoco de que las tácticas discursivas no determinan los principios de manera mecánica. Ante una posible repetición de elecciones, es necesario no olvidar estos gestos, y contextualizar las citas donde corresponden. Como Lenin, también Pablo Iglesias contradice discursos en las coyunturas, y también dobla el palo donde más conviene cuando la situación lo exige. De lo que no cabe duda es que ayer se habló sin máscaras. Eso es imprescindible recordarlo para las batallas que se avecinan.
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