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¿Podemos? Reflexiones sobre crisis e identidad tras el Italia-España

Fuentes: Rebelión

Podemos quedarnos en paro («la recesión inmobiliaria elevará el paro hasta rozar el 10% en 2009», «la crisis destruirá 600.000 empleos de la construcción en 2 años»), o tener una jornada de 65h semanales como están proponiendo, o también podemos acabar como una silenciosa cifra de «accidentes laborales». Podemos comprar una casa por un precio […]

Podemos quedarnos en paro («la recesión inmobiliaria elevará el paro hasta rozar el 10% en 2009», «la crisis destruirá 600.000 empleos de la construcción en 2 años»), o tener una jornada de 65h semanales como están proponiendo, o también podemos acabar como una silenciosa cifra de «accidentes laborales».

Podemos comprar una casa por un precio retequeinflado, podemos tener un sueldo requetedesinflado, podemos ver cómo suben los tipos de interés y las hipotecas son impagables, podemos comprobar cómo aumenta el porcentaje de morosidad y cómo «el FMI asegura una caída del 20 % del coste de la vivienda» y «los promotores prevén una caída del precio de los pisos sin precedentes».

Podemos así endeudarnos por algo que estamos pagando a un precio que no es el que debería tener y que, de hecho, ya no cuesta lo que, aun así, tenemos que seguir pagando.

Podemos haber entrado en una era que el telediario nos ha anunciado como «la del fin de la alimentación a precios asequibles».

Podemos no llegar a ser ni mileuristas, y ser como «los nadies» del poema de Galeano: ningunxs, ninguneadxs, jodidxs, rejodidxs, que no son humanos sino recursos humanos y que cuestan menos que la bala que los mata. Unos nadies entretenidxs identificándose con «los alguienes», 11 alguienes vestidos de rojo y amarillo, alguienes dueños de las balas y apretadores de gatillos, alguienes «contratadores» de recursos humanos, alguienes alguieneados, jodedores, rejodedores.

Podemos ver como la apisonadora de la privatización extiende la máxima de «la vida es para especular con ella, obtengamos beneficios de las necesidades humanas». Y así educación y sanidad están siendo objeto de la ofensiva privatizadora.

Podemos ser parte de una sociedad patriarcal asentada en la desigualdad, en la violencia constante y cotidiana, que va desde el bombardeo incesante que nos hace tener que estar permanentemente pendientes de nuestro cuerpo, de nuestro aspecto y al tiempo estar permanentemente a disgusto, acomplejadas de él, que incluye la desigualdad en el ámbito laboral y en el reparto de tareas domesticas, la ignorancia del papel de las mujeres en la historia, que supone la obligación de tener que ser mujeres modernas «liberadas», hipersexuales y a la vez con la amenaza de ser tachadas de «putas», y a la vez desconociendo nuestro cuerpo, nuestra sexualidad, y a la vez criminalizadas por abortar, y a la vez obligadas a tener que realizar estos abortos en centros privados -sólo 3 de cada 100 se practican en centros públicos-, y a la vez tenemos que morirnos por chuparle la polla al hombre que se echa Axe, desigualdad y violencia patriarcal que también se muestra en los numerosos casos -hechos públicos y mediatizados- de maltrato y asesinatos de mujeres por parte de sus parejas o ex-parejas, y que si bien son parte de la violencia de género, no la monopolizan.

Podemos tener, en muchos pueblos de Castilla, la emigración como futuro. Pueblos sin tejido industrial, con un mundo rural empobrecido y desatendido, pueblos con densidad de población inferior a la de Siberia, con provincias como Soria que caben en un estadio de fútbol como el Bernabéu, pueblos cuya cultura es ridiculizada, avergonzada o expropiada por el españolismo.

Pueblos que dependen de Madrid y Madrid que depende de ellos para especular, para obtener mano de obra, población a la que vender casas, población en movimiento con la que justificar la construcción de infraestructuras, en un proceso de madrileñizar Castilla, que significa convertir los pueblos en ruinas y los parajes en chalets y carreteras. Cuestiones que no serán resueltas sin una teoría que parta de Castilla, que la tenga en cuenta y se dirija a ella para ser llevada a cabo por sus protagonistas: lxs castellanxs.

Podemos ser bombardeadxs con que el principal problema es el terrorismo, con la gran amenaza que nos supone que se rompa España, podemos estar identificándonos con el de arriba, sintiendo como responsable de nuestros males al de al lado: lxs inmigrantes, el resto de pueblos del estado….

Podemos estar supliendo las fiestas populares, autoorganizadas, las celebraciones propias y colectivas, así como podemos estar supliendo la carencia de identidad, de pertenencia, con identificaciones que desde el Estado y el capitalismo nos brindan. Podríamos así, lxs súbditos, estar compartiendo una celebración en la que «el rey se alegró como el que más» (Telediario de TVE del 23/06/08).

Podemos ser criminalizadxs, objeto de represión, de juicios, de cárcel, de tortura.

Podemos sí, podemos….hay mil podemos que deberían conducirnos a un debemos.

¿Y qué celebraba entonces la gente tras el partido de España-Italia?

Esperemos que de verdad «no fueran tontxs», como dice el lema de Media Markt y estuvieran celebrando que esa gran superficie les tenga que devolver un tanto por ciento de sus compras por haber pasado de cuartos, o quizás eran actores cómplices, parte de una estrategia de desviar la atención, de distraer y entretener a las fuerzas de seguridad del estado para que tuvieran éxito lxs 20 inmigrantes africanos que trataron de aprovechar el tiempo de los penaltis para cruzar la frontera.

Se está marcando el recorrido de «población (incluida la gente de izquierdas)- fútbol-España», porque no debemos olvidar que detrás de estos partidos está una campaña, una «reconquista» españolizante, cargada de política, que podrían calificar sus vendedores como «de unidad de destino en la Eurocopa». A través del deporte, que aparenta neutralidad, el engranaje del sistema está marchando a toda máquina para bombardearnos con una auténtica campaña interclasista que promueva españolismo e identificación con el proyecto de la burguesía, y más en un contexto de crisis, avivando además el enfrentamiento con los procesos de construcción nacional que diversos proyectos de izquierdas están llevando a cabo en el Estado. Y ejemplos de ello son el intento de poner letra al himno y la gran inversión realizada en esta Eurocopa.

Frente a este recorrido, por sacar aspectos en positivo, planteo uno inverso:

Del fútbol a la gente (especialmente la de izquierdas), ahorrándonos el pasar por España (que por mucho que la vistan de seda, o de jugadora de la selección, mona se queda. «Yo no soy tonta»).

Un primer aspecto es que puede que se celebrase las ganas de celebrar, el pertenecer a algo, el ganar en algo…..pero ¿de qué somos parte así? ¿Qué ganamos, si es que ganamos algo?

La gente tiene ganas de celebrar, y nosotr@s, como gente que somos, también, mas son otras las victorias que anhelamos.

Pero la satisfacción, la alegría, las victorias, son algo que a veces vamos saboreando. ¿Por qué no compartimos, por qué no difundimos el placer de la militancia, de la subversión, de las relaciones humanas mucho más plenas que se dan en ella, la realización como ser humano que se logra en proyectos colectivos de autoorganización, de autogestión, de solidaridad?

Quizás haya alguna lección más que sacar de dicho partido de fútbol.

Por un lado, las palabras del seleccionador, quien dijo que «sólo como una piña podemos vencer…..hay que estar unidos».

Y teniendo en cuenta que a la selección se le llama «la Roja», para recochineo de la izquierda -¿o es quizás un guiño para hacer a ésta participe del españolismo?, como ocurrió con la campaña españolista del 2 de mayo, en la que los anuncios entremezclaban subliminalmente el cuadro de los fusilamientos de Goya con el Guernica- y teniendo también en cuenta que la Plaza de Colón ha sido rebautizada como Plaza Roja, plaza desde la que están retransmitiendo no sólo los partidos sino todo un repertorio de valores funcionales al bloque dominante, junto con numerosas banderitas de España. Quizás el seleccionador no estaba sino parafraseando a Lenin, que en lugar de piñas, habló de puños, refiriéndose a que éstos son más fuertes que cada dedo por separado.

Siempre que no se confunda unidad con imposición o unidad con sumar a cualquier precio.

Quizás un día celebremos que la plaza de Colón no sea rebautizada exclusivamente, sino convertida en Plaza Roja, dejando de ser emblema de la masacre del imperio español sobre otros pueblos, sean latinoamericanos, de dentro de las fronteras del Estado o de mas allá, pues dicha Plaza también es lugar de festejo del ejército.

Y sí, todavía saqué otro aporte del partido, junto a las palabras de ánimo de ¡podemos!, se coreaban otras que tampoco hemos de perder de vista: ¡A por ellos!

¡Qué la crisis la paguen los capitalistas!

¡Ni paz entre clases, ni guerra entre pueblos!

Elena Martínez es militante de Izquierda Castellana (IzCa)